Suciedad y niños parecen dos cosas inseparables. O mejor dicho, separables con jabón, pero siempre por poco tiempo. Y no sólo se trata de la suciedad que se ve, sino que más allá de lo evidente a simple vista hay todo un micromundo de mugre invisible al ojo, pero que el organismo de los pequeños también captura como un imán. Una muestra la encontramos en las conclusiones de un nuevo estudio de investigadores estadounidenses y finlandeses: los bebés que gatean inhalan mucho más material biológico del suelo que los adultos.
Los investigadores construyeron un robot que simula un bebé gateando, y lo hicieron arrastrarse por alfombras recogidas de hogares reales de Helsinki. A continuación estudiaron la diminuta basura que el autómata levantaba al moverse, en forma de polvo, bacterias, polen y esporas de hongos; una nube 20 veces más concentrada a la altura del gateo que al nivel de los bípedos. Mediante filtros colocados en el robot, los autores encontraron que un bebé inhala el cuádruple de materia biológica por kilo de peso que un adulto caminando sobre la misma alfombra. Además, y dado que los bebés tienden más a respirar por la boca, estos residuos llegan fácilmente hasta los pulmones.
Sin embargo, advierten los autores, no hay motivo para que cunda el pánico ni para tirar todas las alfombras a la basura. De hecho, esta faceta de los bebés como pequeños camiones de basura puede ser en realidad beneficiosa para ellos. Según el director del trabajo, Brandon Boor, de la Universidad Purdue (EEUU), "numerosos estudios han mostrado que, cuando un bebé está expuesto a una gran diversidad de microbios a una alta concentración, puede tener una menor tasa de asma y alergias en el futuro".
Las alergias se disparan
La explicación de Boor se basa en la llamada hipótesis de la higiene, propuesta en 1989 por David Strachan. Este epidemiólogo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres se preguntaba cuál era la causa del aumento de las alergias en las últimas décadas, sobre todo en los niños. Los expertos suelen apuntar especialmente a un crecimiento de las alergias a alimentos: según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) y de la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica, las alergias alimentarias afectan a más de 17 millones de europeos, la quinta parte de ellos menores de 25 años, con un mayor aumento en los niños y jóvenes. En diez años, los ingresos hospitalarios de los menores por este motivo se han multiplicado por siete.
Para explicar esta tendencia que hoy continúa, Strachan planteaba la siguiente idea: "A lo largo del último siglo la disminución del tamaño de las familias, las mejoras en las comodidades del hogar y los estándares más altos de limpieza personal han reducido la oportunidad de infecciones cruzadas en las familias jóvenes". Según el epidemiólogo, este declive de las infecciones por un exceso de limpieza podría explicar el crecimiento de las alergias en los niños.
La alergia es un fallo del sistema, una reacción inmunitaria exagerada contra un enemigo que realmente no es tal. Nuestro organismo se enfrenta a la invasión de patógenos externos por medio de varias respuestas inmunológicas cuyo fin es neutralizar y matar al invasor. Pero cuando se trata de polen, de ciertos alimentos o de otros agentes de este tipo, no hay nada que neutralizar y matar. Sin embargo, el sistema inmune puede interpretar estos elementos inofensivos como amenazas y disparar una respuesta alérgica, caracterizada por síntomas como el asma, el enrojecimiento de la piel y el picor.
El sistema inmunitario de los niños también tiene que desarrollarse y madurar, como lo hacen el cerebro o los músculos. Y si los pequeños entrenan su inteligencia aprendiendo a contar, leer y escribir, la hipótesis de la higiene establece que el sistema inmune también necesita estímulos y desafíos de los elementos de su entorno para aprender a funcionar correctamente. Los alergólogos sugieren que tal vez podría reducirse la escalada de las alergias alimentarias con una exposición dual, introduciendo los alimentos más pronto en la dieta de los niños y facilitando su contacto con los agentes del ambiente.
Higiene sí, esterilidad no
Pero ¿es sólo una hipótesis o hay datos que la avalen? "Se ha demostrado que los niños criados en granjas tienen menor riesgo de desarrollar alergias y asma debido a una mayor exposición a componentes específicos de las bacterias", señala a EL ESPAÑOL la microbióloga de la Universidad de Calgary (Canadá) Marie-Claire Arrieta. Sin embargo, la experta subraya que algunas ideas de la hipótesis original no se sostienen; por ejemplo, la presunta contribución de los parásitos a esta maduración beneficiosa "simplemente no ha podido demostrarse de forma consistente", añade.
De hecho, algunos investigadores defienden que los microbios buenos para el desarrollo del sistema inmune no son los infecciosos que nos provocan enfermedades, sino los inocuos del medio ambiente con los que estamos en contacto de forma continua. Así, no se trata de que vivamos en hogares sucios; "no hay pruebas de que la limpieza del hogar sea un factor significativo", aclara a EL ESPAÑOL la microbióloga Sally Bloomfield, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. En su lugar, Bloomfield cree que son otras prácticas modernas las que nos apartan del contacto natural con los microbios: "los nacimientos por cesárea, el menor tamaño de las familias, pasar menos tiempo al aire libre, la dieta alterada y la excesiva prescripción de antibióticos".
Ciertos expertos añaden además otras prácticas, como aquellas que intentan mantener a los bebés en ambientes no ya limpios, sino casi estériles. Según el ecólogo microbiano Jack Gilbert, del Laboratorio Nacional Argonne de Illinois (EEUU), "la esterilidad no es necesariamente higiénica". En las últimas décadas los científicos están comprendiendo las enormes implicaciones en la salud de nuestro microbioma, la comunidad de microbios que nos acompaña. Por tanto, todo lo que rompa el equilibrio de este pequeño ecosistema natural de nuestros microbios, sobre todo en la primera infancia, puede "desregular el sistema inmune y causar alergias, entre otras enfermedades", dice Arrieta.
Debido a este cambio de enfoque, Bloomfield opina que el nombre de hipótesis de la higiene es engañoso, aunque gran parte de la idea original aún sea válida. "Higiene es la palabra que aplicamos a las cosas que hacemos para prevenir las enfermedades infecciosas, como la higiene alimentaria o la de las manos", dice. Actualmente los científicos están reemplazando esta denominación por la de hipótesis de la biota alterada o de la microflora. "Esta reformulación de la hipótesis ha ganado un montón de seguidores", afirma Arrieta. Y de paso, la hipótesis de la higiene ya no podrá ser una excusa para tener la casa como una pocilga.
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