La sombra de los antivacunas es alargada. Hasta ahora parecía que el temor irracional a las vacunas era sólo sobre sus efectos en humanos, pero al parecer el mal se ha extendido también hasta los perros.
No es de extrañar, teniendo en cuenta que no son los canes los que deciden si se vacunan o no, sino sus dueños; por lo que, igual que con sus hijos, se dejan llevar por las supercherías y los temores infundados.
De hecho, la causa de sus miedos es exactamente la misma: un supuesto autismo canino que no sólo no tiene ninguna relación con las vacunas, sino que ni siquiera se conoce que exista en esta especie animal.
El origen del mal
La semilla de los antivacunas fue sembrada por el médico Andrew Wakefield, un británico que en 1998 publicó un estudio en el que se demostraba una supuesta relación entre la administración de la vacuna triple vírica y el desarrollo de autismo en niños.
Lógicamente, miles de padres decidieron dejar de vacunar a sus hijos por miedo a los efectos que podría implicar, pero pronto se demostró que el estudio de Wakefield había sido un fraude, de modo que se le obligó a retractarse y se le prohibió ejercer su profesión en Reino Unido.
Desde entonces numerosos estudios han confirmado que, efectivamente, no hay ninguna relación entre la vacunación y los trastornos del espectro autista, pero el mal ya estaba hecho y aún siguen siendo muchos los padres que se niegan a vacunar a sus retoños.
Por paradójico que resulte, hacen esto porque quieren a sus hijos, como también quieren a sus mascotas, por lo que tampoco quieren arriesgarse a vacunarlas.
De hecho, según ha publicado recientemente el diario Brooklyn Paper, los veterinarios alertan de que cada vez son más los dueños de perros que se unen a esta tendencia. El resultado si esto sigue así será el desarrollo de enfermedades caninas prácticamente erradicadas en países desarrollados, como la rabia o el moquillo.
Y es que, igual que ocurre en humanos, con la vacunación en perros se facilita la inmunidad colectiva, por lo que si un número elevado de canes deja de vacunarse otros muchos podrían verse perjudicados por el error de sus dueños.
Pero no sólo saldrían perjudicados los animales, ya que algunas de sus enfermedades, como la rabia, pueden transmitirse a los humanos, con un fatal desenlace en la mayoría de ocasiones.
Resulta paradójico que por evitar una enfermedad cuya existencia se desconoce se dé rienda suelta a otra cuyos terribles estragos en el pasado son sobradamente conocidos. Y eso, por inverosímil que parezca, es algo que sólo puede conseguir el desarrollado raciocinio del ser humano.
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