Cinco niños se implantan orejas 'impresas' en 3D con células de su cartílago
El implante, que se realizó hace dos años, pero cuyos resultados se publican ahora, ha permitido solucionar una malformación congénita del pabellón auditivo.
14 febrero, 2018 10:57Hace muchísimo tiempo que quedó atrás la época en la que sólo los folios podían salir del interior de una impresora. Desde la gastronomía hasta el automovilismo son muchos los sectores en los que la impresión en 3D ha facilitado notablemente la vida de los usuarios; pero si hay un área en la que esta técnica ha llegado pisando fuerte sin duda se trata de la medicina.
Huesos, dientes, órganos completos… el abanico de implantes que se pueden imprimir usando tejidos reales como materia prima es inmenso. Sin embargo, aún queda mucho para tocar techo, por lo que cada vez son más los nuevos descubrimientos que se añaden a la lista.
Uno de los más recientes ha sido el llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad neoyorkina de Cornell, quiénes han implantado a cinco niños aquejados de una malformación en la oreja un nuevo órgano, totalmente funcional y prácticamente idéntico al sano. Sus resultados han sido publicados en la revista EBioMedicine y, si bien aún será necesario ver cómo evolucionan los pequeños pacientes, de momento parecen haber sido todo un éxito.
Una solución para la microtía
La microtía es una malformación congénita del pabellón auditivo, que hace que éste sea muy pequeño o prácticamente inexistente. En los casos más graves esto puede ir acompañado de problemas de audición, que se suman a los inconvenientes estéticos lógicos.
Por eso, este trastorno se ha convertido en uno de los objetivos principales de los ingenieros de tejidos, con el fin de sustituir las técnicas más tradicionales; por las que, bien se colocaba una oreja de plástico, o bien se fabricaba un implante a partir de tejido extraído del cartílago costal.
La solución definitiva llegó con la evolución de los campos de la impresión en 3D y el cultivo de células madre, ya que juntos pueden dar lugar al desarrollo artificial de una oreja completa, a partir del cartílago de la oreja sana de los propios pacientes.
Desde que se comenzara a investigar esta convergencia de técnicas en 1997 se han realizado numerosos estudios al respecto, pero este es el único tras el cual se ha podido realizar un seguimiento a largo plazo de los pacientes implantados.
Dichos pacientes fueron cinco niños y niñas de entre 6 y 9 años, todos ellos con esta malformación característica de la oreja. Después de extraer muestras de condrocitos –como se conoce a las células del cartílago de la oreja- del pabellón auditivo sano, éstos se colocaron sobre un andamio biodegradable y tridimensional fabricado también en base a la forma del órgano que no poseía la malformación.
Una vez colocadas las células sobre el andamio éstas se cultivaron durante tres meses, tras los cuáles se implantaron a los niños, dando lugar al inicio del periodo de seguimiento.
Resultados muy prometedores
Ya han pasado dos años y medio desde que se produjo el implante y los resultados han sido bastante prometedores. Cuatro de los cinco niños implantados mostraron un claro crecimiento del cartílago en los seis meses posteriores y, además, tres de ellos desarrollaron una oreja prácticamente idéntica a la sana.
Los dos restantes tuvieron una pequeña distorsión en la forma del órgano, aunque sin complicaciones graves.
Aun así, todavía queda mucho trabajo por delante. Para empezar, estos investigadores han delimitado las complicaciones clave del estudio. Para empezar, es importante tener mucho cuidado a la hora de estimular el crecimiento de las células, ya que en caso de estimularse demasiado podrían crecer de forma descontrolada, dando lugar a tumores.
Además, es importante comprobar que los condrocitos que se seleccionan están totalmente sanos y, por último, es esencial comprobar cómo evoluciona el implante con los años.
De hecho, aunque el andamio inicial es biodegradable, no está claro cómo se eliminará pasado un tiempo, por lo que esperan seguir la evolución de los niños hasta cinco años después del implante.
Si finalmente todo sigue funcionando correctamente, la intervención habrá sido todo un éxito y el procedimiento podría extrapolarse a muchos otros órganos, como si de una película de ciencia ficción se tratara.