En el día a día de cualquier consulta médica, al menos un tercio de las cuestiones que se plantean tienen algo que ver con análisis de sangre, bien para pedirlos (en muchas ocasiones por parte de los pacientes sin razón aparente)o para recoger resultados.
La realidad es que los chequeos médicos o analíticas de control realizadas sin motivo, es decir, sólo por "saber cómo está todo" no tienen sentido alguno. De forma resumida, los únicos motivos para realizarse una analítica serían sufrir algún signo o síntoma susceptible de enfermedad, por control de alguna enfermedad crónica de base, para controlar posibles efectos de fármacos nuevos, para controlar la evolución de pacientes que sufren riesgo cardiovascular (obesidad, hipertensión, etcétera), o bien de forma previa a la búsqueda de un seguro de vida o ante la búsqueda de un posible embarazo. Cualquier otro motivo es inútil, según lo que sabemos hoy en día.
La principal razón es que, aunque no se sufra enfermedad alguna, existen parámetros de una analítica que pueden salir mal sin que realmente exista una enfermedad, según un reciente trabajo publicado en el The BMJ en 2017. Es decir, la probabilidad de que un individuo sano tenga al menos un parámetro alterado (azúcar en sangre, hierro o colesterol por ejemplo) es del 5%, y si se miden 20 parámetros o más la probabilidad sube hasta el 65%. Pero, si se nos ha realizado alguna analítica por algún motivo de peso, debemos saber cuándo es importante un asterisco y cuando no.
Por ejemplo, hay parámetros que pueden alterarse incluso según la hora del día en la cual se realiza la analítica, lo que se conoce como cronobiología analítica. También la edad influye en algunos valores, por lo que una cifra puede ser alarmante en personas jóvenes y completamente normal es alguien más mayor. El mensaje es claro: cuidado con sacar falsas conclusiones y preocuparse antes de tiempo. Es demasiado fácil poner un asterisco en un parámetro analítico, y muy complejo interpretarlo.
Hematíes, hemoglobina, hematocrito, VCM y plaquetas
Los principales parámetros que suelen pedirse en una analítica típica implican al hemograma, que puede dividirse en serie roja (parámetros de la sangre en general) y serie blanca (parámetros del sistema inmune o sistema de defensa del organismo).
En la serie roja destacan el número de hematíes o glóbulos rojos (valores de entre 3,5 y 5,5 millones), la hemoglobina (valores de entre 12 y 17 gramos/decilitro), el hematocrito (valores de entre 30% y 50%), el volumen corpuscular medio o VCM (valores de entre 80 y 100 fL) y las plaquetas (valores de entre 150.000 y 350.000).
Leucocitos: neutrófilos, linfocitos, monocitos y eosinófilos
Por su parte, la serie blanca se reúne de forma general en los leucocitos (valores normales de entre 4.000 y 12.000), los cuales se subdividen en neutrófilos (50% - 70%), linfocitos (10% - 30%), monocitos (0% - 10%), y eosinófilos (0% - 5%).
Todos los parámetros mencionados tienen unos valores de referencia que pueden variar incluso entre diferentes laboratorios, por lo que los asteriscos o signos de alarma al lado de cada uno pueden ser muy relativos y deben interpretarse dentro del conjunto de la analítica y según el laboratorio de referencia, y siempre por parte de un médico. De hecho, discretas elevaciones o la disminución de alguno de los mismos puede ser completamente normal y no tener significado alguno en muchas ocasiones.
Para que nos hagamos una idea aproximada, la serie roja destaca sobre todo por su relación con las anemias. Si la hemoglobina y el hematocrito disminuyen, existe posibilidad de que exista una anemia, que no siempre tiene por qué deberse a una falta de hierro (aunque esa es la razón mayoritaria en nuestro país). Por su parte, el VCM o volumen corpuscular medio nos da datos sobre el tamaño de los hematíes. Dicho tamaño en una analítica nos indica el tipo de anemia que podría existir.
Por ejemplo, si el VCM es bajo, es más probable que la anemia se deba a falta de hierro, a un sangrado agudo o crónico, o bien a una talasemia (un tipo de anemia genética crónica). Si el VCM es normal pero la hemoglobina es baja, la causa más común es una anemia secundaria a otras enfermedades, por lo que se requerirían más estudios. Finalmente, si el VCM es alto y los glóbulos rojos grandes, es más probable que la anemia se deba a una falta de vitamina B12 o vitamina B9 (ácido fólico) o por el consumo de tóxicos como el alcohol o algunos tipos de fármacos. En este caso también se requerirían más estudios específicos al respecto.
Cabe puntualizar que un número de glóbulos rojos bajos no tiene por qué indicar anemia. De hecho el parámetro más específico para dicha enfermedad es la hemoglobina. Por su parte, un número de plaquetas bajo puede indicar problemas de coagulación, y un número de plaquetas elevado de forma común se asocia a inflamaciones o infecciones, aunque existen muchas otras causas, incluyendo los problemas de coagulación.
Además, tenemos los leucocitos o células de defensa, los cuales suelen elevarse en caso de inflamación de forma leve-moderada, y bastante más en infecciones importantes. De nuevo, a pesar de que su límite superior son 11-12.000 dependiendo del laboratorio, una elevación hasta 13.000 por ejemplo puede ser algo leve, pero si se llega a 20.000 ya podemos hablar de una infección importante. Por su parte, los neutrófilos y linfocitos son dos tipos de células del sistema inmune que suelen elevarse en relación al tipo de infección: cuando la infección es bacteriana se suelen elevar los neutrófilos, y cuando es provocada por un virus, los linfocitos.
De forma más específica, los neutrófilos pueden elevarse en infecciones, inflamaciones sin infección, e incluso frente al estrés, ejercicio intenso o con la toma de determinados fármacos. Por otro lado, la disminución de neutrófilos o neutropenia suele deberse de forma más común a fármacos, aunque también puede ser provocada por virus y otras afecciones. Finalmente, los eosinófilos son un tipo especial de célula del sistema inmune cuya elevación se relaciona con las alergias, las infecciones por parásitos y también con la toma de algunos fármacos.
La disminución de cualquier de estos parámetros de forma aislada no suele ser importante, pero debe valorarse en el conjunto de la analítica y los signos y síntomas de cada paciente.
Transaminasas, GGT, FA, bilirrubina y la albúmina
Dejando de lado el hemograma, podemos pasar a la bioquímica, un tipo de analítica que suele analizar el buen funcionamiento de diferentes órganos, entre los que destaca el hígado y el riñón. Por un lado, en cuanto al hígado se refiere, los parámetros más comúnmente estudiados son las transaminasas (GOT/AST, GPT/ALT), la GGT, la FA, la bilirrubina y la albúmina.
Cuando se elevan las transaminasas (más de 45 UI/ml), la causa más común suele ser la inflamación o lesión hepática, ya sea por virus o bien por la toma excesiva de alcohol o una mala dieta de forma continuada. Cabe destacar que la GOT puede elevarse también en lesiones de corazón o en lesiones musculares, por lo que la GPT sería más sensible y específica para el hígado.
Por su parte, si se elevan la GGT (más de 50 UI/ml) junto a la Fosfatasa Alcalina o FA (más de 130 mg/dl) y la bilirrubina total (más de 1.1 mg/dl), la causa suele ser una obstrucción de la vía biliar, es decir, las típicas "piedras en la vesícula". En este caso, la FA también puede elevarse en lesiones de hueso, riñón o intestino, por lo que su elevación aislada no tiene un significado específico.
Finalmente, la albúmina es la proteína más abundante en sangre, y su disminución puede implicar o bien desnutrición o bien problemas de insuficiencia hepática. De nuevo, de forma aislada puede no significar nada o bien requerir más estudios al respecto.
En lo que respecta al páncreas, el parámetro que más suele usarse para intuir una lesión en el mismo es la amilasa, cuya elevación mínima no tiene significado alguno (cualquier inflamación abdominal puede elevarla), pero cuando multiplica por tres su límite, sí suele relacionarse con una lesión de páncreas.
Creatinina y filtrado glomerular
Por otro lado, entre los parámetros que más se analizan en el riñón, están la creatinina y el filtrado glomerular. La primera de ellas, la creatinina, es un producto de degradación del metabolismo muscular: si hay poca masa muscular también habrá poca creatinina, por lo que su elevación o disminución aislada sin el filtrado glomerular no es suficiente.
En este caso, los valores normales de creatinina puede oscilar entre 0,50 y 1,1 dependiendo de la edad y el laboratorio de referencia. Por su parte, el filtrado glomerular o FG es normal cuando es superior a 90 ml/min. Valores inferiores a este parámetro pueden implicar una mala función renal, y en muchas ocasiones requieren analíticas de control. De nuevo, se debe valorar en el conjunto de la analítica, ya que puede disminuir en estados de deshidratación puntual (como el caso de los vómitos y/o diarrea de una gastroenteritis).
Sodio, potasio y calcio
Dejando los parámetros específicos de lado y teniendo en cuenta unos perfiles más generales, tenemos los parámetros metabólicos, como los iones en sangre (sodio, potasio, calcio), los parámetros del hierro, el azúcar o glucosa, los triglicéridos o grasas y el colesterol.
En cuanto a los iones, el más importante es el sodio (valor normal entre 135 y 145), cuya disminución o variación suele deberse a una alteración en la ingesta de agua: beber demasiada agua o líquidos a diario puede disminuir el sodio (hiponatremia), y beber excesivamente poco o deshidratarse puede aumentar el sodio (hipernatremia). Una variación leve de estos parámetros no tiene demasiado significado y puede solucionarse tan solo controlando la ingesta de agua, pero cuando se alteran en exceso puede llegar a requerir un ingreso hospitalario.
Por su parte, el potasio o K es un ion un poco más secundario (valor normal entre 3,5 y 5,5), el cual suele alterarse en menor medida, aunque suele afectarse sobre todo por la dieta. Tanto su aumento como disminución leve pueden solucionarse de forma similar al sodio, ajustando la dieta. Cuando existen variaciones más graves, también pueden llegar a requerir medicación o incluso ingreso hospitalario; en este caso deberá valorarse por parte de un médico.
Finalmente, el calcio o Ca es el ion más relacionado con la salud ósea y la osteoporosis, aunque tiene multitud de funciones más en el organismo. Su valor oscila entre 8,5 y 10,2, unos valores que pueden variar entre laboratorios. Su disminución se ha relacionado con la fragilidad ósea y suele deberse a una dieta deficiente en el mismo, o incluso a una baja exposición solar (la vitamina D es necesaria para absorber el calcio, y el 90% de la misma se crea gracias a la exposición solar). Asimismo, un aumento del calcio en sangre puede provocar dolores musculares e incluso lesiones renales.
Glucosa, HbA1c, colesterol y triglicéridos
Aunque existe cierta obsesión con el azúcar, colesterol y grasa en sangre, los más recientes estudios afirman que los alimentos basados en estos nutrientes en especial no suelen ser los culpables de su elevación en sangre: comer alimentos ricos en colesterol y/o grasa no suele elevar ambos parámetros, sino que una mala dieta basada en ultraprocesados y un exceso de calorías serían realmente los culpables.
En cuanto al azúcar o glucosa en sangre, un valor normal en ayunas debería ser menor de 100, ya que un valor entre 100 y 125 se denomina "prediabetes" si se encuentra en dos analíticas diferentes, y valores superiores a 126 en dos analíticas diferentes pueden catalogarse de diabetes. Sin embargo, este no es el parámetro más adecuado para diagnosticar ni para controlar a largo plazo esta enfermedad, ya que hay otro mejor: la hemoglobina glicosilada o HbA1c. Una HbA1c superior a 6,5% en dos analíticas diferentes es diagnóstico de diabetes, y se correlaciona muy bien con los niveles de glucosa en sangre de los tres o cuatro meses anteriores. Si se encuentra entre 5,5% y 6,5% en dos analíticas diferentes se puede llamar "prediabetes".
Por su parte, tenemos el colesterol y los triglicéridos o grasas en sangre, dos parámetros que se han relacionado con un aumento del riesgo cardiovascular, aunque los últimos trabajos no encuentran evidencias de que el colesterol o la grasa de la dieta en general aumenten dichos parámetros de forma directa.
Por un lado, un valor de colesterol total mayor de 200 se considera excesivo, aunque no siempre significa un aumento de riesgo cardiovascular. El colesterol se subdivide en colesterol LDL (mal llamado colesterol malo) y colesterol HDL (mal llamado "colesterol bueno"); un aumento de LDL mayor de 150 se ha relacionado con mayor riesgo cardiovascular según las guías médicas actuales, y un valor menor de 35 en hombres o menor de 40 en mujeres también. Por tanto, jamás se debe mirar el colesterol total de forma aislada, sino también tener en cuenta sus dos subunidades.
Cabe destacar que, en el caso del colesterol LDL, existen casos donde se busca reducirlo a menos de 100, o incluso menos de 70, si se sufren otras enfermedades como diabetes, hipertensión o algún antecedente de ictus o infarto cardíaco.
Para terminar, tenemos el caso de los triglicéridos, los cuales son considerados elevados a partir de 150-200 mg/dl según el laboratorio. Unos valores superiores a 400 mg/dl pueden desajustar completamente la analítica, pues el colesterol LDL se calcula mediante una fórmula que tiene en cuenta los triglicéridos, y valores tan elevados pueden dar resultados inciertos de dicho colesterol.
Hierro, ferritina, transferrina, TSH y tiroxina
Para finalizar, tenemos algunos parámetros más que suelen aparecer en una analítica general: el perfil del hierro y la tiroides. Por su lado, cuando se pide el perfil del hierro en sangre, no solo miramos el hierro circulante en la sangre (valores normales entre 60 y 170 mcg/dl), sino también los depósitos de hierro o ferritina (valores normales entre 12 y 150 ng en mujeres y entre 12 y 300 ng en hombres), además del transportador de hierro, la llamada transferrina (valores normales entre 200 y 400 mcg/dl) y su funcionamiento o saturación de transferrina (valores normales entre 15 y 35% de media).
Contrariamente a lo que se suele pensar, el parámetro más importante para detectar una anemia por falta de hierro no es el hierro, sino el funcionamiento de su transportador (saturación de transferrina) y sus depósitos (ferritina). Si existe una anemia con un VCM bajo y estos dos parámetros bajos, hay una gran probabilidad de que se trate de una anemia por déficit de hierro.
Finalmente, respecto a la glándula tiroides, los dos parámetros que más suelen aparecer en las analíticas son la hormona estimulante del tiroides o TSH (valor normal entre 0,4 y 4 ml U/L) y la T4 o tiroxina (valores normales entre 4,5 y 11 mcg/dl).
Cuando existe una elevación de TSH y una disminución de la T4, nos encontramos ante un hipotiroidismo. Y al revés, ante una disminución de TSH y un aumento de la T4, existe un hipertiroidismo. Sin embargo, existen multitud de ocasiones donde tan solo uno de ambos parámetros se altera, y muchas de ellas no requieren tratamiento sino tan solo seguimiento analítico (siempre que no existan síntomas asociados). Asimismo, cabe destacar que los valores de estas hormonas pueden verse alterados por determinadas situaciones, como el embarazo.