En el momento actual los movimientos antivacunas, hasta ahora más activos en EEUU, han empezado a causar estragos también en diversos países de Europa. Sin ir muy lejos, el sarampión, una enfermedad cuya vacunación existe desde hace décadas, ha vuelto a causar brotes en Europa: 21.000 casos y hasta 35 muertes solo en 2017, destacando un repunte del 400% respecto al año anterior según la OMS. De hecho, recientemente en Navarra se ha detectado un nuevo brote en un joven de 22 años y un bebé de 20 meses, ambos no vacunados.
Los movimientos antivacunas esgrimen entre sus mensajes de miedo algunas afirmaciones tales como que "las vacunas causan autismo", "existen toxinas en las vacunas" o incluso que "ya no hace falta vacunar a los niños porque ya no hay brotes de enfermedades infecciosas". Estos y otros mitos han sido desmentidos por la evidencia científica actual, y la OMS ha recopilado los ocho más extendidos en un documento divulgativo en su página web.
Si existe buena higiene, saneamiento y agua potable, la vacunación es innecesaria
Si bien es cierto que el aumento de la calidad y la esperanza de vida en el mundo occidental se debe en gran parte a las mejoras en la higiene y el saneamiento general, se trata de un concepto diferente del que pretenden mejorar y proteger las vacunas. Estas medidas disminuyen el riesgo de contagio y extensión de las enfermedades infecciosas, pero no acaban totalmente con dicho riesgo.
Si se eliminase totalmente la vacunación, volverían los brotes de enfermedades infecciosas, ya que la denominada "inmunidad colectiva" o "inmunidad de grupo" desaparecería totalmente. Muchas de las enfermedades infecciosas conocidas en la actualidad pueden propagarse y contagiarse de forma independiente a la higiene y saneamiento general. Y, de hecho, muchas de estas enfermedades siguen existiendo y causando estragos en países donde la vacunación o bien no está generalizada o es aún poco óptima. Por ello, dado la facilidad de viajar por el mundo que existe hoy en día, es más fácil contagiarse y transportar dichas enfermedades si se prescinde de la vacunación.
El caso del contagio del joven y el bebé de Navarra es un buen ejemplo de este tipo de transmisión, dado que el joven no vacunado contrajo el sarampión en la India y posteriormente inició el brote en nuestro país entre otros individuos no vacunados.
Las vacunas no son seguras
Existe una creencia generalizada entre los grupos antivacunas que sugiere que las vacunas no son seguras y pueden ser incluso peligrosas. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud aclara que esto no es cierto: las vacunas son seguras, y todas ellas son sometidas a un gran número de rigurosas pruebas a lo largo de diferentes ensayos clínicos, y siguen siendo evaluadas tras ser comercializadas -y tras haber demostrado su seguridad-.
Como cualquier otro medicamento, las vacunas pueden tener efectos adversos, pero hasta el día de hoy dichos efectos casi siempre se han catalogado como leves y temporales -como dolor o leve febrícula tras la vacunación-. Si se producen efectos adversos graves, son inmediatamente investigados y notificados. Según la OMS, los beneficios de la vacunación superan ampliamente a los riesgos.
Las infecciones naturales pueden proporcionar mejor inmunidad que las vacunas
Otro de los mitos más extendidos entre los movimientos antivacunas es que las propias infecciones también pueden otorgar inmunidad natural, y que dicha inmunidad puede ser mejor que una vacunación artificial. De nuevo, la OMS discrepa de dicha afirmación: la vacunación es más segura que sufrir una infección previa.
En el momento actual existen diferentes formas de vacunación, usando o bien partes del microorganismo causante de la infección, o bien el microorganismo completo pero inactivo. Por ello, la vacunación produce una respuesta inmune similar a la que se generaría frente a una infección natural, pero sin llegar a causar dicha infección, otorgando a su vez la inmunidad necesaria para que el organismo pueda protegerse frente a la misma si se diese el caso.
En caso contrario, si se busca una inmunidad natural, las consecuencias pueden llegar a ser catastróficas dependiendo de la infección en cuestión. Por ejemplo, el mencionado sarampión, puede llegar a causar inflamación del sistema nervioso central y ceguera de por vida, dos complicaciones que no se producirán en caso de vacunación pero sí llegan a producirse en una infección natural.
No es necesario vacunarse contra infecciones que han desaparecido
Esta afirmación se cae por su propio peso gracias a casos como los mencionados brotes de sarampión en Europa: una enfermedad casi desaparecida ha vuelto debido a que diversos individuos han dejado de vacunarse. Precisamente la vacunación reglada y generalizada es la causante de que las enfermedades infecciosas queden controladas o incluso desaparezcan, como fue el caso de la viruela, o la polio. De hecho, la India estuvo dos años sin un solo caso declarado de polio gracias a la vacunación generalizada. Incluso Australia llegó a declararse libre de sarampión en el año 2005, pero los brotes de la enfermedad volvieron posteriormente.
En el caso de las vacunas, gracias a la desaparición de muchas enfermedades por su uso, muchos individuos han llegado a pensar que dejar de vacunarse es una opción dado que las enfermedades "ya no existen". Esto es un error de concepto, dado que la única enfermedad que realmente ha desaparecido en el mundo es la viruela, pero las demás continúan existiendo e incluso provocando cientos de muertes anuales. Mientras sigan existiendo en algún punto del planeta, la vacunación generalizada, si está disponible, será necesaria.
Recibir varias vacunas a la vez es peligroso
Entre muchos padres existe el temor de que poner más de una vacuna a la vez puede ser peligroso para los niños -o los adultos-. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, la evidencia actual descarta efectos negativos por la administración de más de una vacuna. En otras palabras, es seguro recibir más de una vacuna a la vez.
De forma cotidiana, tanto los adultos como los niños, se exponen a multitud de antígenos mediante el contacto con sustancias externas e incluso con el consumo de alimentos. Todas estas sustancias desencadenan respuestas inmunes en el organismo, el cual reconoce los peligros y actúa en consecuencia, y en muchas ocasiones actúa de forma simultánea contra varias exposiciones.
Con la vacunación sucede algo similar, la única diferencia es que se trata de una exposición a una o más sustancias de forma controlada y consciente.
No es necesario vacunarse contra la gripe de forma anual
Según datos de la OMS, el virus de la gripe llega a causar el fallecimiento de entre 300.000 y 500.000 personas cada año en todo el mundo. Los individuos con más riesgo de sufrir complicaciones por la gripe son las embarazadas, niños, ancianos y cualquier individuo con alguna enfermedad grave de base -como enfermedades pulmonares o cardíacas-. Todos ellos deben vacunarse, sin excepción, de forma anual, dado que el virus de la gripe tiene una elevada capacidad para cambiar y mutar, provocando que las vacunas anteriores sean poco útiles.
Cada año circulan en todo el mundo diferentes cepas de la gripe, y la vacunación intenta proteger a los individuos de los tres tipos de gripe mayoritarios, aunque no de todos, algo complicado. Durante la pasada campaña de 2017-2018, aunque se tuvo la percepción de que la vacuna de la gripe fue inútil, algunos estudios han señalado que se trata de una percepción errónea: en Estados Unidos la vacunación ha sido muy efectiva en niños, y un poco menos en adultos, pero se estima que la campaña de vacunación ha logrado evitar males mucho mayores.
Las vacunas contienen mercurio, por lo que son peligrosas
Según publicó el año pasado la revista Science, el origen del mito del mercurio se inició en 2005, cuando el abogado Robert F. Kennedy Jr -sobrino del expresidente JFK- habló para las revistas Rolling Stone y Salon sobre una supuesta conspiración del gobierno para encubrir las evidencias de que existía un compuesto en las vacunas llamado timerosal, un conservante de mercurio, que puede llegar a causar problemas cerebrales -como el autismo-.
Posteriormente, en el año 2011, la revista Salon se retractó y eliminó esta historia por considerarla fraudulenta, pero el año ya estaba hecho.
La realidad es que hasta el año 2001, varios años antes de esta entrevista, la Foods & Drugs Administration de Estados Unidos eliminó el timerosal de las vacunas. Este compuesto se usaba como conservante desde 1930, pero su concentración de mercurio era mínima, con el objetivo de proteger a las vacunas de la colonización de bacterias u hongos. Estas cantidades jamás demostraron causar ninguna de las complicaciones argumentadas por Kennedy.
En EEUU algunas vacunas de la gripe siguen usando este compuesto, pero se ha eliminado de todas las vacunas que vayan a usarse en niños. En España, ninguna vacuna lleva dicho compuesto ni otros derivados del mercurio.
Las vacunas causan autismo
Finalmente, el mayor mito asociado a las vacunas es su potencial riesgo de producir autismo. Dicho mito se originó tras un estudio publicado en The Lancet en 1998 por parte del médico Andrew Wakefield, quién sugirió que la denominada vacuna triple vírica -sarampión, paperas y rubeóla- es capaz de desarrollar esta enfermedad neurológica. Tras la publicación de este trabajo, solo en Inglaterra, la vacunación en niños de 2 años de derrumbó por debajo del 80%.
Posteriormente, en el año 2004, el periodista Brian Deer abordó los posibles conflictos de intereses que había escondido Wakefield: había solicitado una patente para una vacuna propia contra el sarampión, y un bufete de abogados que quería demandar a las compañías responsables de la vacuna triple vírica le pagaron para alterar los resultados de su estudio. Este mismo año, en 2004, los otros autores del trabajo decidieron retirar sus nombres del mismo y dejaron solo a Wakefield. Asimismo, ese mismo año, el Instituto de Medicina revisó estas evidencias en EEUU, Dinamarca, Suecia y Reino Unido, sin detectar relación alguna entre vacunas y autismo.
Poco después, en el año 2010, The Lancet se retractó y retiró esta publicación de su revista. Asimismo, poco después, el Consejo Médico General del Reino Unido retiró de forma permanente la licencia médica a Wakefield, el cual no puede ejercer la medicina en este país.
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