En 2016 un equipo de investigadores de la Universidad Médica de Harbin en China anunció el primer trasplante de cabeza de un mono vivo al cuerpo de otro mono, lo que en su día fue todo un hito para la ciencia, conservando la actividad cerebral de la cabeza trasplantada hasta 20 horas después. Posteriormente, en 2017, el neurocirujano italiano Sergio Canavero anunció ser capaz de crear un roedor de dos cabezas, logrando que viviese hasta 36 horas. Para este científico, este fue el primer paso al futuro trasplante de una cabeza humana, un objetivo que lleva años anunciando a bombo y platillo.
Ahora, un grupo de científicos de la Universidad de Yale han ido un poco más allá, logrando mantener vivo el cerebro de cerdos durante 36 horas, según el portal MIT Technology Reviews. Para ellos, este sería el primer paso para "vencer a la muerte", o al menos para intentarlo.
El nuevo experimento, llevado a cabo por Nenad Sestan y sus colegas de la Universidad de Yale, fue presentado hace un mes en una reunión en los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, en la cual se comentaron los posibles problemas éticos de realizar estudios de este tipo; y también la posibilidad de poder realizarlo en cerebros humanos con el objetivo de extender la vida más allá de la muerte tal y como la conocemos hoy en día.
En total, Sestan y su equipo experimentaron con entre 100 y 200 cerdos de un matadero usando un sistema de sangre artificial, calentadores y bombas, pudiendo así mantener la circulación cerebral de los animales que habían sido decapitados hasta 4 horas antes. Su técnica, a la cual denominan "BrainEx", mantuvo los órganos de estos mamíferos "vivos" durante 36 horas. Aunque el término "vivo" puede no ser el más adecuado.
Si bien es cierto que los cerebros de los cerdos decapitados emitían actividad cerebral mediante estudios de electroencefalografía, las ondas eran planas, de la misma forma que se registrarían en un cerebro en coma. Por tanto, aunque estos órganos recibían circulación sanguínea, no existe evidencia de que fueran conscientes y funcionales.
Aún así, Sestan y sus colegas afirman que miles de células cerebrales analizadas en los cerdos estaban en buen estado y eran funcionalmente activas. Esto, teóricamente, implicaría que los cerebros estaban vivos. Aunque no se puede asegurar que estuviesen conscientes. Se trata de un argumento biológicamente simplista, ya que no es lo mismo conservar "vivo" un órgano como un riñón, un hígado e incluso un corazón que un cerebro.
Un estudio no publicado
Por el momento, los investigadores no han publicado sus hallazgos en ninguna revista científica, por lo que no existen muchos detalles respecto a su experimento -y tampoco pretenden revelar más hasta su publicación-.
El problema, por el momento, es la gran cantidad de conflictos éticos que rodean a los hallazgos que se saben hasta la fecha. Extrapolar este experimento a cerebros humanos podría ser dudosamente moral, aunque tendría sus ventajas, como el hecho de poder mejorar el estudio sobre cerebros sanos e intactos con mayor detalle tras la muerte de su "dueño".
La técnica usada, BrainEx, no es muy diferente a la que ya se usa para preservar órganos como corazones o riñones, aunque un cerebro es más complejo de preservar. La idea de los investigadores con dicha técnica es estudiar más a fondo las células cerebrales, algo que otorgaría mayor conocimiento sobre enfermedades neurodegenerativas e incluso sobre cáncer cerebral.
En la presentación en los Institutos Nacionales de Salud, los investigadores aseguraron que era posible que su técnica funcionase con el cerebro de cualquier especie. Aún así, no quisieron asegurar que en un cerebro humano se pudiese conservar la consciencia como tal, ya que "el cerebro animal no tiene conocimiento de nada", según aseguró el mismo Sestan.
Noticias relacionadas
- El científico que se bebió un caldo de bacterias, casi muere y acabó ganando el Nobel
- El astrónomo miope y daltónico que nos hizo creer en marcianos
- Ésta es la razón por la que ves 'gusanitos' en tu campo visual (y no pasa nada)
- Células madre en el pene para hacerlo crecer: la última locura científica