Beber leche de vaca está cada vez menos de moda en España. Según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente que recoge la Federación Nacional de Industrias Lácteas (FENIL) en 2016 consumimos alrededor de 3.200.000 toneladas de leche líquida, un 9% menos de lo que ingerimos en 2010.
La aparición de productos vegetales como la leche de soja, de avena o de arroz está contribuyendo al descenso del producto tradicional, a lo que se suma la proliferación de teorías nada científicas sobre este alimento, como alertan los expertos.
Una de ellas compara al ser humano con otros mamíferos: si las demás especies solo beben leche cuando les amamantan, ¿por qué debemos seguir consumiéndola? "Hay muchas cosas que los humanos hacen y los animales no", responde tajante a EL ESPAÑOL Lluís Serra Majem, director del Instituto Universitario de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias de Las Palmas.
Como recuerda el catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la leche la consumimos a partir del Neolítico y antiguamente era un bien escaso reservado a niños y a enfermos. Los derivados lácteos nacieron de la necesidad de preservar la leche en las épocas de apareamiento y consumirla todo el año en forma de queso.
"No es un caprichito de un bloguero iluminado. Es el fruto de miles y miles de años de historia y cultura antropológica ligada al entorno que ha permitido mejoras en la esperanza de vida y en la talla", recalca el médico.
Desde el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario del Principado de Asturias (SERIDA), la responsable del Programa de Valor Nutritivo, Begoña de La Roza, sostiene que no hay ningún motivo para dejar de consumir leche tras el destete. "La proteína de la leche tiene un contenido en aminoácidos esenciales muy interesante", declara a este medio.
Según los científicos, la ingesta de leche es una muestra más de la evolución humana. "Las malas cosechas y las hambruna hicieron que nuestros antepasados evolucionaran y adquirieran habilidades para la supervivencia y una de ellas fue poder extraer la leche de los animales", describe a EL ESPAÑOL Maira Bes-Rastrollo, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y miembro de CIBEROBN, el Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición.
Diferencias entre intolerancia y alergia
Otro fenómeno muy extendido es la intolerancia a la lactosa o, sin llegar a ese punto, personas que no toman leche de vaca porque afirman que les sienta mal. Los expertos diferencian entre alergia a la proteína de esta leche e intolerancia a la lactosa, que es un carbohidrato.
"Cuando se habla de alergia el sistema inmune se ve involucrado y provoca diferentes reacciones como picores, rojeces o vómitos. Se diagnostica con un análisis de sangre para medir el anticuerpo involucrado (inmunoglobulina E) y se tiene que evitar consumir cualquier producto derivado de la leche de vaca", señala a este medio Anaïs Rico, investigadora farmacéutica y nutricionista del Proyecto SUN de la Universidad de Navarra y también miembro de CIBEROBN.
En el caso de la intolerancia a la lactosa, Rico explica que el sistema involucrado es el digestivo y se produce cuando una enzima (la lactasa), que se encarga de procesar la lactosa, no se produce o se hace de forma insuficiente, provocando dolor, hinchazón, flatulencias o diarrea. Se calcula que entre 10% y un 15% de la población mediterránea presenta esta intolerancia, que se soluciona consumiendo productos sin lactosa.
Según Serra Majem, este problema es más frecuente en civilizaciones que han ingerido poca leche de vaca. Por su parte, sobre quienes afirman que les sienta mal la lactosa, De la Roza se pregunta: "¿Cómo pueden saber que es precisamente la lactosa lo que les sienta mal? En personas sin ningún trastorno metabólico es absurda esa afirmación".
En Estados Unidos hay quienes eligen la soja en lugar de la leche de vaca porque no contiene lactosa y no les causa intolerancia, aunque también pueden influir razones éticas y preocupaciones ambientales, como cuenta a EL ESPAÑOL Christopher Gardner, del Centro de Investigación en Prevención Stanford (EEUU).
"En comparación con las prácticas agrícolas de las plantas, las relacionadas con las vacas lecheras pueden tener un impacto relativamente más negativo en los gases de efecto invernadero y en el uso del agua", apunta Gardner.
No aumenta el riesgo de cáncer
En los últimos años, cada vez hay más estudios que vinculan algunos alimentos con un mayor riesgo de desarrollar determinados tipos de cáncer. Los expertos consultados niegan que la leche sea uno de ellos.
"No hay trabajos que vinculen el consumo de lácteos con un aumento del riesgo de padecer cáncer", asegura a este diario Manuela Juárez, profesora de investigación del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CSIC-UAM) que colabora con FENIL.
La científica puntualiza que aunque la leche contenga estrógenos y se haya podido atribuir su presencia a una incidencia potencial de cáncer, sus niveles en leche son bajos para tener un efecto fisiológico. "En leches comerciales no se ha detectado actividad estrogénica significativa", subraya.
En cuanto a estudios que alertan del consumo de leche como un factor de riesgo para el cáncer de ovario y de próstata, Bes-Rastrollo especifica que la relación parece asociarse con altas ingestas de galactosa (un azúcar) y de calcio respectivamente. "La evidencia es insuficiente y sería necesario realizar más investigación", matiza la experta, que recomienda no exceder de dos vasos de leche diarios en adultos.
Los médicos sostienen que la leche es beneficiosa para algunas enfermedades como la obesidad, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. Algunos estudios incluso la asocian con un menor riesgo de desarrollar cáncer de colon.
Entera, semi o desnatada
La eterna pregunta: ¿es más saludable beber leche entera, semidesnatada o desnatada? "Sin duda entera, sobre todo en los niños y adolescentes sanos", afirma Juárez. No obstante, otros expertos consideran preferibles las opciones desnatadas o semidesnatadas porque incluyen niveles más bajos de ácidos grasos saturados.
"Se recomienda consumir lácteos preferiblemente bajos en grasa, sobre todo en personas con sobrepeso u obesidad, aunque se pueden consumir lácteos semidesnatados o enteros por sus beneficios, siempre dentro de un patrón alimentario mediterráneo y un estilo de vida saludable", indica Rico. Los beneficios de la leche que no se desgrasa tienen que ver con la presencia de vitaminas como las A y D, importantes para el buen funcionamiento del cuerpo.
Salvo en los seis primeros meses de vida, los científicos reconocen que la leche no es imprescindible para la vida, pero eso no significa que no sea positivo ingerirla. "Podemos vivir sin leche, sin pescado, sin soja, sin chocolate y sin muchos alimentos, pero es probable que los niños en edad de crecimiento que no tomen lácteos crezcan menos que los que sí tomen. Así se ha observado en Suecia y en otros países", concluye Serra Majem.