La fatiga es uno de los efectos secundarios más visibles de casi cualquier tratamiento frente al cáncer. El organismo se agota de recibir fármacos que matan a esas células que se han puesto a multiplicarse de forma incontrolada y que no retroceden ante nada, a no ser que se les haga retroceder artificialmente. También la radioterapia cansa y lo hace sin duda el someterse a una cirugía para extirpar casi cualquier tumor. La fatiga es también uno de las consecuencias de la inmunoterapia y de casi cualquier otra alternativa para cercar a los tumores malignos.
Ante esta situación hay quien podría deducir que el mejor consejo para los pacientes de cáncer es, por lógica, descansar. Relajarse y recuperar fuerzas para cuando la química -o lo que sea- haga su efecto y se pueda volver a la vida normal y a los aburridos consejos que la acompañan, dieta sana y ejercicio en el top.
Pero nada más lejos de la realidad, al menos según la evidencia científica que maneja la Sociedad de Oncología Clínica de Australia (COSA), la entidad que agrupa a los principales especialistas de cáncer del país, que ha publicado un documento en el que pide incluir la práctica de ejercicio como una pata más en el abordaje multidisciplinar contra el cáncer.
Los oncólogos son, además, muy específicos y recomiendan recetar una práctica deportiva concreta. Ésta sería, al menos, de 150 minutos de deporte aeróbico de intensidad moderada o 75 minutos de ejercicio vigoroso, lo mismo que recomiendan organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) a todo el mundo, pero con un complemento adicional: entre dos y tres sesiones de ejercicios de resistencia cada semana, dirigidos a fortalecer los principales grupos musculares.
Entre el deporte aeróbico, los oncólogos recuerdan que se encuentra desde un paseo a buen ritmo hasta la natación, pasando por el running o el ciclismo, entre otros). En el extra, se pide a los pacientes de cáncer que hagan ejercicios como levantar pesas o hacer abdominales.
La razón por la que el deporte se ha convertido en una pata más del tratamiento contra el cáncer es que su práctica ayuda a mejorar las toxicidades y los efectos adversos de la terapia anticáncer y no sólo las físicas, sino también las psicológicas. "Los datos son muy potentes y el ejercicio ya se prescribe tanto en Australia como en Reíno Unido", explicó a Medscape la vicepresidenta de la Sociedad Americana contra el Cáncer, Catherine Alfano.
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