Pietro Tullio fue un biólogo italiano que realizó experimentos a comienzos del siglo XX que hoy resultarían éticamente reprobables: se dedicaba a taladrar pequeños agujeros en las cabezas de los pájaros para ver qué pasaba. Y, aunque suene sádico, así descubrió el que se conoce hoy en día como fenómeno de Tullio, un tipo de mareo relacionado con el sonido que también afecta a los seres humanos.
Esencialmente, lo que descubrió el biólogo italiano fue que estas perforaciones en palomas, cuando afectaban a los canales semicirculares de sus oídos internos, provocaban que los pájaros se volviesen extremadamente sensibles a la exposición de ciertos tonos. Llegaban a sufrir desorientación y serios problemas de equilibrio.
Este fenómeno no es específico de las aves ni mucho menos. Hasta uno de cada 100 seres humanos sufre la llamada dehiscencia del canal superior o semicircular, es decir, huesos del oído interno delgados o inexistentes. Se trata de una condición congénita, y es la causa más común de fenómeno de Tullio. Ahora, un nuevo trabajo publicado en Scientific Reports ha logrado explicar por qué esta condición da lugar a este raro tipo de vértigo.
Cuando te mareas por tararear
Como bien describe el ingeniero biomédico Richard Rabbit, de la Universidad de Utah, el fenómeno de Tullio en seres humanos llega a causar náuseas, vómitos, mareo y pérdida de equilibrio que puede provocar también la pérdida de conciencia. Una sensación muy similar a la producida por un exceso de consumo de alcohol.
Para descubrir por qué se produce tal fenómeno en humanos, Rabbit y su equipo han comprobado qué sucede cuando se evocan ciertos sonidos tales como notas musicales, sonidos de conversación o simples cambios de presión atmosférica. En otras palabras, han intentado descubrir cómo ciertos tonos excitan los órganos del equilibrio del oído interno, y por qué este envía información incorrecta al cerebro.
Al inicio de sus investigaciones, Tullio ya descubrió que este fenómeno causa también un movimiento involuntario y rápido de los ojos: nistagmo ocular. Dicho movimiento es un reflejo automático, cuya misión es intentar reestablecer el equilibrio mediante una estabilización visual durante los movimientos del cuerpo.
Sin embargo, cuando se sufre dehiscencia del canal superior, este movimiento ocular es desencadenado erróneamente cuando se escucha determinados sonidos, aunque el cuerpo esté quieto y en reposo, lo que da lugar al mareo y el vértigo a pesar de estar sentado. Es lo que le ocurre al protagonista del vídeo, que empieza a perder el control de su cuerpo con solo tatarear.
Modelos virtuales para explicar el fenómeno
Durante el estudio, Rabbit y sus colegas usaron modelos computerizados para simular el movimiento de los fluidos del equilibrio del oído interno. Además, también examinaron la biofísica del pez sapo y las ostras, cuyos órganos del equilibrio -por extraño que pueda parecer- son similares a los del ser humano.
Estos fluidos se mueven de forma continua cuando los humanos movemos la cabeza, pero de forma suave, con el objetivo de mantener el equilibrio y evitar la sensación de mareo. Sin embargo, en la dehiscencia del conducto semicircular existen agujeros, perforaciones o incluso faltas de huesos, por lo que los movimientos de los fluidos son interrumpidos por el sonido.
Las ondas sonoras pueden llegar a engañar a los nervios internos, provocando un bombeo irregular del fluido en el oído interno, haciendo pensar al cerebro que se esta experimentando una aceleración de la cabeza. Y esto ocurre al escuchar casi cualquier tipo de sonido, como notas musicales o risas en determinadas tonalidades.
Actualmente la dehiscencia del canal semicircular tiene tratamiento, dado que puede solucionarse mediante cirugía. Sin embargo, hasta este estudio no se sabía por qué se producía el fenómeno.
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