Es un mantra en la medicina moderna, que sufrir un infarto o cualquier otra enfermedad cardiovascular no es lo mismo ahora que hace unos años. Los avances en medicina han conseguido que estas patologías reduzcan su mortalidad en más de 15 puntos en los últimos 15 años, pero hay un problema: esa reducción no ha sido igual en unas regiones que en otras.
Así, un estudio recién presentado en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares SEC 2018 ha puesto de manifiesto lo que para muchos era hasta ahora una sospecha: que los pobres mueren más por estas dolencias que los ricos.
Pero no sólo eso, los avances en mortalidad no van a la misma velocidad en las regiones más ricas que en las más castigadas por la pobreza. El resultado: la brecha de la mortalidad se ha ido incrementando estos años y lo ha hecho por comunidades autónomas (CCAA).
Es la principal conclusión de un trabajo de investigadores del Hospital Universitario La Paz y la Universidad Autónoma de Madrid, que ha analizado de forma retrospectiva la incidencia de muerte por enfermedad coronaria entre 2002 y 2015 en las distintas comunidades autónomas y también se ha fijado en la influencia sobre la misma del Producto Interior Bruto (PIB) y Producto Interior Bruto per capita (PIBpc) durante los mismos años, para llevar a cabo una correlación. Y los datos no han dudado en hablar.
Pero, primero, las buenas noticias. En la introducción del resumen de la presentación (pendiente aún de ser publicada en una revista científica), los autores son claros: "En las últimas dos décadas la mortalidad por enfermedad coronaria está disminuyendo en España y en Europa. Los datos publicados sugieren que esto se debe a la mejora de los tratamientos y al mejor control de los factores de riesgo".
Pero esta mejora ni es suficiente ni, sobre todo, es equitativa. Los autores, dirigidos por el cardiólogo Jaime Fernández de Bobadilla, definieron el grupo de CCAA con menor nivel económico como aquellas cuyo PIBpc era menos del 90% del promedio nacional. Las afortunadas resultaron ser Andalucía, Asturias, Castilla La Mancha, Extremadura, Galicia y Murcia. A continuación, las compararon con las el resto de las CCAA, las que tenía un PIBpc mayor del 90% del promedio nacional, y lo hicieron en varios parámetros: mortalidad coronaria entre los años 2002 y 2015 y reducción absoluta y relativa entre estas dos fechas.
En el año 2002 había una diferencia clara entre las comunidades autónomas más ricas y más pobres. Estas últimas presentaban un promedio de mortalidad por enfermedad cardiovascular de 105 por 100.000 habitantes, mientras que las primeras tenían 14 puntos menos, 91. En el año 2015, la situación había mejorado muchísimo para todos. Las regiones ricas presentaban una mortalidad de 70 y, las pobres, de 87.
Un análisis a simple vista permite ver que la mejora no es igual. Mientras que las regiones más favorecidas económicamente había reducido la mortalidad un 23%, las menos afortunadas lo habían hecho en un 18%. El resultado: las diferencias entre unas y otras se han acrecentado en los últimos años.
A los autores no les ha sorprendido tanto la relación entre el PIB y la mortalidad cardiovascular -ya apuntada en estudios previos- como la asociación con el PIBpc y, sobre todo, la evolución en comparación con ambos parámetros. Según los investigadores, es bien conocida la asociación entre la mala calidad de la dieta y la falta de recursos a causa no sólo del mayor precio de los alimentos frescos y de calidad pero, además, esta relación se da por "una cuestión educación y cultural".
Fernández destaca que uno de los motivos detrás de esto es el consumo de tabaco, algo más habitual en los hogares con menos renta, donde también se dedica un mayor presupuesto al alcohol. Por esta razón, el experto cree que habría que invertir en educación para la salud. "Debería ser una asignatura obligatoria y troncal desde primero de la ESO hasta segundo de bachillerato", recalca el cardiólogo.
[Más información: El peligro del colesterol 'bueno': daña a quienes ya han sufrido un infarto]