De nada sirven las dietas si no hemos aprendido primero a comer: este es uno de los principales axiomas de la Nutrición. Hay métodos de adelgazamiento radical que abocan no solo a un efecto rebote garantizado de nuestro peso, sino que provocan daños acumulativos sobre nuestra salud. Ambos riesgos pueden quedar atrás cambiando nuestra forma de alimentarnos: el recetario y los ingredientes están al alcance de la mano, y su efectividad está más que demostrada. ¿Pero cuál elegir?
Una dieta ovolactovegetariana -es decir, la que permite consumir productos lácteos y huevo pero excluye la carne y el pescado- es tan efectiva como la Mediterránea -caracterizada precisamente por el pescado, frutos secos, hortalizas, grano entero y aceite de oliva- a la hora de prevenir el riesgo cardiovascular. Sin embargo, un estudio publicado en Circulation, la revista de la Asociación Americana del Corazón, señala pequeñas pero importantes diferencias en su efecto sobre la salud.
El consumo de grasas de algunas carnes y pescados está directamente relacionado con los problemas de corazón. ¿Pero qué es más saludable? ¿Erradicar estos alimentos de nuestra dieta o limitarlos dentro de una alternancia variada con otros diferentes? Investigadores de la Universidad de Florencia y el Hospital Universitario de Careggi (Italia) se propuso comprobar ambas teorías, e incluso más allá: si la salud cardiovascular de un vegetariano empeoraría al empezar a comer, por el motivo que fuera, animales.
El trabajo comenzó por reclutar a 107 participantes entre los 18 y 75 años, con un factor en común: sufrían sobrepeso pero no enfermedades del corazón. Se dividió el grupo en dos mitades, y la primera se alimentó durante tres meses en base a una dieta vegetariana de restricción de calorías, con derecho a tomar lácteos y huevos. La otra mitad comió al estilo mediterráneo, con menús que incluían ave, pescado y carne roja ocasional, así como frutas, vegetales, legumbres y cereales.
Transcurrido el trimestre, tocó intercambiar la forma de comer entre un grupo y el otro -algo que, precisan los autores, lograron con éxito la "mayoría" de participantes y comensales. A final del segundo periodo, los científicos constataron resultados similares e igual de positivos en los sujetos independientemente del grupo en el que hubiesen empezado el ensayo. A saber: habían perdido 1,8 kilos de media, de los cuales el 75% correspondía a grasa corporal, vinculada a una mayor probabilidad de sufrir accidentes cardiovasculares.
Ahora, visto al microscopio, este adelgazamiento produjo diferentes resultados en función de la fase en la que se encontrase el sujeto. Con una dieta vegetariana, los investigadores observaron una reducción más efectiva del LDL, el famoso "colesterol malo" en contraposición con el "bueno", el HDL. Mantener los niveles de LDL en sangre por debajo de los 150 mg/dL es el baremo de control de riesgo cardiovascular, pero desciende hasta menos de 100 mg/dL cuando convergen otros factores de riesgo como la diabetes, la hipertensión o el tabaquismo. Con el huevo liberado de sospechas de contribuir al colesterol, la opción ovolactovegetariana parece en este caso la adecuada.
Sin embargo, comiendo al estilo mediterráneo, los que descendieron en mayor medida fueron los triglicéridos. Si el LDL forma las placas que pueden acabar provocando la obstrucción vascular, los triglicéridos contribuyen a la rigidez y estrechamiento de las arterias. Se trata de un riesgo ligado de forma aún más inmediata a la dieta, porque el riesgo de hipertrigliceridemia aumenta rápidamente si ingerimos más calorías que las gastamos energéticamente. Si nuestro problema son los malos hábitos al comer con excesos de grasa, azúcar y alcohol, la Dieta Mediterránea nos encauzará por la buena vía.
Conviene en cualquier caso tomar nota de qué tienen ambas formas de comer en común para aportar beneficios igualmente deseables, según Cheryl A. M. Anderson, de la Universidad de California y a cargo de la revisión del artículo. A saber: "Un patrón dietético rico en vegetales, legumbres, frutas, grano entero y nueces; un enfoque en la variedad, la densidad de nutrientes y la cantidad adecuada de comida; y la restricción al aporte energético en base a grasas saturadas". Es igualmente positivo, concluye la especialista, que existan opciones dietéticas sanas que puedan adaptarse a los gustos y valores de cada cual.
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