El exceso de alcohol pasa factura a nuestro organismo de diversas formas. Las más inmediatas suelen ser las resacas posteriores (una advertencia del organismo tras la falta repentina de esta sustancia), la deshidratación y el aumento de peso debido alto contenido de calorías sin nutrientes de las bebidas alcohólicas, y en numerosos casos, de azúcares.
Sin embargo, existe un fenómeno posterior al consumo de alcohol cuyos efectos no parecen preocupar a los consumidores de bebidas espirituosas. Se trata de la pérdida de memoria parcial o total, habitual tras someter al cuerpo a una exposición prolongada a esta sustancia.
Son las conclusiones que ha extraído el Centro de Estudios del Alcohol y otras Adicciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de Brown, en Massachussetts (EEUU). Según estudios previos, entre un 30 y un 50% de los jóvenes que beben habitualmente han experimentado dificultades para recordar momentos concretos durante el consumo.
"Sabemos que esta pérdida de memoria relacionada con el alcohol se asocia con otras consecuencias negativas", afirma Kate Carey. Esta profesora de Brown reconoce, sin embargo, que aún queda mucho terreno científico por explorar: "Aún desconocemos los efectos concretos que se producen en el cerebro tras una pérdida parcial o total de memoria".
Este estudio de 2004, publicado en el Instituto Nacional del Alcoholismo en Estados Unidos, trató de indagar sobre estas mismas cuestiones. Una de las conclusiones extraídas es que el consumo excesivo de alcohol afecta al hipotálamo, área fundamental del cerebro. Entre otras funciones, se encarga de la formación de nuestros recuerdos autobiográficos.
"Estudios como éstos (...) nos dan pistas de cómo podríamos intervenir para reducir estos posibles altos riesgos", argumenta Jennifer Merrill, otra de las colaboradoras del estudio. En el caso de la investigación realizada por la Universidad de Brown, se dividió en tres estudios consecutivos en los que participaron 50 universitarios de la costa este de Estados Unidos. También se envió una encuesta online a otros 350 participantes del resto del país.
En el primero de ellos, se realizó una serie de encuestas publicadas en Psychology of Addictive Behaviors donde los estudiantes reconocían ser conscientes de los riesgos que entrañaba la ingesta de alcohol con una alta gradación. Sin embargo, no sabían qué factores biológicos desataban la pérdida de memoria, o que la mezcla con otras sustancias podía potenciar este riesgo.
En el segundo estudio, del Psychology of Addictive Behaviors, se realizaban las siguientes preguntas: "¿Cuál es la típica reacción de una persona cuando trata de recordar eventos en los que consumió alcohol?"; "En general, ¿qué provoca que una pérdida de memoria sea una experiencia negativa, neutral o positiva?".
La mayoría del feedback que los investigadores recibieron fueron respuestas negativas, pero algunos participantes describieron la experiencia como "emocionante". Las opiniones de los estudiantes se modificaban debido a ciertos factores sociales. Por ejemplo, si durante ese período de tiempo hicieron algo vergonzoso. Estas respuestas también variaban según la opinión del resto del grupo de amigos.
El último estudio, publicado en Alcoholism: Clinical and Experimental Research, incluía un análisis del contexto lingüístico que rodea a este fenómeno. Los investigadores averiguaron que la expresión "beber para olvidar" era de uso común entre estos estudiantes.
En cuanto a los datos cuantitativos registrados por la encuesta telemática, casi el 50% de los participantes reconocieron haber vivido un episodio de pérdida de memoria durante el mes anterior. Kate Carey confía en que los resultados de sus estudios estimulen una mayor prevención educativa respecto al consumo excesivo de alcohol. "Espero que, al centrarnos en esta consecuencia en concreto, se abran nuevas vías para frenarlo".
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