Durante el pasado año 2016, solo en Europa, hubo 4.3 millones de muertes por causa cardiovascular, y hasta 2.1 millones de dichas muertes se podrían relacionar con la mala alimentación generalizada. Entre todas ellas, 900.000 muertes se produjeron dentro de los 28 estados de la Unión Europea, seguidas de las 600.000 muertes en Rusia y las 250.000 muertes en Ucrania.
Se sabe que el 30% y el 50% de dichas muertes por causa cardiovascular podrían prevenirse solo con mejoras en la nutrición, o al menos eso es lo que afirma un reciente estudio publicado en la revista European Journal of Epidemiology, a cargo de los investigadores de la Universidad Martin Luther Halle-Wittenberg (LMU), la Universidad Friedrich Schiller Jena, el grupo nutriCARD y la Universidad de Washington.
Entre todos ellos han analizado datos de 51 países, los cuales se incluyeron en el Global Burden of Disease Study entre los años 1990 y 2016. Y, curiosamente, existían diferencias significativas entre países muy cercanos entre sí, o que más o menos deberían seguir una dieta similar: España tiene una de las menores mortalidades de índole cardiovascular en relación a la nutrición, mientras que Italia o Reino Unido tienen una elevadísima mortalidad en dicho sentido.
La alimentación, clave para reducir la mortalidad cardiovascular
Aunque el estudio sugiere que solo se estudian países europeos, la realidad es que entre los 51 países estudiados y denominados como "región europea" hay países de la Unión Europea, países europeos fuera de la UE, y estados de Oriente Medio y Asia Central, como Armenia, Azerbaiyán, Israel, Kazajstán, Kirguistán, Tayikstán, Turquía, Tuerkmenistán y Uzbekistán.
Se tuvieron en cuenta diferentes factores, algunos más típicos como la edad y el sexo, pero otros más específicos como 11 tipos de enfermedades cardiovasculares y hasta doce grupos de alimentos cuyas cantidades (exceso o déficit) habrían demostrado colaborar en el aumento de riesgo cardiovascular.
Aunque destaca el hecho de que la mortalidad general ha disminuido durante los últimos 26 años, el número de muertes por causa cardiovascular relacionadas con la dieta sí ha aumentado entre los años 2010 y 2016, siendo 25.600 muertes más en Europa Occidental y 4.300 muertes más en Asia Central. Aunque existen otros factores de riesgo a tener en cuenta, una dieta equilibrada habría disminuido multitud de muertes prematuras según los investigadores responsables del trabajo, concretamente hasta 1 de cada 5 muertes prematuras.
Aunque típicamente se suele hablar de "aumentar el consumo de fruta y verdura" o "disminuir el consumo de sal y azúcar", este trabajo ha sido más específico y ha analizado hasta 15 factores alimentarios, identificando 12 de ellos como claves para disminuir el riesgo cardiovascular asociado a la dieta: el consumo de fibra, fruta, legumbres, frutos secos y semillas, ácidos grasos poliinsaturados (PUFA), ácidos grasos omega-3 procedentes del marisco, verduras, granos integrales, carne procesada, sodio, bebidas azucaradas y ácidos grasos trans.
Se tuvo en cuenta no solo el consumo de todos estos factores alimentarios, sino también el nivel de exposición a los mismos (cantidad), los efectos dependiendo de la enfermedad, y el número total de muertes asociados a los mismos, basándose en dietas estándar de 2.000 kcal/dia y según las recomendaciones actuales de la FAO.
Por ejemplo, según dichos datos, idealmente se deberían consumir entre 19 y 28 g de fibra al día, entre 200 y 300 g (2-3 piezas) de fruta al día, y una media de 50-70 g de legumbres al día; así mismo, el consumo de frutos secos y semillas debería rondar los 15-25 g diarios, y las verduras deberían llegar a los 300-450 g al día. Finalmente, los granos integrales deberían representar entre 100 y 150 g diarios, mientras que la carne procesada no debería superar los 4 g diarios de media. Finamente, el sodio ("sal") y las bebidas azucaradas deberían representar menos de 5 g de cada uno por día; los ácidos grasos trans deberían ser desterrados de la dieta, según la nueva normativa de la OMS.
Tras realizar diversos ajustes estadísticos, se demostró que había cinco grupos de alimentos en particular a los cuales se les podían atribuir más del 10% de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, a cada uno: una dieta baja en granos integrales (20.4% del riesgo), dieta baja en frutos secos y semillas (16.2% del riesgo), dieta baja en frutas (12.5% del riesgo), dieta alta en sodio (12% del riesgo) y dieta baja en ácidos grasos omega-3 o PUFA procedentes del marisco (10.8% del riesgo). En cifras, esto significaría que una dieta baja en granos enteros se relacionaría con 429.220 muertes, mientras que una dieta baja en PUFA se relacionaría con hasta 227.276 muertes solo durante el año 2016.
La Dieta Mediterránea ha muerto, larga vida a la Dieta Española
Dentro del estudio, dado que la "región europea" que se tuvo en cuenta es muy heterogénea, la cantidad de muertes cardiovasculares atribuibles a la dieta también discrepan significativamente. Por ejemplo, las regiones de Europa del Este y Asia Central serían las que más muertes de causa cardiovascular atribuibles a la dieta tendrían, representando 937.000 y 227.000 muertes solo en 2016, respectivamente. Por su parte, en Europa Oriental se observó un mayor número de muertes respecto a Europa Occidental, siendo Rusia con 599.000 muertes en total el país con peores datos, seguido de Ucrania con 253.000 muertes.
Cuando se tuvo en cuenta la edad y el género, los hombres acababan mal parados: en Europa Occidental, los hombres más mayores eran los más afectados por muertes cardiovasculares relacionadas con la alimentación, aumentando un 15% su riesgo a partir de los 50 años. De las 601.000 muertes registradas en 2016 por esta causa, 420.000 eran en hombres y solo 181.000 en mujeres.
En nuestra región, Europa Occidental, países como Alemania, Italia y Reino Unido copan el ranking de muertes cardiovasculares relacionadas con la dieta, con 165.000, 97.000 y 75.000 muertes por dicha causa solo en 2016, respectivamente. En particular, en España, se registraron 44.617 muertes por esta causa, siendo el 10.7% de las muertes totales de ese año, casi empatando con Israel con un 9.8% de muertes atribuibles a enfermedades cardiovasculares por una mala alimentación. Sin embargo, entre 1990 y 2016, no fue España el país donde más se redujo el riesgo de este tipo de muertes. De hecho, fue en Israel y Dinamarca, con una reducción del 54% y del 51% del riesgo respectivamente durante el paso de esos años.
Centrándose en los grupos de alimentos en particular, en la región de Europa Occidental destacaban como mayores factores de riesgo el bajo consumo de granos enteros, frutos secos y semillas bajo consumo de verduras o la dieta alta en sodio como algunos de los más problemáticos, mientras que el consumo de bebidas azucaradas o de grasas trans tenían poca importancia a nivel general. De hecho, según los autores del estudio, desde 1990 hasta 2016, en la zona de Europa Occidental ha ido aumentando el consumo de granos enteros, frutos secos, semillas, verduras, ácidos grasos omega-3 y fruta, disminuyendo así las muertes por enfermedad cardiovascular derivadas de la mala alimentación. Aún así, todos los factores de riesgo aumentaron el número de muertes de causa cardiovascular por mala alimentación con el paso de los años, algo que los investigadores atribuyen al envejecimiento de la población y no tanto a los alimentos por sí mismos.
Fijándonos en el caso de España, destacan como mayores factores de riesgo una dieta baja en frutos secos y semillas, seguida de un bajo consumo de granos integrales, bajo consumo de vegetales, elevado consumo de sodio y bajo consumo de marisco. En la otra cara de la moneda, las grasas trans, las bebidas azucaradas y las carnes procesadas no parecen representar un elevado riesgo para la población española.
Variedad en distintos alimentos
Con el paso de los años, estos factores también han sufrido algunos cambios, aunque siguen manteniéndose más o menos estables entre los cinco primeros a tener en cuenta. Por ejemplo, el consumo de frutos secos y semillas ha ido aumentando desde 1990, dado que el riesgo de muerte por una dieta baja en tales alimentos ha disminuido, aunque se mantiene en primer lugar igualmente. Por su parte, el consumo de granos enteros ha aumentado significativamente, dado que en 1990 el riesgo de muerte por una dieta baja en granos integrales era mayor, causando hasta 9.000 muertes anuales; en 2016, el riesgo de muerte por consumir pocos granos enteros se equiparó al bajo consumo de vegetales o a las dietas altas en sal, siendo todos ellos causantes de alrededor de 5.500-6.000 muertes anuales, respectivamente. Finalmente, las dietas altas en sodio se han mantenido con un riesgo más o menos estable, mientras que el consumo de alimentos ricos en PUFA derivados el marisco ha aumentado.
Por tanto, como conclusiones extrapolables a nuestro país, este estudio indicaría que nuestra dieta se basa, en general, en un bajo consumo de grasas trans, bebidas azucaras y carne procesada, algo que es una buena notifica. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, destaca un bajo consumo de frutos secos y semillas, granos enteros, vegetales y ácidos grasos omega-3 derivados del marisco. El consumo de fibra, frutas, legumbres y PUFAs es aceptable, pero debería aumentar. Y el consumo de sodio continúa siendo elevado; de hecho, cabe recordar que en España hasta el 80% de la población consume más sodio del que se recomienda (2.000 mg al día). Aunque España haya obtenido buenos resultados respecto a mortalidad por enfermedades cardiovasculares atribuibles a la dieta, la alimentación española está lejos de ser perfecta, y existen muchas otras enfermedades que sí podrían estar aumentando en nuestro país, aunque este trabajo no las haya tenido en cuenta.