Los seres humanos estamos dejando de ser criaturas sexuales. Al menos, según lo que ha sido sido la concepción tradicional del sexo durante eones y que implica, por lo menos, a dos individuos. La frecuencia sexual es hasta nueve veces menor que a finales del siglo XX en el mundo desarrollado y la tendencia es a que esa cifra siga disminuyendo, según los estudios que han dado la voz de alarma.
Los motivos de la muerte del sexo son multifactoriales: desde un ritmo de vida más intenso y estresante, con interrupciones a todas horas que no favorecen la intimidad, a una tendencia cada vez menor a establecer relaciones de pareja a largo plazo, lo que reduce la frecuencia. También la proliferación del ocio doméstico -sí, Netflix parece estar ejerciendo de poderosa contraprogramación al sexo- y el consumo cada vez más extendido de pornografía y la gratificación solitaria que ofrece.
Ninguno de estos factores es problemático de por sí, pero la suma de todos ellos indica una tendencia global negativa. Es difícil alcanzar una satisfacción sexual plena a lo largo de toda la vida si concurren demasiados de estos obstáculos, lo que redunda en menguas de la autoestima y el bienestar general. Lo que preocupa por otro lado a gobiernos y administradores de los servicios públicos de salud es que, si bien hace tiempo que la sexualidad está desvinculada de la procreación, se están alcanzando niveles de abstinencia que ponen en peligro el relevo demográfico.
Dicho de otro modo, se está dibujando el preocupante horizonte de una generación con una competencia sexual insuficiente como para tener hijos aunque quieran y puedan. Y la señal de alerta se habría encendido en Japón, un país de contrastes en el que la sexualidad presenta una problemática propia. Por poner un ejemplo, la industria pornográfica es ingente, pero las leyes morales mantienen una férrea censura y prohíben mostrar los genitales humanos. Para esquivarlas, los productores apostaron por los ya famosos dibujos para adultos, el hentai, que ha llegado a desbancar en popularidad a los intérpretes de carne y hueso.
Sexualidad sin interacción humana, en definitiva: la Universidad de Tokio ha acometido la mayor Encuesta Nacional sobre Sexualidad del país hasta la fecha para romper el tabú, una investigación que cada vez resulta más apremiante para investigadores y gestores. Reino Unido realiza puntualmente la suya anualmente, mientras que España la ha retomado tras un parón de una década. Las cosas en el Imperio del Sol Naciente, sin embargo, cambian despacio: para este primer sondeo, solo se ha abordado el sexo heterosexual.
"Las informaciones sobre las tasas de virginidad de los jóvenes adultos japoneses hasta ahora han sido un poco sensacionalistas", apunta el Dr. Peter Ueda, epidemiólogo y experto en Salud Pública, y el investigador jefe de este trabajo. El experto es consciente de los prejuicios y mitos que rodean a la sexualidad en su país y subraya que no busca frivolizar cuando confluyen transformaciones sociales, culturales y laborales. "La inactividad o inexperiencia sexual, sea voluntaria o no, no debería ser considerada exótica o ridícula, y tampoco es necesariamente un problema para todos los que la practican".
Una cuarta parte de vírgenes a los 40
Virgen a los 40 es una comedia de Steve Carrell, pero también es un problema demográfico: el rango de edad crítico para una concepción sin riesgos agravados está entre los 18 y los 39 años, y es el tramo en el que los investigadores tokiotas quería enfocarse. En 1992, las jóvenes mujeres japonesas que jamás habían tenido relaciones sexuales con hombres -específicamente, que nunca habían experimentado un coito vaginal- era de un 21,7%. 23 años después, era de un 24,6%. Los hombres mantienen la fertilidad más allá de los 40, pero la tasa de los que jamás se habían acostado con una mujer ascendía al 25,8% en 2015. En 1992 solo era del 20%.
Desglosando ese grupo, los investigadores detectaron que la edad en la que más se había incrementado la virginidad estaba en torno a los 30 años. En 2015, el 11,9% de las mujeres y el 12,7% de los hombres nunca había mantenido relaciones heterosexuales, pero remontándonos a 1987 -una época en el que se producían más matrimonios, y entre gente más joven- era de un 6,2% para ellas y un 8,8% para ellos. Pero hay un matiz: la encuesta usó un término específico para la penetración vaginal, el Seikô. No se preguntó por otro tipo de experiencias heterosexuales que habrían reducido la tasa de virginidad, calculan, en un 5% global.
¿Y quienes son los jóvenes japoneses que sí están teniendo sexo? La respuesta es socioeconómica. En el caso de los varones, las probabilidades aumentaban si se trataba de urbanitas con trabajo fijo, mientras que se desplomaban hasta un 20% en los tramos de ingresos más bajos. "Por decirlo así: el tamaño de la cuenta importa", comenta con sorna Cyrus Ghaznavi, primer autor. Para las mujeres, sin embargo, se daba lo contrario: a menor independencia económica, mayor probabilidad de actividad sexual. Los autores lo relacionan con la importante tasa que persiste en Japón de mujeres casadas sin ingresos porque trabajan en el hogar.