Ver porno puede ser cosa de dos: en los últimos años ha aumentado el consumo de pornografía de forma ingente de mano de tecnologías como los smartphones y se ha normalizado dentro de la relación de pareja. En algunos casos casos se integra en la sexualidad de ambos, especialmente debido un auge del interés de las mujeres por el entretenimiento adulto. En otros, lo consume el hombre con el conocimiento de su cónyuge, que sin participar de ello, lo consiente.
Este último arreglo no sería tan inocuo como podría parecer. Una mujer cuyo novio o marido consume de forma regular porno tiene una mayor probabilidad de manifestar síntomas consistentes con un trastorno alimenticio, asegura un artículo publicado en la revista International Journal of Eating Disorders. Estas problemáticas se traducirían en una preocupación patológica por la grasa corporal, "atracones" de comida (binging) o vómitos inducidos así como otros métodos nocivos para expulsar la comida ingerida (purging).
El estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (EEUU) detecta esta misma sintomatología potencial en mujeres que declaran sentirse "presionadas" por sus parejas para mantenerse delgadas. "Hablamos a menudo de cómo los medios de comunicación, la familia y las amistades afectan a los trastornos alimenticios, pero se ha investigado demasiado poco cuánto determina la influencia de la pareja", valora Tracy Tylka, profesora de psicología y autora del trabajo.
Para este estudio, se seleccionó a mujeres adultas pero jóvenes (la edad media era de 34 años) que tuvieran más probabilidades de haber mantenido relaciones duraderas. "Pertenecían a una muestra demográfica más amplia que la del estereotipo de la chica adolescente blanca que sufre anorexia", precisa Tylka. "Los trastornos alimenticios afectan a mucha más gente que no entra en esta descripción: podrían alcanzar al 20-25% de todas las mujeres".
Así, se seleccionaron a 409 mujeres estadounidenses heterosexuales para que respondiesen a un cuestionario que permitía identificar la aparición de problemas con la comida. También debían responder sobre su percepción de las presiones que recibían para mantener la línea, y cuántas horas de pornografía a la semana -de cero a ocho- consideraban que consumían sus parejas actuales y pasadas.
Analizando las repuestas, los investigadores determinaron una "clara relación" entre trastornos alimentarios y tanto la presión ejercida por el cónyuge con respecto al peso como su consumo abundante de porno, incluso cuando la mujer otorgaba personalmente poca importancia al hecho de estar delgada o no. "En muchos aspectos del trastorno alimentario, la presión percibida por parte de la pareja romántica para adelgazar parece ser más determinante que la de la familia, los amigos y hasta los medios".
La triste conclusión, prosigue la investigadora, es que las mujeres responden con más intensidad a lo que perciben que su pareja valora más, por encima de lo que querrían para sí mismas. En el caso de la pornografía, estarían tratando de parecerse a los "ideales de cuerpos irreales" que promueve la industria del entretenimiento para adultos al entender que es lo que los hombres privilegian como deseable. En otros casos, sentirían que su vida sexual y romántica habría perdido interés a ojos de su novio o marido, lo que produciría infelicidad, ansiedad y la posible aparición de los síntomas descritos.
Además, un estudio previo con chicas universitarias llevado a cabo por el mismo equipo había demostrado una menor predisposición a que el consumo de porno de la pareja se tradujese en problemas a la hora de comer. "Podría ser que, para las mujeres con más experiencia, estas relaciones ha terminado por dar forma a cómo perciben sus cuerpos y cómo interactúan con la comida".
Otra conclusión, termina Tylka, es que el trabajo refuerza la idea de que las parejas de las mujeres que sufren trastornos de la alimentación deben involucrarse en su recuperación y modificar sus hábitos para favorecer un ambiente más terapéutico.
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