El consumo de pornografía está cada vez más extendido, tanto entre hombres como en mujeres. El fácil acceso a los contenidos por internet, de forma gratuita, y el tener siempre un dispositivo móvil en la mano, han contribuido a su popularización. Es fantástico el que podamos tener a nuestro alcance estos materiales, pues nos permiten erotizarnos y masturbarnos con facilidad pero, ¿el consumo de porno conlleva algún riesgo?
Siempre se habla de cómo el porno nos ofrece una visión irreal de la sexualidad, en la que se cosifica a la mujer o se muestran prácticas sexuales que difícilmente podrián traspasar la pantalla para llegar a nuestra cama. Se habla también de la violencia que muestran o de lo poco placenteras que resultarían algunas de las escenas en la vida real. Esto, desde luego, puede condicionar negativamente la sexualidad de muchas personas.
El porno conlleva, además, un riesgo silencioso, del que apenas se habla. Es el riesgo de la habituación. La pornografía es, a nivel mental, tremendamente estimulante; las imágenes son muy directas, muy explícitas y rápidas. Si nos acostumbramos a este tipo de estimulación, visual y auditiva, tan directa y tan alta, todo lo que quede "por debajo" -es decir, la vida real- puede resultarnos poco estimulante.
También para la masturbación
En la consulta cada vez veo más personas que se masturban con frecuencia y siempre usando pornografía. En muchos casos, estas personas desarrollan dificultades para excitarse y llegar al orgasmo, ya sea a solas o con sus parejas. Excitarse masturbándose con porno es muy fácil, apenas hay que hacer nada: es sencillo, rápido, individual. Directo al grano. No hay que seducir a nadie, ni fantasear, ni crear un clima, ni elaborar un proceso… aunque todo eso sea divertido.
Sonia García, también psicóloga y sexóloga, nos cuenta que en consulta ve cómo el porno se utiliza como recurso fácil para usarlo sobre todo en la masturbación. Para la mayoría de las personas resulta más cómodo ver pornografía que utilizar su propia fantasía utilizando exclusivamente su imaginación, en la que hay que esforzarse en pensar. Además la pornografía es un recurso accesible, por lo que se ve facilitado su consumo a golpe de clic.
La habituación al porno también puede dificultar las relaciones sexuales en pareja. El encuentro sexual y la estimulación de la pareja pueden no resultar lo suficientemente excitantes y, por tanto, aparecer las dificultades para llegar al orgasmo o para conseguir una erección.
Cuando nos habituamos al porno, hasta el propio porno se nos puede quedar corto. Es frecuente encontrar personas que cada vez buscan contenidos más extremos y elaborados, o que visualizan varios vídeos a la vez para conseguir la estimulación suficiente para excitarse y llegar al orgasmo. De hecho, muchas plataformas de pornografía ofrecen ya una opción de multipantalla para visualizar varios vídeos de forma simultánea.
García añade que en el despacho, además de por todas estas facilidades nombradas, encuentra que engancha porque para algunas personas se convierte en el único tipo de práctica sexual que realizan, siendo ésta (masturbación con porno) la única que satisface sus deseos y necesidades sexuales, de forma que incluso pueden llegar a acumular y acumular contenidos y ser incapaces de encontrar el deseo y la excitación de otra forma que no sea con porno, pudiendo llegarse a convertirse en un problema.
Esto no significa que haya que dejar el porno totalmente de lado ¡ni mucho menos! Puede ser un recurso fantástico para animar y complementar nuestra vida sexual. Sí que puede ser importante que, en algunos casos, combinemos la masturbación con pornografía con masturbación sin pornografía. De ese modo, obligamos al cuerpo y a la mente a "recordar" cómo se fantasea y a deshabituarse de una estimulación tan potente.
Y si ya estamos habituados al consumo de porno y estamos experimentando dificultades cuando intentamos excitarnos "sin", lo más conveniente es dejar el porno de lado durante una temporada y masturbarnos sin él. Haciendo esto provocamos un proceso de "desintoxicación" en el que, poco a poco, volvemos a sensibilizarnos y a mostrarnos más receptivos ante los estímulos eróticos de la vida real y de nuestra fantasía.
Estas últimas semanas he estado trabajando en la consulta con un chico que sufría esta habituación; hemos dejado de lado el porno de lado durante unas semanas, sustituyéndolo por literatura erótica –pues dejar de tener estimulación externa "de golpe" le hacía casi imposible masturbarse-. Ya ha conseguido también autoestimularse sin necesidad de literatura y ha ido observando cómo los estímulos eróticos de su alrededor se volvían más atractivos y cómo sus erecciones mejoraban y se hacían más potentes. Incluso el porno se ha hecho menos atractivo.
*Ana Lombardía es psicóloga y sexóloga.