Dos años de trabajo práctico y muchos más previos de investigación han permitido a un joven francés de 28 años caminar por primera vez desde la lesión medular que le dejó tetrapléjico, casi sin movilidad de hombros para abajo. El caminar es figurado, porque no es él el que realmente lo ha hecho, sino un exoesqueleto, que recuerda al Terminator de James Cameron (cuando se quitaba la piel y otros atributos humanos) que se ha colocado alrededor de su cuerpo, pero que nadie ha movido por él. La estructura metálica estaba, a su vez, sujeta al techo para controlar el equilibrio.
El responsable del milagro es un equipo del laboratorio francés Clinatec, que ha desarrollado un sistema computacional que definen como el primero capaz de activar las cuatro extremidades, frente a otros anteriores que han permitido a enfermos similares recuperar la movilidad de brazos o piernas.
Para que el protagonista del ensayo clínico -sólo un paciente- haya sido capaz de esta hazaña tuvo primero que pasar por quirófano, donde le fueron implantados dos sensores en sendos lados del cerebro, entre este órgano y la piel, con el objetivo de actuar sobre la corteza sensorimotora, el área del cerebro que controla las funciones motoras y sensitivas.
Cada dispositivo cuenta con un cuadro de 64 electrodos que recopila las señales del cerebro y las transmite a un algoritmo que las descodifica. El sistema traducía dichas señales a movimientos pensados por el paciente, que a su vez se convertían en órdenes al exoesqueleto para que los completara.
Durante los 24 meses que duró el estudio, publicado en la última edición de The Lancet Neurology, el protagonista del mismo llevó a cabo diversos ejercicios para enseñar al algoritmo a entender sus pensamientos e incrementar progresivamente el número de movimientos que podía realizar. Estas tareas incluían el control de un avatar virtual para que jugara un vídeojuego -similar al clásico Pong, en el que hay que disparar pelotas que caen del cielo-, alcanzar ciertas metas con el avatar dentro del exoesqueleto y, por último, caminar.
Los progresos del paciente -que hasta entonces podía moverse en una silla de ruedas que manejaba con un joystick con el escaso movimiento que tenía en su muñeca izquierda- se midieron según los grados de libertad que conseguía en las distintas pruebas.
El hombre pasó 45 días ensayando con el exoesqueleto en el laboratorio y 95 días entrenando en casa. Dos meses después de la cirugía, conseguía realizar con éxito las tareas el 73% de las veces. Pero no hay que engañarse, el paciente en ningún momento pudo moverse, aunque sí mover el exoesqueleto con la mente. Y ese sistema sí conseguía que él llevara a cabo tareas simples imposibles con su grado de movilidad.
"Nuestros hallazgos nos ponen un paso más cerca para ayudar a los pacientes tetrapléjicos a mover máquinas sólo con impulsos cerebrales, lo que se podría traducir primero en poder conducir sus propias sillas de ruedas y progresivamente en la utilización de exoesqueletos para incrementar la movilidad", explica el neurocirujano Stephan Chabardes, uno de los artífices del experimento.
Así, en el momento actual, son demasiados recursos los necesarios para que este Terminator y los implantes ayuden de forma efectiva a los pacientes, pero sin duda se trata de un estudio pionero por lo que supone para un futuro.
El editorial de la polémica
Además del estudio, la revista recoge un editorial que quizás no guste demasiado a los autores de la investigación. Ya el titular anuncia la postura del autor, el investigador de la London School of Hygiene and Tropical Medicine Tom Shakespeare.
¿Es un exoesqueleto de cuatro extremidades un paso en la dirección correcta?, se pregunta en el título el especialista. El profesor de investigación sobre las discapacidades de la institución inglesa reconoce lo original del trabajo francés, al ser el primero que consigue controlar las cuatro extremidades.
Sin embargo, subraya también que por el momento esto no permite que el paciente camine con equilibrio y de forma autónoma, lo que hace del estudio una prueba de concepto muy alejada de una aplicación clínica real.
Lo que Shakespeare señala es que quizás sea mejor invertir en otros avances antes que en una complicadísima tecnología a la que muy poca gente podría tener acceso, ni siquiera si llegara a avanzar para permitir el objetivo buscado.
Así, apunta, quizás seria más importante establecer otras prioridades como la mejora del control de esfínteres, el control del dolor o evitar la aparición de úlceras de presión.