Oficialmente, el primer caso de contagio del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 en España se diagnosticó en La Gomera el 31 de enero: se trataba de un ciudadano alemán que había estado en contacto con la primera transmisión comunitaria de Europa, unas reuniones de trabajo en Múnich con una colega china. El siguiente fue el 9 de febrero, un ciudadano británico en Mallorca: por entonces, parecía un goteo fácil de aislar en regiones insulares y relacionado con 'importaciones' a través del turismo internacional.
La realidad es que varias cepas del coronavirus ya se estaban extendiendo entre los españoles un mes antes del pico de contagios que desembocaría en la declaración del estado de alarma. La aparición de una de las tres 'familias' del SARS-CoV-2, la 'S', se ha podido trazar al 14 de febrero en suelo español, y otra de ellas, la 'G', ya irrumpía en Madrid el 18, 20 días antes del fin de semana del 8-M y las aglomeraciones que han acaparado la polémica. Así lo afirma un estudio pendiente de revisión por pares firmado por investigadores del Instituto de Salud Carlos III, en Madrid, con apoyo del Hospital Clínic de Barcelona.
El análisis de las cepas de coronavirus en pacientes españoles ha permitido remontar incluso la genealogía probable del virus 'S' a uno de los focos mundiales, Shangái, precisamente el lugar de dónde procedía la trabajadora china que provocó los primeros contagios en Alemania. En paralelo a la transmisión en España, esta misma cepa 'S' había acabado extendiéndose por al menos otros seis países: Estados Unidos, Francia, Holanda, Chile, Georgia y Brasil.
Las dos fuentes posibles de entrada del coronavirus, aunque sin evidencias determinantes según precisan los autores, serían las "escalas" europeas del coronavirus desde Wuhan, China, en el momento álgido de la pandemia. La ancestralidad de la familia 'G' estaría relacionada con el foco bávaro ya mencionado (la trabajadora china fue contagiada por sus padres, residentes en la provincia de Hubei, foco de la pandemia, antes de viajar a Alemania), y por el otro, con Londres, que mantenía vuelos directos con Wuhan. Seis secuencias de ese mismo virus 'G' se datan en Madrid el 18 de febrero, uno de los principales focos de la epidemia en España.
La familia 'S', por otra parte, podría no haber llegado directamente desde Shangái sino mediante intermediarios europeos: se cita el caso de un empresario francés que recorrió varias ciudades chinas, incluida Wuhan, antes de regresar a París. Por último, hay un tercer foco europeo, una estación de esquí en Francia, donde se contagió el turista británico que fue tratado en Baleares. Aunque no se han detectado indicios filogenéticos de su extensión por España, los investigadores no descartan la posibilidad de que se extendiera dada la escasez de muestras disponibles para el estudio.
La importancia de este trabajo, en cualquier caso, consiste en subrayar que la epidemia no solo estaba extendiéndose mucho antes de lo que las autoridades reconocían ("En España ni hay virus ni se está transmitiendo la enfermedad ni tenemos ningún caso actualmente", declaraba el 23 de febrero el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón), sino que las vías de entrada han sido múltiples. "En España no ha habido un paciente cero. No hay un paciente cero cuando una epidemia está ya tan diseminada", recalca el virólogo José Alcamí, supervisor del estudio, en declaraciones a El País.
Llegó a EEUU en enero
Una autopsia cuyos resultados se han dado a conocer el miércoles revela que la primera muerte conocida por COVID-19 en EEUU ocurrió el 6 de febrero, 20 días antes de lo que se creía, y lo que implica que el coronavirus podría haber estado circulando por el país desde finales de enero "o antes". La persona falleció en su domicilio de Santa Clara (California), y fue seguida por otra víctima que murió en las mismas circunstancias el 17 de febrero.
El dato más preocupante es que ninguna de estas dos personas había viajado fuera del país o había tenido contacto directo con alguien que hubiera visitado Wuhan. "Son probablemente la punta de un iceberg de tamaño desconocido", declara la directora médica del condado de Santa Clara, Sara Cody, a The New York Times.