Un ciclo alterno de confinamiento estricto durante 50 días seguido de 30 días de desescalada podría ser una estrategia efectiva para reducir tanto la presión hospitalaria por la pandemia de COVID-19, particularmente en las UCIs, como la mortalidad de la enfermedad. Este es el escenario planteado por un grupo internacional de investigadores coordinado por la Universidad de Cambridge de cara al desafío global planteado por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Los expertos que componen el Grupo Colaborativo de Estrategias de Intervención y Dinámicas Globales para el COVID-19 asumen la principal problemática de la pandemia: las vacunas no se esperan, como mínimo, hasta dentro de un año, y la única medida de prevención a nuestra alcance es el distanciamiento social y el confinamiento, con el perjuicio social y económico que suponen. Así, han simulado tres tipos de escenarios para 16 países representativos de regiones mundiales que se debaten en estos momentos entre el encierro y la reactivación de la vida pública
Según publican en la revista European Journal of Epidemiology, los investigadores se enfocaron en la diferencia entre las estrategias basadas en la 'mitigación' -cancelación de eventos públicos, cierre de centros como las escuelas, imposición de medidas de higiene y seguridad- y las basadas en la 'supresión' -el confinamiento en casa. La mitigación, observaron, era capaz de reducir la cifra diaria de nuevos contagios, pero a un ritmo mucho más lento en comparación con la supresión, lo que a la larga también entraña consecuencias sociosanitarias.
El primer escenario presentaba un modelo en el que el país no hubiese tomado medidas específicas. Como era de esperar después de lo experimentado a estas alturas en todo el mundo, la simulación demostró que las camas de UCI de todos y cada de uno de los sistemas sanitarios se verían rápidamente colapsadas, lo que supondría 7,8 millones de muertes solo en estas 16 naciones: Australia, Bélgica, Chile, Holanda, Colombia, México, Sudáfrica, Sri Lanka, Bangladesh, India, Nigeria, Pakistán, Afganistán, Burkina Faso, Tanzania y Uganda. La epidemia, además, duraría 200 días de media.
En el segundo escenario, se planteó un ciclo de 50 días de mitigación seguidos de 30 días de relajación, una 'cuarentena laxa' como la puesta en marcha, no sin riesgos, en Suecia. Esta estrategia reduciría el número básico de reproducción a R0,8, con lo que cada infectado contagiaría a menos de una persona, pero a un ritmo insuficiente como para evitar el colapso de las UCI. Durante los primeros tres meses, los sistemas sanitarios podrían hacer contenerlo, pero tras la primera desescalada verían rebasada su capacidad . Se producirían 3,5 millones de muertes, y la pandemia duraría entre 12 y 18 meses según el país.
El escenario final plantea un ciclo combinado de medidas estrictas de supresión durante 50 días, seguidas de una decompresión de 30 días. La tasa de contagios se reduciría a R0,5, y la demanda de las UCIs se contendría en niveles asumibles para los sistemas sanitarios de cada nación. El final de cada uno de estos ciclos, sin embargo, supondría un repunte de contagios, por lo que la pandemia se alargaría durante más de dieciocho meses en todo el mundo, independientemente de su PIB. A cambio, se salvaría una ingente cantidad de vidas: las muertes apenas superarían las 130.000 al término de la emergencia sanitaria.
Todo sumado, una estrategia de confinamiento estricto durante tres meses lograría reducir los nuevos casos a virtualmente cero en la mayoría de países. Sin embargo, sería insostenible para la economía de la mayoría de países y la calidad de vida de sus ciudadanos. "Nuestros modelos predicen que una dinámica de ciclos de 50 días de supresión seguidos de 30 días de desescalada suponen una eficaz reducción de mortalidad en todos los países a lo largo de un periodo de 18 meses", explica el Dr. Rajiv Chowdhury, epidemiólogo global de la Universidad de Cambridge.
"La combinación intermitente de un férreo distanciamiento social con una etapa de relativa relajación, junto con una estrategia eficiente de tests, aislamiento de casos, rastreamiento de contactos y protección de colectivos vulnerables, puede ayudar a que la ciudadanía y sus economías nacionales puedan "respirar" en intervalos y mantener una situación más sostenible, especialmente en países en desarrollo", explica. En cualquier caso, las duraciones específicas deberían determinarse según las necesidades de cada país y los recursos a su disposición.
"Nuestro estudio ofrece una opción estratégica para los países que necesitan controlar el COVID-19 y retrasar la fase pico de los contagios", explica por su parte el profesor Oscar Franco de la Universidad de Berna, Suiza. "Esto les debería permitir ganar tiempo para proteger sus sistemas sanitarios y aunar esfuerzos para desarrollar tratamientos y vacunas. No hay una respuesta fácil sobre cuál es la estrategia aescoger". Cuánto más pobre es el país, afirma, mayor es el dilema: "Prevenir las muertes relacionadas con el coronavirus y el colapso de la Sanidad, evitando al mismo tiempo la recesión económica y las dificultades a largo plazo".