En estos tiempos en los que parece haber pocas certezas, hay una afirmación que nadie discute: la excelente labor de los médicos durante la primera oleada de Covid en España. Tanto, que durante semanas, todos los ciudadanos les aplaudían desde sus balcones.
Sin embargo, si preguntáramos a estas mismas personas qué sanitarios fueron más determinantes a la hora de combatir la enfermedad, hay una especialidad que probablemente no se mencionaría, a pesar de no sólo haber jugado un papel clave en el manejo de la Covid-19, sino haberse puesto personalmente más en riesgo que otras muchas.
Hablamos de los anestesiólogos, una figura que la mayoría de la gente asocia sólo al médico que se encarga de que un paciente no sienta dolor ni se despierte mientras está en quirófano, sin saber que ellos y sus áreas de trabajo permitieron aumentar el número de camas UCI, sólo en Madrid, en casi 800.
Javier García es el jefe de Servicio de Anestesiología, Cuidados Críticos, Quirúrgicos y Dolor del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madid y es candidato a la presidencia de la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR). Fue, también, una víctima del coronavirus en esa primera oleada. Su caso no es excepcional, ya que estos profesionales se vieron especialmente afectados por el virus cuando no había material de protección.
Aunque ahora se hable mucho de la transmisión por aerosoles, esta vía de adquisición del coronavirus Sars CoV-2 no se reconocía en la primera oleada de la enfermedad. Se asumía que hacer procedimientos muy invasivos aumentaba el riesgo, pero no se reconocía la intubación entre estos.
En el servicio de García, 23 de 66 adjuntos cayeron enfermos. Él fue uno de ellos y sufrió en primera persona todos los inconvenientes de infectarse con un virus impredecible del que afirma: "Este virus hace lo que quiere, cuando quiere y con quien quiere y con eso intentamos establecer unas reglas".
Ese descontrol hizo que acudiera a Urgencias con disnea, le hicieran una radiografía y lo mandaran a casa porque ésta "no era concluyente", para tener que volver a ingresar poco después y acabar en la zona de cuidados intermedios.
Ya recuperado, cree que es el momento de reivindicar el papel de los anestesistas, una especialidad de la que existen 9.000 médicos en España, de los que más de 3.000 se dedican diariamente a quirófanos de alta complejidad con capacitación real en cuidados intensivos y 800 trabajan a tiempo completo en las UCI de anestesia.
Esas UCI, que en algunos hospitales están situadas junto a las hospitalarias, se dedican normalmente a cuidar a los pacientes que se someten a cirugías graves, en áreas de alta complejidad. Pero fueron, señala García, las que permitieron duplicar o incluso triplicar según los casos en número de camas de UCI durante la primera ola de la pandemia por Covid-19 y hacerlo tan sólo en unos días.
Sí, los anestesiólogos, esos médicos que el paciente que se opera a veces ni conoce personalmente, fueron los que permitieron sacar adelante a muchos pacientes críticos de Covid-19, que -al contrario que en esta segunda ola- ingresaban tan graves que a veces ni llegaban a pasar por planta.
García está cargado de datos. Explica que en Madrid se llegó a alcanzar un máximo de 1.520 camas de UCI Covid en el momento del pico de la primera oleada, de las que prácticamente el 50% (727) fueron lideradas y atendidas sólo por anestesiólogos.
No parece haber duda de que la incorporación de estas camas y sus profesionales fueron clave a la hora de evitar un colapso hospitalario largamente anunciado, pero que a día de hoy no se ha llegado a confirmar.
Y ese conocimiento de la primera oleada de la pandemia, permite a García hablar de las diferencias con la segunda. Y lo hace ahora desde la distancia, ya que el papel de los anestesiólogos en esta ocasión no está siendo tan determinante en Covid, mientras que sigue siéndolo en el resto de las patologías.
Es lo mejor que puede pasar; sólo si las cifras empeoraran mucho más y más rápido, volvería a requerirse de estos especialistas. A cambio, los afectados por otras dolencias verían retrasadas o anuladas sus cirugías programadas o agudas, justo lo que ocurrió en la primera oleada.
El jefe de Anestesiología del Puerta de Hierro cita por tanto como primera diferencia entre ambas oleadas la ocupación Covid de las UCI hospitalarias. Pero, además, señala que ya no entra el mismo tipo de paciente. "Antes entraban los que se estaban muriendo", comenta.
También apunta a que mientras que en marzo y abril todos los ingresados en las UCI -incluidas las de anestesia- estaban intubados, ahora entre el 30% y el 40% no lo están. "Se les da un soporte respiratorio no invasivo, se les cuida mejor allí".
La otra gran diferencia se refiere al equipamiento. En aquellos meses infaustos, no había mascarillas FFP2 ni pantallas de protección. "La gente anónima las hacía con impresoras 3D y nos las hacían llegar, los anestesistas les estamos muy agradecidos", comenta.
También recuerda cómo se aprovecharon los respiradores de anestesia ante la escasez de los de altas prestaciones. "En mi hospital afortunadamente se adquirieron 10 nuevos de este tipo, pero en otros lugares se tuvieron que aprovechar todo tipo de recursos", recuerda.
García tiene claro que se ha aprendido mucho en estos meses y que esto repercute en el control del virus. Recuerda con dolor que su paciente Covid más joven de los que murió tenía sólo 34 años y cree que muertes súbitas observadas en enfermos jóvenes con coronavirus pueden ahora explicarse por la trombosis venosa profunda, que entonces no se sabía que era una de las secuelas de la infección.
Por esta razón, apunta a los avances actuales en el tratamiento de los pacientes Covid en la UCI. Paradójicamente, el primero que señala es el de dejar de dar fármacos que se han demostrado no sólo inútiles sino dañinos, como la hidroxicloroquina o la combinación de dos antivirales muy utilizada een la primera ola.
También señala que ahora, y precisamente para evitar ese riesgo de trombosis, se administra heparina y aspirina y que ya está consolidada la administración de corticoides a los enfermos, el tratamiento más eficaz frente a la Covid.
Aunque los anestesiólogos no sean ahora los que más pacientes Covid tratan, sí que siguen muy de cerca las cifras. Saben que, a la mínima, volverán a ser ellos los que hagan aumentar mágicamente las camas de UCI.
Por esta razón, García miró con escepticismo la decisión de la Comunidad de Madrid de confinar por áreas de salud. Sin embargo, y para su sorpresa, ha visto que funciona. "La curva empezó a subir con los botellones en verano y ha bajado ahora con estos microconfinamientos", apunta.
Aunque, como la mayoría de los médicos, el anestesiólogo rechaza las predicciones, al final se atreve con una: un año como mínimo para que las cosas vuelvan a la normalidad. "Es fundamental saber cuándo vamos a tener las vacunas y cómo se va a distribuir un producto con tanta demanda", señala.
Mientras tanto, hasta que se alcance esa esperada inmunidad de grupo que sólo llegará con las vacunas, se atreve a otra predicción: no habrá nuevas olas, sino que viviremos en una permanente. "Ésta no se va a parar y habrá picos en enero y febrero", vaticina.