El empeño de Isabel Díaz Ayuso por evitar el cierre de la actividad comercial de Madrid se ha visto especialmente reflejado en sus decisiones respeto a la hostelería.
La presidenta ha evitado al máximo cerrar bares y restaurantes y sus medidas desde que acabó el primer estado de alarma son más laxas que las de la mayoría de comunidades que, eso sí, están ahora en peor situación que la capital.
Sin embargo, las limitaciones de aforo han hecho mella en la hostelería de Madrid como en la del resto de España, pero el Gobierno de Ayuso ha decidido apostar por soluciones "creativas" para seguir intentando mantener restaurantes y bares abiertos cuando el clima empeore y sea más difícil estar en terrazas y otros espacios exteriores.
En ese contexto, el pasado 10 de noviembre, la presidenta explicó en un encuentro por videoconferencia con el viceconsejero de Salud Pública y Plan COVID-19, Antonio Zapatero, y los hosteleros que se plantean hacer obligatoria la instalación de medidores de CO2 en los establecimientos de restauración, para reducir el riesgo de transmisión del coronavirus Sars CoV-2 por aerosoles, una vía de transmisión ya reconocida por la comunidad científica, aunque aún no establecida claramente como la principal.
Más allá de las inquietudes que esto pueda generar entre los dueños de los establecimientos, por el coste de la medida, la misma plantea cierta controversia científica. ¿Estamos ante la fórmula mágica para poder ir a restaurantes y bares cerrados y minimizar el riesgo de contraer Covid-19?
La experta en aerosoles del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) María Cruz Minguillón explica a EL ESPAÑOL que "no es nada nuevo" que el CO2 es un excelente indicador de la ventilación de un espacio interior.
Así, los medidores de concentración de CO2 serian una herramienta útil para determinar si un espacio está ventilado y fijar así la necesidad de ventilar más o de forma diferente.
Útil para los colegios
La idea la expuso la propia Minguillón junto con otros autores de su centro en la Guía para ventilación en aulas publicada por el CSIC y el Ministerio de Ciencia, que establece las recomendaciones para que la ventilación y la purificación del aire sea eficaz según el volumen de la sala, el número y la edad de los ocupantes y la actividad.
Es lo mismo que pretendería trasladar Ayuso a los bares y restaurantes de Madrid y, desde el punto de vista científico, es sin duda una medida útil. Sin embargo, para que prevenga de forma efectiva la transmisión del coronavirus, no basta con medir el CO2, sino con actuar de forma expeditiva si éste es elevado.
"Superar los niveles aconsejados de CO2 es lo lógico si hay diez personas juntas. Sólo no se supera si hay una renovación constante del aire, lo que supone cambiarlo cinco seis veces por hora", comenta la experta.
Entre 100 y 300 euros
Así, los hosteleros tendrían que adquirir esos medidores de CO2 y a continuación asegurar esa ventilación. "No vale con abrir la ventana", subraya. Las características imprescindibles de los medidores, recogidas también en la guía del CSIC, es que tengan capacidad de proporcionar los datos sin procesar descargables en archivo .txt, .xls, .csv o similar, resolución temporal de al menos un dato por minuto, pantalla que muestre los niveles de CO2 en tiempo real y uso de tecnología NDIR (del inglés nondispersive infrared). Un buen aparato de este tipo tendría un coste de entre 100 y 300 €.
El método más indicado para renovar el aire sin recurrir a la tecnología es la ventilación cruzada, consistente en la apertura de ventanas y puertas en lados opuestos de la habitación, que es más efectiva que la apertura en un solo lado y por tanto preferible.
Los medidores de CO2 servirían para controlar esta ventilación y saber cuál es la mejor forma de alcanzarla, pudiéndose realizar pruebas con diferentes configuraciones de apertura de ventanas y/o puertas. También -como señalan en la guía para las aulas- se puede favorecer la ventilación natural mediante la utilización de un ventilador junto a una ventana colocado con el flujo hacia el exterior, de manera que favorece la extracción del aire interior.
Si no fuera posible ventilar de forma natural es cuando se optaría por la ventilación mecánica, que implica la utilización de purificadores para eliminar las partículas susceptibles de contener virus del aire interior.
El CO2 se genera por la respiración de las personas, con lo que en espacios cerrados tiende a incrementarse. El nivel del aire exterior es de 400 ppm (partes por millón), y un valor entre 500 ppm y 700 ppm sería considerado como aceptable, por lo que, en caso de llegar a 800 ppm, la ventilación sería obligatoria. Si la concentración de CO2 en una habitación sobrepasa las 1.000 ppm indicaría una mala ventilación y habría que ventilar de inmediato y al máximo posible.
"Esto podría ser un indicador para las autoridades y para la ciudadanía", comenta Minguillo. Sin embargo, su utilidad es nula si no se acompaña de las acciones requeridad para garantizar dicha ventilación.
Mejor quedarse en casa
Este argumento es el que hace que Isabel Marín, la presidenta de la Sociedad Española de Salud Ambiental (SESA), afirme que esta medida no debe de ser prioritaria. Aunque se muestra solidaria con el sector de la hostelería, la experta es clara: "Lo siento, pero la primera recomendación es quedarse en casa".
Marín señala que las mascarillas ya protegen de la transmisión por aerosoles, pero que el problema está en que la gente se quita las mascarillas dentro de los restaurantes, aunque sea sólo para ingerir o beber. Buscar una solución a eso -hacer que no sea arriesgado quitarse la mascarilla en un interior- es, a su juicio algo caro y no simple.
Así, el hostelero que se gaste el dinero en un medidor de CO2 es más que posible que tenga también que adquirir un purificador para, al final, no poder tener en ningún caso el aforo al máximo. "Son medidas que, además, pueden generar falsas seguridades", concluye la presidenta de la SESA.