El catedrático del Área de Medicina y Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández Ildefonso Hernández utiliza el queso gruyere como metáfora a la hora de definir las salidas en masa a las calles que preocupan a muchos expertos y a gran parte de la sociedad a pesar de que la ciencia tiene claro que el riesgo de contagiarse de Covid en exteriores es ínfimo en comparación con el que se tiene en los interiores.
Este tipo de queso se caracteriza por la presencia de agujeros y eso es lo que pueden significar para la salud pública -en lo que se refiere a la protección frente a la Covid- que las escenas que se vieron en Madrid y otras grandes ciudades el pasado fin de semana sean la norma hasta que acaben las fiestas de Navidad.
"No nos preocupa que la gente salga a pasear", afirma Hernández a EL ESPAÑOL, que vuelve a destacar: "Cada capa hace protegerse del virus, pero no completamente". ¿A qué se refiere con capas este experto? A las medidas de protección frente al virus una y mil veces repetidas.
Sí, mantener la llamada distancia de seguridad es eficaz para la prevención de la transmisión; y sí, las mascarillas también. Por supuesto, no hay que olvidarse de la higiene de manos. Entonces, ¿qué tiene de malo ir a ver las luces de Navidad?
En principio, nadie va a estar más de 15 minutos parado al lado de desconocidos -siempre los mismos- mirando fijamente unas luces o un escaparate o lo que sea. Podría suceder en lo que Hernández denomina "aglomeraciones estáticas", que son las que se producen en eventos como las cabalgatas, que sí ha prohibido Sanidad este año.
Sin embargo, hay cosas que pueden fallar. Ninguna de ellas elevaría el riesgo muchísimo, pero sí sumaría boletos para una lotería que nadie quiere que le toque. ¿Ejemplos? Gente que se quita la mascarilla, para fumar o comer, personas que no mantienen la distancia de seguridad...
"Yo diría a los responsables políticos que no facilitaran aglomeraciones de personas y a éstas que huyeran de los sitios donde las hay", indica, mientras insiste: "Los espacios abiertos son seguros".
Es lo que ha hecho, por ejemplo, el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, que este jueves ha anunciado que no se hará pública la hora de encendido de las luces navideñas de la ciudad precisamente para evitar que la gente se junte para verlo.
Porque si hay un factor difícil de controlar es qué se hace después de salir a ver el ambiente navideño en las calles. "Es complicado después controlar los aforos y que se cumplan las medidas en interiores", dice el experto.
Es la conclusión de un estudio subido al repositorio MedRxiv -aun sin revisión externa- que afirma: "Se cree que es más probable que las aglomeraciones generen transmisión por las actividades que promueven que la transmisión en exteriores en sí".
Para Hernández, el problema que ponen de manifiesto escenas como las que se han vivido recientemente - y que nada indica que no vayan a repetirse en próximos días- es que la gente parece haber perdido la percepción de riesgo, algo que no encaja con la situación epidemiológica actual.
"Lo que tenemos que pensar es que estamos en una situación seria, que sí, bajamos, pero a muy poca velocidad; si damos señales de que la cosa va bien, la población puede aumentar las conductas de riesgo", apunta el catedrático.
España acaba de salir por primera vez desde que empezó la segunda ola de la zona de riesgo extremo, como calificó Sanidad a los lugares que tenían una incidencia de más de 250 por 100.000 habitantes. Pero seguimos en zona de riesgo alto y parece muy lejano el riesgo medio o el bajo.
"Este tendría que ser un momento de intensidad preventiva; si la incidencia fuera baja, habría prácticas con bajo riesgo; no es el caso", concluye Hernández, que apunta a un último problema: lo que pasaría -o, mejor dicho, lo que no- si hubiera una tercera ola: "Los políticos siguen sin rendir cuentas de cómo han reforzado sus sistemas de salud pública". ¿Quizás de ningún modo?