"Fue un error grande y lo asumo". Así lo reconoce el epidemiólogo Oriol Mitjá al presentar sus memorias sobre la pandemia, A cor obert - Un año a corazón abierto [Destino]. Se refiere a la rueda de prensa de la Generalitat de Cataluña del 16 de marzo de 2020 para anunciar su gran ensayo con hidroxicloroquina, con más de un centenar de investigadores, miles de participantes, que reacaudaría más de un millón de euros en donaciones particulares y que avanzaba "resultados esperanzadores" en un plazo de 21 días. "Pensábamos que sería exitoso. Y no lo fue".
Los capítulos dedicados al ensayo realizado en Igualada (Conca d'Òdena) y la región metropolitana norte de Barcelona, que ya se encontraban confinadas cuando se decretó el primer estado de alarma, son de los pocos momentos de autocrítica que encontraremos en la obra. La figura de Mitjá ha sido de las más controvertidas de la pandemia, solo superada por la de Fernando Simón, al mezclar inextricablemente en su actividad y su discurso la ciencia con la política. Él se revuelve: "Reniego del partidismo", declara. "No ambiciono ni el poder ni el prestigio, y no temo plantar cara a las autoridades si es en defensa de la comunidad".
Abrazando sus propias contradicciones, su libro no deja de ser un ajuste de cuentas con los cargos públicos y los periodistas que, a su juicio, le trataron con deslealtad. Una versión corregida y ampliada de los episodios a los que hemos asistido en directo en Twitter. Primero, su ascenso a icono del independentismo tras criticar a Felipe VI y al ministerio de Sanidad, elevándose a asesor de Quim Torra; las primeras grietas, con su filtración en redes de las peleas entre departamentos del Govern en la respuesta a la pandemia; y, como tercer acto, su ataque frontal contra ERC y al PSOE pidiendo castigarles en las urnas durante las elecciones catalanas.
Mitjá es una personalidad desconcertante, un científico que deplora que la política "contamine la ciencia" mientras se zambulle en ella, y un "introvertido" confeso que nunca rehuye el foco mediático. En sus pasajes más íntimos y autobiográficos, abre una ventana para el lector: se diría que concibe la epidemiología como una lucha entre el bien y el mal, que debe combatir en todos los ámbitos de la sociedad y en la que él está llamado a liderar la carga. Es una cosmogonía que peca de maniquea: solo quiénes se alían con él parecen estar del lado de la verdad, como ocurre con José Luis Rodríguez Zapatero, a quien por fin cita sin tachones.
El éxito de un "fracaso"
Hasta aquí llega la autocrítica. "Hay que entender el contexto", matiza Mitjá a este diario. El ensayo estaba "muy bien fundamentado" científicamente, con el aval de la Fundación Bill y Melinda Gates. Y es cierto que, en los primeros compases de la pandemia, la hidroxicloroquina, un antipalúdico que parecía cortar el paso a la infección de las células por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, resultaba prometedor. Tratar a los contagiados con antivirales para el VIH era otra línea de investigación, auspiciada por el mentor de Mitjá, el doctor Bonaventura Clotet, del Hospital Germans Trias i Pujol y del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa.
El ambiente el 16 de marzo era de euforia. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) había aprobado el ensayo de emergencia. Se habían aprovisionado dosis del antirretroviral darunavir/cobicistat con objetivo de reducir la duración de la enfermedad e hidroxicloroquina que se proporcionaría a los contactos estrechos del enfermo, con la idea de que prevendrían el contagio. Asomó incluso el lenguaje procesista. "Esto es un proyecto de país", declaró Robert Fabregat, director de investigación y innovació del Departamento de Salud, a lo que asintió con vehemencia la consellera Alba Vergés.
Mitjá admite que se dejaron contagiar por "un rayo de esperanza". Las dimensiones eran "faraónicas", escribe. "Teníamos en nuestras manos la posibilidad de salvar miles de vidas, ¡puede que incluso millones!". En 24 horas, a través de la iniciativa 'Yomecorono' impulsada por celebrities, se recaudó más de un millón de euros. El Camp Nou cedió sus instalaciones para las tomas de muestras. Comenzó un trabajo "abrumador" con 120 profesionales. Pero a las pocas semanas, empezó a asomar el abismo. En la rueda de prensa, habían prometido anunciar resultados a los 21 días si eran positivos. "Reconozco que me equivoqué en la gestión de las expectativas. No calculé el riesgo de que fueran tan negativos".
Un mes después, no había resultados positivos que publicar. Tampoco los hubo en mayo. El darunavir quedó descartado. En junio, se concluyó que la hidroxicloroquina no protegía contra el contagio. Medios nacionales y catalanes comenzaron entonces lo que Mitjá define como "una campaña de desprestigio" y "partidismo", calificando el resultado como un "fracaso" personal suyo. Hoy, cuando la hidroxicloroquina ha quedado arrumbada en la lucha contra la pandemia, el investigador se revuelve: "Decenas de miles de personas la recibieron en los primeros meses de la pandemia. Imagina si no era importante demostrar que no funciona".
El estudio falló, pero en términos científicos, no fracasó. Se publicó en la revista New England Journal of Medicine, algo que Mitjá compara a "ganar la Liga de Campeones de la UEFA para un equipo de fútbol". Demostrar la ineficacia de la hidoroxicloroquina ha permitido reorientar y afinar la investigación sobre tratamientos para la Covid-19. El epidemiólogo catalán cita al filósofo de la ciencia Karl Popper: "Si un científico no está dispuesto a exponer sus ideas al peligro de la refutación, no puede participar en el juego de la ciencia".
Noticias relacionadas
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos