Las autoridades sanitarias de Estados Unidos recomendaron este martes parar la vacunación de Janssen tras detectar seis casos de coágulos "raros y graves" entre casi siete millones de dosis, lo que supone el 0,0008% del total de personas vacunadas. Tras esta decisión, Johnson & Johnson pospuso la entrega de su vacuna contra la Covid-19 en Europa. "Los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) y la Administración de medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos están revisando los datos disponibles sobre seis casos detectados en EEUU entre los más de 6,8 millones de dosis administradas. Por precaución, los CDC y la FDA han recomendado pausar el uso de nuestra vacuna", dice un comunicado de la compañía.
El episodio recuerda a lo que aconteció hace sólo unas semanas en Europa con la vacuna de AstraZeneca, cuando algunos países decidieron limitar el uso del fármaco tras conocerse algunos casos de trombosis cerebrales de senos venosos que podrían estar relacionados con su administración. La Agencia Europea del Medicamento (EMA) se vio entonces obligada a tomar cartas en el asunto. En el caso de la vacuna de Jansen, los casos de trombosis se han identificado en mujeres de entre 18 y 48 años, y los síntomas se presentaron entre el sexto y el decimotercer día tras la vacunación, aunque no se ha podido establecer una relación causal.
En cualquier caso, en toda esta enmarañada historia llama la atención que la aparición de los trombos esté vinculada con dos vacunas, la de Janssen y AstraZeneca, que comparten la misma tecnología. Un hecho que no tiene por qué estar relacionado con estos efectos adversos, tal y como apuntan algunos expertos, pero que no deja de resultar llamativo para el común de los mortales. ¿En qué aspectos se asemejan estos fármacos? ¿En cuáles se diferencian? ¿Qué relación guardan los trombos que han aparecido en algunos sujetos tras su administración?
Vayamos por partes. Mientras que Pfizer y Moderna son dos fármacos que utilizan ARN mensajero, Janssen y AstraZeneca se basan en un adenovirus modificado con el que enseñan al sistema inmune a protegerse del coronavirus en el caso de que se produzca la infección. En el caso de la primera, se utiliza una versión modificada y desactivada del adenovirus 26, que causa el catarro común en los humanos. En el segundo, se utiliza un adenovirus del resfriado de los chimpancés. Además, ambas vacunas se conservan a una temperatura de entre dos y ocho grados.
Pero hasta ahí. La vacuna de Janssen era (y es) la gran esperanza para dar el acelerón definitivo al plan de vacunación en España porque, a diferencia de la de AstraZeneca, utiliza sólo una dosis. Es decir, las 300.000 dosis que esperaba recibir España esta semana equivaldrían a unas 600.000 de la vacuna de Oxford. ¿Por qué esta vacuna utiliza sólo una dosis y el resto dos? Lo que ocurre en nuestro organismo con las vacunas de dos dosis es que con el primer pinchazo se activa una respuesta que, al ser primaria, es menos potente, tal y como explicó África González, expresidenta de la Sociedad Española de Inmunología, a EL ESPAÑOL.
"Activa la respuesta efectora y se inicia la generación de células de memoria, pero necesitamos la segunda dosis para poder expandirse y generar una mayor respuesta, más eficaz y de mayor duración". Sin embargo, esto no quiere decir que la vacuna de Janssen sea peor. Los ensayos clínicos han demostrado que este medicamento tiene una eficacia del 66% en la reducción de la enfermedad a los 14 días del pinchazo. La de la gripe, por ejemplo, no supera el 50%.
En el caso del fármaco de Oxford, esta eficacia se sitúa alrededor del 75% con la primera dosis (pero requiere de una segunda dosis de refuerzo). Conviene señalar además que los ensayos realizados con J&J han ocurrido meses después de los de Pfizer y Moderna, en un contexto en el que han proliferado distintas variantes del coronavirus por todo el planeta y donde también ha mostrado eficacia.
¿Y los trombos?
En cualquier caso y pese a los rarísimos casos de trombos relacionados con la administración de ambos fármacos, los especialistas insisten en que el beneficio es mucho mayor que el riesgo. "Si se confirma que esos seis casos no tienen otra explicación alternativa y se vinculan a la vacuna de Janssen, estamos hablando de menos de un caso por millón. Es decir, la relación beneficio-riesgo de la vacunación sigue estando a favor de la vacunación, incluso aunque se confirmase que esta vacuna está vinculada a este cuadro de trombos cerebrales asociados a trombocitopenia", apunta Federico Martinón-Torres, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la OMS e investigador del Hospital Clínico Universitario de Santiago.
Según cuenta Martinón-Torres a través de su cuenta de Twitter, la "hipótesis más plausible" tiene que ver con una reacción de nuestro sistema inmunitario similar a la que ocurre con la heparina, "que activa nuestras plaquetas (unas células en la sangre) de forma anómala, dando lugar a trombos y sangrados". El especialista se refiere al síndrome de "trombocitopenia inmunitaria protrombótica inducida por la vacuna" (Vipit), tal y como lo ha bautizado un grupo de investigadores dirigido por el hematólogo Andreas Greinacher, de la Universidad de Greifswald (Alemania), que ha sido relacionado con la vacuna de AstraZeneca y cuyo trabajo científico fue publicado primero en el repositorio Research Square y hace unos días en la revista The New England Journal of Medicine.
Este síndrome, tal y como contó EL ESPAÑOL, ocurre tras "una combinación inusual de síntomas" entre los que se encuentran coágulos sanguíneos generalizados y un recuento bajo de plaquetas. "Se asemeja a un efecto secundario poco común de la heparina, un anticoagulante conocido trombocitopenia inducida por heparina (HIT)", explican los autores en un artículo de la revista Science. El estudio, en cualquier caso es la mejor aproximación que existe a este raro trastorno hasta la fecha, aunque sus resultados son aún prematuros como para extraer conclusiones sólidas y tienen sólo que ver con el fármaco de Oxford.
Tal y como apunta Martinón-Torres, "las vacunas de Janssen y de AstraZeneca tienen en común el antígeno que se utiliza (la proteína S) y que el vector que usan es un adenovirus no replicante (adenovirus 26 en J&J) y adenovrius de chimpancé en AstraZeneca", escribe Martinón-Torres. "La posibilidad de que sea el vector genéricamente la causa no es muy probable, y el único mecanismo que se baraja en teoría es que la vacuna se administrase por error de forma intravenosa en vez de intramuscular".
Según el especialista del Hospital Clínico Universitario de Santiago, en el caso de que estuviese relacionado con la proteína S, "esto sería común a todas las vacunas disponibles en el mercado [cosa que no está ocurriendo], si bien hay pequeñas variaciones en la secuencia genética parece también difícil explicarlo por ahí".
Las autoridades sanitarias se encuentran estudiando los efectos adversos relacionados con ambas vacunas, pero por el momento no han sido capaces de establecer un vínculo causal ni factores de riesgo que predispongan a sufrir este tipo de trombos extrañísimos que han sido relacionados con ambas vacunas. "En todo caso, debemos ser cautos, confiar en las autoridades, y no perder la perspectiva: hablamos de efectos potencialmente relacionados con la vacunación muy poco frecuentes. Todos los fármacos tienen efectos y lo que se trata es de la relación riesgo-beneficio, que en el caso de las vacunas está clara, porque evitan en un 100% las formas graves y muerte por Covid-19, una enfermedad que causa trombos en el 10-15% de los infectados".