Si durante la primavera de 2020 mirábamos con angustia o alivio los números de Italia, está claro por el gráfico que podrán ver más abajo que desde el verano del año pasado, la referencia para España es Reino Unido.
Sea por la intensa movilidad entre ambos países -numerosos trabajadores españoles en Inglaterra, numerosos expatriados británicos con segundas residencias en España- o por pura casualidad, lo cierto es que hemos ido calcando nuestros repuntes con una precisión chocante.
Mientras todo el continente sufría una segunda ola descomunal en octubre, nosotros nos movíamos en números razonables. Cuando la Europa central y del norte bajó sus cifras en navidades, nosotros nos disparamos. La “cuarta ola” europea apenas nos afectó a ninguno… y en la quinta, estamos siendo los que abrimos un camino al que poco a poco se irán uniendo Países Bajos, Francia, Alemania...
El caso es que ambos países han entrado estas últimas semanas en territorio ignoto. No hay referencias válidas del pasado para intentar adelantar patrones de lo que puede pasar en el futuro. Ahora bien, Reino Unido está llegando antes adonde parece que llegará España en breve… y por ello, estudiar su casuística e intentar establecer comparaciones es clave para aportar un poco de luz en medio de la niebla.
Hablamos de dos países con un altísimo porcentaje de vacunación y que partían de una base de contagios muy baja antes de explotar. En ambos, la variante delta está haciendo estragos y no hay manera de saber hasta qué punto el número disparado de contagios se va a traducir en hospitalizados y muertos.
Eso no quiere decir que no pueda intentarse, aunque sea de modo aproximado. La variante delta llegó a Reino Unido a finales de febrero, o, al menos, la detección del primer caso se fecha el 22 de dicho mes. Siempre hay que recordar que no es lo mismo encontrar algo y que ese algo exista.
La llamada “cepa india” por su primera detección en dicho país se mantuvo durante meses en la sombra, sin mostrar números de reproducción elevados, coincidiendo con un bajón en la incidencia del país presidido por Boris Johnson, que llegó a los 45,3 casos por 100.000 habitantes el 13 de mayo de 2021 hace prácticamente dos meses.
Vamos a pararnos en la fotografía de aquel 13 de mayo como día que cambia la tendencia británica. En aquel momento, Reino Unido contaba con una media de 99 nuevos ingresos diarios sobre una población de 68 millones de habitantes. El total de hospitalizados era de 999, de los cuales 129 ocupaban una cama UCI. En lo que respecta a los fallecidos, la media estaba en nueve por día, que bajaría a seis a finales de mes.
De hecho, como se puede ver en el siguiente gráfico, aunque ese 13 de mayo empezó el aumento de la incidencia de casos, los demás indicadores siguieron bajando un tiempo, aunque fuera levemente. Conclusión: hay más casos pero no influye en los hospitales. ¿Les suena? Vamos a ver si es verdad.
Avancemos un mes, aproximadamente, hasta el 16 de junio. Un punto medio entre la situación actual y su inicio. Esa semana, se secuenciaron casi 80.000 casos de variante delta en Reino Unido cuando en España solo se habían detectado 277 y, por supuesto, no había restricción alguna en los viajes entre países ni control específico de esta nueva cepa.
Para entonces, la incidencia en Reino Unido había subido a 136,1. En otras palabras, los casos se habían multiplicado por tres. Ahora bien, los hospitalizados seguían en números razonables: 1.253 en total y 208 en UCI. Sí, de acuerdo, había un crecimiento, pero con un 44,15% de la población totalmente vacunada, no se podía esperar que la cosa fuera a mucho más. La media diaria de fallecidos estaba en diez, menos aún que un mes antes.
La idea por entonces del gobierno de Boris Johnson era levantar todas las medidas el 21 de junio. Ese era su llamado “freedom day” o “día de la libertad”, un término que a lo que se ve se vende muy barato últimamente. No es que Reino Unido tuviera implantadas por entonces unas medidas muy severas desde que se levantó el cierre de la restauración y la hostelería, pero sí es cierto que, al menos sobre el papel, las “recomendaciones” en términos de vida social y de ocio sí eran más duras que en España.
Basta con ver la pasada Eurocopa para entender que entre la teoría y la práctica a veces media un abismo. La idea era esperar a un momento en el que las cosas fueran mejor, pero ese momento nunca ha llegado. Otro mes después, 15 de julio de 2021, la incidencia en Reino Unido está en 624,4 casos por 100.000 habitantes, es decir, catorce veces por encima de lo que lo estuvo hace dos meses.
No solo eso sino que, en lo que va de julio, la media diaria de casos ha aumentado un 63,04%. No hay manera de frenar los contagios, también centrados sobre todo en los más jóvenes y en los pocos grupos de riesgo que aún quedan sin vacunar -la vacunación en Reino Unido fue más explosiva pero menos sistemática- ni parece que el fin esté cerca.
En cuatro días empezará la “convivencia total con el virus” en palabras de Boris Johnson, y las cifras hospitalarias no son precisamente buenas: los 1.253 hospitalizados de mediados de junio son ahora más de 3.000. Los 277 que estaban en UCI son ahora 450. Los diez muertos diarios de media son ahora treinta. No son números comparables a la ola de navidades, por supuesto, pero tampoco se pueden pasar por alto, más que nada porque la tendencia sigue imparable hacia arriba.
Su apuesta por la convivencia total les convertirá, de alguna manera, en los conejillos de indias del resto del planeta. ¿Habrá una inmunización total a base de contagios masivos? ¿Será un desastre hospitalario pese al alto porcentaje de vacunación, ya por encima del 50%? ¿Llegaremos a cifras de muertos en torno a los 3.000 al mes o el efecto de la vacuna mitigará esa cantidad? Cualquier respuesta es arriesgada.
Lo que nos interesa a nosotros es qué podemos aprender de estos datos de Reino Unido. Nuestro cambio de tendencia no se produjo el 13 de mayo sino bastante más tarde: el 21 de junio. Hace poco más de tres semanas. Esa no es la única diferencia importante: nuestra base de incidencia se situaba entonces en 92,25 casos por 100.000 habitantes.
La variante delta empezó a hacerse predominante en un momento en el que nuestra transmisión era el doble de la británica cuando ellos empezaron su repunte. Tal vez por eso, nuestra evolución ha sido tan explosiva, tan absolutamente inesperada. Si Reino Unido casi ha triplicado su incidencia en un mes, nosotros la hemos multiplicado casi por cinco en menos de cuatro semanas.
Los últimos datos del Ministerio hablan de 469,50 contagios cada 100.000 habitantes en los últimos catorce días y 270,98 en los últimos siete, es decir, la perspectiva es aún al alza. La buena noticia es que, en principio, nuestra idea no es abrir más sino cerrar un poco. La mala es que en los demás indicadores también estamos subiendo mucho más rápido de lo que jamás subió el Reino Unido y eso debería hacernos reflexionar seriamente, más allá de alarmismos vacíos y complacencias absurdas.
El 21 de junio había en España, 2.832 hospitalizados, de los cuales 770 estaban en la UCI. Ahora bien, el número de nuevos ingresos no llegaba a los 250 diarios y aún bajarían la semana siguiente, con lo que entramos en el mes de julio con un total de 2.357 ingresados y 584 en estado crítico.
Hasta aquí, la historia se parece a la del primer mes en Reino Unido pero en un plazo de tan solo nueve días: suben los casos, bajan aún los ingresos, se reduce la hospitalización y se mantiene la mortalidad en números bajísimos. El problema es que, desde ese 1 de julio, la cosa se ha salido por completo de madre.
En este medio mes, se han añadido al acumulado un total de 220.169 positivos, lo que hace una media diaria de 15.726. Este miércoles, por primera vez desde el 4 de febrero, hemos llegado a los 26.390 en solo 24 horas. Los hospitales siguen relativamente vacíos de Covid, pero hemos llegado a los 4.467 ingresados totales y 798 críticos, es decir, un aumento del 89,52% y el 36,64% respectivamente respecto al día 1.
Nuestra segunda quincena de crisis es parecida al segundo mes entero de Reino Unido, con la diferencia de que nuestra transmisión es mayor de partida y nuestro número de enfermos graves también lo es. En lo que va de semana, se han notificado 2.356 ingresos. La media diaria que no llegaba a 250 se ha colocado en 786 en estos últimos tres días. Con veinte millones de habitantes menos, tenemos más ingresos diarios, más hospitalizados y más críticos que Reino Unido.
En el peor de las comparaciones, nos quedaría como mínimo un mes aún de subida, cosa que entendemos que es imposible llegados ya a estos números. ¿Puede ayudarnos el hecho de que Reino Unido vacunara con Astra Zeneca, y en la mayoría de los casos con una sola dosis, y nosotros estemos poniendo masivamente dos de Pfizer y Moderna? Puede, pero a su vez seguimos teniendo menos población totalmente inmunizada (un 47,4% en España por el citado 51,55% británico).
Está claro que ambos países están muy lejos de sus peores números históricos en términos de gravedad. De hecho, España, como sucediera en Reino Unido, sigue bajando en el número de muertes diarias, no se ve impacto alguno. De doce, hemos pasado a nueve en semana consolidada por el Ministerio. No sabemos qué pasará en el próximo mes ni si también triplicaremos nuestros fallecidos como les ha pasado a ellos.
De entrada, lo que estamos viendo en Cataluña, donde la infección está más avanzada, no invita al optimismo: estos últimos siete días se han notificado diecisiete muertos. Los siete anteriores se notificaron nueve. Por supuesto, siguen siendo cifras muy bajas porque las vacunas funcionan, pero no lo fiemos todo a una carta. Si el resto de España siguiera la deriva catalana, nos encontraríamos con un problema muy grave, no ya en términos de atención primaria, saturada en casi todo el país, sino en términos hospitalarios, desmontando el recurrente “no va a haber casos graves” que tanto recuerda al “sologripismo” de febrero de 2020.
Reino Unido nos ha enseñado durante dos meses que un aumento importante de casos implica a medio-largo plazo un aumento considerable de ingresos, hospitalizados y defunciones. Nosotros estamos quemando etapas a mayor velocidad, con lo que nuestro futuro es aún más incierto. Con lo más movido del verano y las vacaciones por delante, solo queda pedir de nuevo precaución. Nadie quiere llegar al otoño con esta transmisión y la incógnita de cuánto tiempo nos protegen las vacunas. Mejor averiguarlo poco a poco que de golpe. Lo contrario sería una invitación al desastre.
Noticias relacionadas
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos