¿De qué morimos los españoles, una sociedad que justo antes de la pandemia de Covid-19 batía récords mundiales de esperanza de vida? Aunque el enfásis en la prevención de graves enfermedades como la producida por el coronavirus SARS-CoV-2 o el cáncer está complementamente justificado, la primera causa de mortalidad sigue correspondiendo a las enfermedades cardiovasculares. La longevidad, además, plantea la problemática de la calidad de vida en la tercera edad, afectada por trastornos prevalentes como el alzhéimer.
Se trata, además, de males que colaboran el uno con el otro: la relación entre los problemas arteriales y los neurodegenerativos en los mayores es conocida por los investigadores. Pero, ¿podría estar esta interacción ocurriendo antes, en las décadas previas en las que se gesta el alzhéimer, y podrían los indicios más sutiles de la enfermedad cardiovascular ayudarnos a frenarlos a ambos a tiempo? Es lo que investiga Marta Cortés Canteli y su equipo del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), un proyecto que acaba de recibir el impulso de una de las prestigiosas Becas Leonardo que concede la Fundación BBVA.
¿En qué consiste el estudio de la conexión entre la enfermedad cardiovascular y el alzhéimer?
Trabajamos dentro del marco del estudio PESA, que dirige el Dr. Valentín Fuster del CNIC y que principalmente estudia la aterosclerosis subclínica. Es una enfermedad que no tiene ningún tipo de síntomas, y se estudia en una población de más de 4.000 participantes sanos. Desde hace años, investigamos la relación entre la enfermedad cardiovascular y la neurodegenerativa. ¿Por qué? Porque se sabe que en etapas sintomáticas se dan de manera conjunta. Gente que tiene factores de riesgo cardiovascular -tensión, diabetes, colesterol elevado, obesidad- también presenta mayor riesgo de sufrir alzhéimer y otras formas de demencia en edades avanzadas.
¿Cómo se podría detectar si el problema arterial no diagnosticado está anticipando también un futuro deterioro neurodegenerativo?
No se sabe cuál es la relación entre ambas enfermedades en la fase asintomática. Ambas tienen una etapa subclínica muy larga, de 15 a 20 años. La gente que desarrolla alzhéimer a los 70 ya sufre a partir de los 50 cambios cerebrales que no manifiestan síntomas, pero que están ahí. El proyecto que vamos a llevar a cabo gracias a la Beca Leonardo consistirá en analizar en la población en ése rango de edad si el plasma de los pacientes con enfermedad cardiovascular no sintomática indica la elevación de algún marcador típico de la enfermedad de Alzheimer. En este caso, nos fijaremos en el fosfo-tau 181, que es muy específico.
¿Qué indicaría al investigador la detección de ése marcador?
Estos biomarcadores han tenido un auge en el último año, porque hasta ahora estábamos usando marcadores en el líquido cefalorraquídeo. Se hace todavía en clínica, pero en experimentación se están empezando a validar muchos marcadores plasmáticos. Son mucho más fáciles de medir, y eso es que lo propusimos para la Beca Leonardo: usarlos para medir si los pacientes con aterosclerosis subclínica estaban empezando a sufrir alzhéimer preclínico.
La enfermedad cardiovascular es prevalente en España y en el resto del mundo industrializado. ¿Se puede decir que sufrirla predispone al alzhéimer?
En edades avanzadas, sí; lo que estamos investigando precisamente es si a partir de los 50 ya se puede determinar que las dos enfermedades están apareciendo juntas, o si se están influyendo la una a la otra. Lo que sí se sabe es que mantener a raya todos los factores de riesgo cardiovascular puede ser una terapia farmacológica para retrasar la aparición del alzhéimer. El cognitive training, o ejercitar el cerebro y mantenerlo activo, es muy importante, lo que indica que tiene un componente vascular muy importante. Pero no se sabe cuándo empieza.
Los enfoques para tratar las enfermedades cardiovasculares tienen que ver con hábitos saludables y dietéticos. ¿Influyen también en el retraso de la aparición del alzhéimer?
Todo lo que implique controlar el riesgo cardiovascular -mantener unos hábitos de vida saludables en lo que se refiere a dieta y ejercicio- es muy saludable para evitar la aparición del alzhéimer. No va a evitarlo, pero permite ganar calidad de vida.
Se ha vinculado también una alimentación antiinflamatoria con la prevención del alzhéimer.
Sí, se sabe que hay un componente inflamatorio muy importante, y de doble filo. De hecho, la enfermedad de Alzheimer empieza como una inflamación en el cuerpo, pero beneficiosa, para tratar de eliminar estos compuestos que conocemos como placas seniles. Sin embargo, en un momento dado se desboca y ya no puede contra los depósitos, pasando a contribuir a la patogénesis.
¿Pueden los enfoques dietéticos y conductuales aliviar los síntomas del alzhéimer como lo hacen con la enfermedad cardiovascular?
Esa es la idea que está detrás del proyecto: si controlar una enfermedad que es modificable como es la cardiovascular puede tener un impacto sobre la enfermedad neurodegenerativa a largo plazo. Si efectivamente vemos que personas con un problema cardíaco, aunque sea subclínico, también está desarrollando alzhéimer en fase preclínica, podemos comprobar como influye el control de los factores de riesgo: no fumar, comer bien, controlar la hipertensión... Eso lo sabemos todos, pero si además te dicen: "Oye, esto puede tener un impacto en cómo estará tu cerebro dentro de unos años"... ¡Pues a lo mejor la gente se lo empieza a pensar!
¿Son especialmente importantes estos hábitos en personas que tienen antecedentes de alzhéimer en su familia?
Hay personas que sufren alzhéimer en edades muy tempranas, y que tienen un fuerte componente genético. Es solo un 5% de los pacientes, y en este caso, va a ser más complicado de controlar. Pero para el resto, el 95% de los casos de alzhéimer, puede ser importante cuidar los factores de riesgo cardiovascular aunque haya genes implicados. Incluso en personas predispuestas por su genotipo, el riesgo se puede normalizar.
¿Qué objetivos tenía el equipo al presentarse a la Beca Leonardo?
La búsqueda de financiación es algo que está detrás de todos los equipos científicos. Y ya no solo la beca, sino entrar en la Red Leonardo te abre muchas puertas y te da mucha visibilidad. Que las fundaciones esté aportando facilidades a que la ciencia siga adelante es fundamental para los proyectos de biomedicina. Y es un honor formar parte de ello, estamos eternamente agradecidos.
Otra investigadora del CNIC, Pilar Martín, ha culminado con éxito su proyecto de prevención de la miocarditis impulsado por una Beca Leonardo. ¿Es una inspiración?
En eso nos basamos precisamente los científicos: todo lo que hacemos es por el bien del paciente, como ha hecho Pilar, con una publicación en una de las revistas más importantes. Y sin la financiación de la beca, esto no se podría haber llevado a cabo.
¿Cuál sería la principal petición de los investigadores de ciencia básica?
Yo estoy en un centro de prestigio, y me puedo "quejar" poco. Pero sí que es verdad que la temporalidad de los contratos de los investigadores es un problema muy importante, junto con la burocracia y la falta de financiación. Son tres problemas estructurales que tiene España desde hace mucho tiempo, pero, ¡podríamos estar hablando durante horas! La pandemia ha puesto de manifiesto lo importante que es invertir en ciencia, y también es fundamental que se implique la sociedad y que entienda qué hacemos los científicos.