El horror del cáncer de páncreas: por qué sigue siendo uno de los más letales en España
Se trata del octavo tumor en número de diagnósticos pero el tercero con más muertes. Varios avances abren el camino para la esperanza.
19 noviembre, 2021 06:03Noticias relacionadas
En 2020 murieron de cáncer de páncreas 7.427 personas, según las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística. Este 2021 se diagnosticarán 8.697 casos. Estas dos cifras juntas dan una idea de la letalidad de este tumor, el octavo más diagnosticado en nuestro país pero la tercera causa de muerte por cáncer.
En los últimos años, además, se ha estado viendo un incremento de la incidencia, probablemente ligado al envejecimiento de la población, la cada vez mayor presencia de obesidad y sobrepeso en los españoles y otros factores que aún son desconocidos.
Sin embargo, los avances de los últimos años en el conocimiento del tumor y los nuevos tratamientos están abriendo una nueva ventana de optimismo en unos pacientes para los que esta palabra parecía vedada hasta hace bien poco.
¿Por qué el pronóstico de esta enfermedad es tan pobre? Con motivo del Día Mundial contra el Cáncer de Páncreas, EL ESPAÑOL ha preguntado a Javier Gallego Plazas, oncólogo del Hospital General Universitario de Elche y vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Oncología Médica, SEOM.
"Los tumores en la cabeza del páncreas, aunque sean muy pequeños, están en una encrucijada vascular que los hace muy difíciles de operar incluso diagnosticarlos pronto", explica. "La posibilidad de resecarlos completamente es muy complicada".
El páncreas tiene forma de puño cerrado visto de perfil. La cabeza se correspondería con la forma del puño, y está pegando al duodeno, como si lo aplastara, con la vena porta y la arteria mesentérica, dos conductos principales de la sangre, rodeándola. El cuerpo y la cola serían la muñeca y parte del brazo.
El problema con los tumores en esta otra zona del órgano es que apenas dan síntomas hasta estados avanzados "y generalmente llegamos tarde a ellos, cuando la enfermedad ya es incurable". El diagnóstico tardío es la principal causa de la letalidad tan alta de este tipo de cáncer.
Síntomas del cáncer páncreas
Pérdida de apetito, peso o sentimiento de cansancio suelen ser los más habituales, pero son tan generales que difícilmente se pueden achacar a un cáncer de páncreas. Un estudio reciente ha identificado 21 síntomas, desde el dolor y la hinchazón abdominal hasta las náuseas y flatulencias.
Hay manifestaciones más características, como la ictericia o amarillamiento de la piel, que se produce por un acúmulo de bilirrubina al presionar el páncreas, cuyo tamaño ha aumentado por causa del tumor, contra la vesícula impidiendo del drenaje de la bilis. La cuestión es que este es un síntoma de cáncer en la cabeza del páncreas, por lo que su extirpación (hoy por hoy el único tratamiento con potencial curativo) es inviable.
El estudio recién publicado llama la atención sobre dos síntomas hasta ahora no tenidos lo suficienteente en cuenta, la sed y un color oscuro de la orina, pero Gallego no se muestra optimista con el hallazgo porque son dos manifestaciones conocidas de condiciones asociadas al cáncer de páncreas pero por las que no se ha conseguido llegar más lejos en la capacidad de cribado.
"La sed es típica de la diabetes, un factor que no sabemos si es causante pero sí lo encontramos asociado al cáncer de páncreas", afirma el oncólogo, que lamenta que los ensayos para hacer cribados poblacionales a las personas que tienen diabetes "no han compensado de momento, están en desarrollo pero no han dado éxito como programas de detección precoz".
Sobre la orina oscura, Gallego indica que su causa es la misma que la de la piel amarillenta, la acumulación de bilirrubina, por lo que por sí sola tampoco indica nuevas posibilidades para avanzar en el diagnóstico.
Consejo genético
Hoy por hoy, "la única herramienta que tenemos para prevenir la enfemedad" es la identificación de un componente genético hereditario, lo que se da en entre el 5% y el 10% de los casos. "Es muy importante que, cuando veamos en una familia dos o más casos de cáncer de páncreas, o uno en una persona joven, se remita a consejo genético".
A partir de ahí, se realizan exploraciones periódicas del páncreas, si bien no está estandarizado el plazo de las revisiones y la técnica a usar, que puede ser desde una ecografía a una ecoendoscopia, pasando por una resonancia magnética.
La genética es una de las buenas noticias para el manejo de este cáncer letal, no solo para la prevención sino porque ya hay opciones de tratamiento dirigidas a mutaciones concretas (un cáncer es un acúmulo de mutaciones que 'quiebran' el sistema que tiene el cuerpo humano para corregir el crecimiento de sus células).
Entre el 4% y el 7% de los cánceres de páncreas contienen una mutación de los genes BRCA1 y 2. Hace tan solo dos años que olaparib, un fármaco oral ya autorizado para otros cánceres con la misma mutación, mostró su eficacia tras la quimioterapia como tratamiento de mantenimiento (ya que no afecta tanto a la calidad de vida), por lo que se están logrando supervivencias "que hasta ahora no teníamos descritas con cáncer páncreas" en enfermedad metastásica.
Para la enfermedad localizada, la combinación de quimioterapias también está mejorando la supervivencia. "La media antes era de dos años, aunque se operaran. Ahora, más del 60% de los pacientes pueden estar vivos después de tres años tras la operación", comenta Gallego, que añade: "son pequeños pasos que nos deben orientar a pensar que hay luz al final del túnel".
Incluso en enfermedad avanzada se ha pasado de seis meses con quimioterapia a rebasar el año y medio de vida gracias a la combinación de quimioterapias y otros tratamientos de mantenimiento, "y algunos pacientes son largos supervivientes".
No se trata únicamente de añadir fármacos sino que nuevos esquemas, como la quimioterapia o radioterapia previas a la operación, permiten tener controlado el tumor para resecarlo con mayores garantías y suavizando el golpe a la calidad de vida de estos fármacos, sobre todo tras una intervención quirúrgica compleja de la que el paciente tarda en recuperarse.
Como en la mayoría de cánceres, hay una forma de prevención: la de los hábitos de vida. Evitar el sedentarismo y el consumo de alcohol y tabaco, así como llevar una dieta equilibrada sin abusar de las grasas saturadas y las carnes rojas, es el mejor método para retrasar, en la medida de lo posible, una de las enfermedades más devastadoras del siglo XXI.