"España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". Estas palabras perseguirán de por vida a Fernando Simón, el médico que todos los días salía a dar la cara para informar de la situación en los momentos más duros de la pandemia.
Hace casi dos años de esas declaraciones: las dio el 31 de enero de 2020, tras el primer caso del 'nuevo coronavirus', como se le conocía por aquel entonces, en España. También se cumple medio año de su retirada del foco informativo: su última rueda de prensa fue el 12 de julio de 2021, cuando la quinta ola ya había alcanzado velocidad de crucero pero se pensaba que las vacunas lograrían frenar la Covid en poco tiempo.
La llegada de ómicron ha vuelto a poner el escenario de la pandemia patas arriba y ha generado una confusión que no se sentía desde esa primavera loca de 2020 en la que todos salíamos a las ventanas a las ocho de la tarde a aplaudir a los profesionales sanitarios.
Precisamente fueron estos –concretamente, el Consejo General de Colegios de Médicos, aunque el de Cataluña se desmarcó– los que, varios meses después, en el apogeo de la segunda ola, pidieron el cese de Fernando Simón tras unas desafortunadas declaraciones en las que daba a entender que si se contagiaban lo hacían fuera de su hospital o centro de salud.
En una especie de posmodernidad pandémica, las vacunas parecen no evitar los contagios de ómicron, los mismos políticos que nos pedían sacrificios ahora miran para otro lado y muchos parecen asumir que ya vivimos en una nueva normalidad que es más un espejo distorsionado de estos meses pandémicos que los viejos y añorados tiempos pre-Covid.
Sin embargo, ninguna figura científica está ahí para explicar qué nos podemos esperar en los próximos meses o qué significa pasar a una endemia, para justificar la toma (o la falta) de decisiones o para desmenuzar la pretendida estrategia de 'gripalización' de la Covid que llegará en un momento u otro.
Los que más saben de pandemias, epidemiólogos y especialistas en salud pública, echan en falta alguien en quien el ciudadano pueda confiar y, con la perspectiva que da el tiempo, ponen en su sitio la figura de Fernando Simón, con sus claros y sus oscuros.
"Como todo el mundo que hemos hablado en esta pandemia, [Simón también] se ha equivocado", admite con sinceridad Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, para quien un portavoz científico en el Gobierno "no es que sea necesario, es imprescindible para la buena gestión de la pandemia", llámese Fernando Simón o no.
"La realidad de la información que recibe la ciudadanía tiene que ser creíble y clara. Ante ello, es necesario tener un portavoz técnico, experto para ello", indica, aventurando que esta presencia debería estar acompañada de otros expertos del ámbito de la salud pública, la epidemiología, las vacunas, la inmunología, etc.
March cree que Simón es un buen comunicador y que "sus meteduras de pata han venido de sus opiniones como portavoz", no de su bagaje científico. "Creo que se ha equivocado opinando de cosas que no le corresponden" y por ello "sería buena esa idea de compartir la portavocía" con renombrados expertos de sociedades científicas.
Un papel difícil
Los especialistas consultados por EL ESPAÑOL destacan la extraordinaria complejidad de la situación a la que Simón se tuvo que enfrentar. "Tuvo un papel difícil pero creo que lo hizo bien", apunta Joan Caylá, presidente de la Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona y exjefe de Epidemiología de la Agència de Salut Pública de Barcelona.
"Un epidemiólogo experto en enfermedades transmisibles aportaría que se entendiera mejor la evolución de la pandemia y las medidas que se van tomando", señala, creyendo que Simón podría asumir ese papel. "Aportó sentido común en la crisis del ébola y conoce bien la Covid y sus intríngulis".
Ildefonso Hernández, exdirector general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad entre 2008 y 2011 y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, sabe lo que es vivir una crisis desde un puesto de responsabilidad política, aunque "con un impacto mucho menor": la de la gripe A de 2009.
Por eso, conoce a fondo "las dificultades de estar preparando los datos cada día para cualquier pregunta que pueda surgir, la tensión que eso supone… Y, conociendo desde dentro las enormes dificultades que conlleva, creo que realmente hizo un muy buen trabajo".
Simón fue nombrado director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias en 2012, con Ana Mato de ministra de Sanidad, y se dio a conocer al público general con la crisis del ébola de 2014, cuando su hablar pausado y su conocimiento calmó la histeria que había surgido tras las primeras y caóticas comparecencias de la ministra.
Ese estilo no le valió con la crisis de la Covid. Muchos le acusaron de minusvalorar la amenaza, llegando a sugerir que ocultaba la verdad sobre la pandemia que estaba por venir. Todos los días, incluyendo festivos y fines de semana, aparecía en televisión y durante horas contestaba las preguntas de los periodistas.
Una retirada paulatina del ojo público
A partir del verano de 2020 las comparecencias se redujeron a los días de diario y pocos meses después a los lunes y jueves. En la primavera de 2021, ya con Carolina Darias al frente del Ministerio de Sanidad, eran semanales. La benignidad (comparada con las anteriores) de las olas cuarta y quinta disminuyeron la urgencia de sus intervenciones hasta que el pasado verano abandonó las ruedas de prensa.
"Mi consideración sobre la capacidad como portavoz científico de Fernando Simón es buena, ha sido siempre un portavoz de alta calidad", opina Hernández, que, preguntado por si debería volver al candelero, confiesa que es difícil aventurar una respuesta y que "en el ministerio hay otras personas que lo pueden hacer perfectamente".
El también catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández recalca la necesidad de una figura científica que haga de portavoz en las administraciones sanitarias y recuerda que el anteproyecto de Ley sobre la Agencia Estatal de Salud Pública debe incluir "una solución sobre los portavoces y personas autorizadas para la comunicación científica".
El único de los consultados que no ve la necesidad de que haya un portavoz científico como tal es Rafael Ortí, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria. "Debe ser una persona que conozca la forma de comunicar información científica aplicada, puede hacer muy bien un técnico que conozca los detalles y aporte un punto de vista científico, o puede ser un político si sabe de lo que está hablando". Y aclara: "A veces no se consigue".
Que sea Fernando Simón la persona que lo vuelva a hacer "es una decisión política", comenta. Para Ortí es "muy buen comunicador en salud pública", pero supone que tuvo sus condicionantes y que "no podía hablar, me imagino, con toda la libertad".
Para el preventivista la existencia de un portavoz científico como Simón es positiva "si nos limitamos a la información sobre la pandemia, sin tener en cuenta otros factores. O él o una persona equivalente con información y capacidad para transmitirla". Y recalca: "No era mala la situación en cuanto a lo que él hacía, pero hacerlo con cierta independencia es complicado. Hay muchos matices que tener en cuenta".