Hace ya dos años que se decretaba en España estado de alarma en todo el territorio. El motivo era la crisis sanitaria que estaba ocasionando la irrupción de un nuevo coronavirus, el cual ya había devastado China y estaba golpeando con fuerza a otros países, como la vecina Italia. Durante todo este tiempo, la comunidad científica se ha afanado en estudiar la Covid-19 y sus consecuencias físicas, aunque poco a poco también se han ido descubriendo las heridas menos visibles de la enfermedad, esas que se han bautizado como 'la otra pandemia' o 'la pandemia silenciosa'.
La salud mental se ha visto y se verá mermada desde la aparición del coronavirus. Prueba de ello es un estudio publicado por The Lancet y que ha analizado cuáles serán las consecuencias en la salud mental de los afectados por Covid-19 a largo plazo. Concretamente, han utilizado una muestra de 247.000 personas durante más de un año y los resultados no son muy esperanzadores para el buen devenir de esa 'pandemia silenciosa'.
Según éstos, aquellos que han experimentado la enfermedad de una manera grave tienen una prevalencia significativamente mayor de desarrollar depresión y ansiedad y, además, los síntomas pueden aparecer hasta pasados 16 meses de haber contraído la infección.
El ensayo considera como Covid-19 grave aquel que ha tenido al paciente postrado en una cama durante siete días o más. Para este grupo, las probabilidades de experimentar sintomatología de depresión o ansiedad es entre un 50% y un 60% mayor que las personas que nunca se han infectado.
Según Unnur Anna Valdimarsdóttir, profesora de epidemiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Islandia y autora del estudio, estos resultados no son sólo la prueba de los estragos psicológicos que deja el coronavirus, sino que también son una señal de alerta para otorgar una "mayor vigilancia clínica de la salud mental" a aquellos que atraviesan la Covid de una manera grave, ya que los síntomas pueden aparecer de una manera muy tardía.
"La mayor incidencia de depresión y ansiedad podría deberse a una combinación de preocupación por los efectos en la salud a largo plazo, así como la persistencia de los síntomas físicos", explica por su parte, Ingibjörg Magnúsdóttir, profesor en la misma facultad y coautor de la investigación.
Una evidencia contrastada
El estudio islandés sólo pone una pequeña limitación. Los individuos con Covid-19 eran ligeramente más propensos a tener también diagnósticos anteriores de trastornos psiquiátricos.
No obstante, otros estudios previos avalan sus resultados obtenidos. Es el caso del publicado en la revista médica The BMJ y que sólo incluyó a pacientes que no hubieran tenido un tratamiento de salud mental en los años previos. Según sus datos, las personas con Covid-19 tenían un 39% más de posibilidades de ser diagnosticadas de depresión, un 35% de desarrollar ansiedad y un 38% de padecer estrés y trastornos de adaptación.
Sin embargo, a pesar de la limitación, el nuevo estudio de The Lancet aporta un dato que no tenía el anterior: las personas diagnosticadas de coronavirus, pero que lo han pasado de una manera leve, eran menos propensas a experimentar sintomatología de depresión y ansiedad que aquellas que nunca habían pasado la enfermedad.
Según los autores, lo que influye en este último grupo es la incertidumbre. Mientras que unos ya saben cómo son los efectos de la Covid-19 y ya la han superado, el otro grupo todavía convive con el miedo a la infección.
Un mal de todos
En base a este último dato podría hablarse de diferente incidencia en la salud mental según se haya pasado o no la infección, aunque el trasfondo que deja es que, de una forma y otra, siempre habrá estragos. Por ejemplo, según la última Encuesta Europea de Salud en España, el 20,3% de la población de 15 y más años declaró tener poco interés o alegría por hacer cosas durante la pandemia, frente al 17,0% que lo manifestó en los meses anteriores. Mientras, el porcentaje de personas con sensación de estar decaídas subió hasta el 21,0%, respecto al 18,2% del periodo previo.
Estos datos están avalados por otras investigaciones científicas, como la publicada en la revista Psychiatric Research y que ponía de manifiesto el incremento en prevalencia de síntomas de depresión, ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático y angustia psicológica en la sociedad del Covid-19.
Sus resultados demostraban cómo las poblaciones afectadas por la pandemia tenían una prevalencia significativamente mayor de depresión, ansiedad, insomnio, Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y angustia psicológica que una población en circunstancias normales. Concretamente, la prevalencia de depresión era tres veces mayor, mientras que para la ansiedad y el TEPT era de cuatro y cinco veces mayor, respectivamente.
Tal es la realidad de estos datos, que en octubre de 2021, el Gobierno presentó un Plan de Acción a la Salud Mental y Covid-19, que venía a complementar la Estrategia de Salud Mental aprobada en 2006 y que suponía una inyección de 100 millones de euros para abordar el impacto psicológico y psiquiátrico del coronavirus y mejorar ambas especialidades en todos los niveles del Sistema Nacional de Salud.