Las mascotas son, para muchas personas en España, un miembro más de sus familias y, especialmente, si se trata de un perro o un gato. Los españoles tenemos más de nueve millones de perros y casi seis millones de gatos registrados como mascota, según la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (Anfaac). Con estos animales compartimos mucho tiempo de nuestro día: salimos a pasear, jugamos con ellos en casa y los abrazamos y acariciamos constantemente.
Sin embargo, un estudio realizado por científicos de Portugal y de Reino Unido ha revelado que las mascotas y sus dueños pueden también estar compartiendo, sin darse cuenta, bacterias resistentes a los antibióticos. Los resultados de esta investigación se presentarán a partir del 23 de abril en el Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ECCMID, por sus siglas en inglés), que se celebra en Lisboa. Las bacterias resistentes son uno de los principales retos a los que se enfrenta la salud pública. De hecho, son muchos los científicos los que hablan ya de "pandemia silenciosa".
"Nuestros hallazgos verifican no sólo que se comparten bacterias resistentes entre los animales de compañía y sus dueños, sino también los genes que generan las resistencias", explica Juliana Menezes, investigadora de la Universidad de Lisboa. "Estos resultados destacan la necesidad de realizar programas de encuestas para identificar el potencial riesgo para la vida humana". Los animales de compañía pueden llegar a ser reservorios de bacterias resistentes y, por eso, la preocupación de la comunidad científica va en aumento.
Población del estudio
Algunas de las infecciones más peligrosas están generadas por cepas de bacterias que producen betalactamasa de espectro extendido (ESBL, por sus siglas en inglés), betalactamasa de tipo AmpC y carbapenemasas; todas estas son sustancias que eluden el efecto de antibióticos tan conocidos como la penicilina u otros como las cefalosporinas. Debido a este riesgo, los científicos se propusieron descubrir cómo de extendidas están estas bacterias y si se comparten entre las mascotas y sus dueños.
Para realizar esta investigación, se estudiaron 41 hogares de Portugal —en los que había un total de 58 personas, 40 perros y 18 gatos— y 42 hogares en Reino Unido —con 56 personas sanas y 45 perros—. En el estudio sólo pudieron participar personas y animales que no hubieran experimentado infecciones bacterianas o tomado antibióticos durante los tres meses anteriores al inicio del estudio. Para comprobar el estado de los animales, estos recibieron una evaluación veterinaria en la Universidad de Lisboa y en el Royal Veterinary College de Reino Unido, que también participó en la investigación.
Una vez estuvo determinada la población del estudio, se procedió a recoger muestras de heces de manera mensual durante cuatro meses. Posteriormente, se realizaron secuenciaciones genéticas para identificar las especies de bacterias en cada muestra y la presencia de genes que dan lugar a las resistencias a los medicamentos. Además, también secuenciaron las cepas relacionadas con las bacterias encontradas con el fin de confirmar el posible intercambio de ellas entre la mascota y su dueño.
Algunos resultados
Entre 2018 y 2020, 15 de las 103 mascotas —un gato y 14 perros, que forman cerca del 15% de la muestra— y 15 de los 114 miembros de los hogares de ambos países —es decir, el 13% del total— portaban bacterias resistentes a los antibióticos. De todos estos, casi la mitad de las mascotas —seis en Portugal y una en Reino Unido— y un tercio de los miembros de los hogares —cuatro en Portugal y uno en Reino Unido— habían sido colonizados con una bacteria resistente a múltiples antibióticos.
En cuatro hogares de Portugal los científicos observaron que los genes que generan las resistencias a antibióticos en las heces de las mascotas coincidían con los genes que encontraron en las heces de los dueños. En tres de esos hogares, estos genes coincidieron en un solo momento y en el cuarto las cepas coincidentes fueron detectadas en dos momentos consecutivos. Estos hace sospechar a los científicos de que se estuviera produciendo una colonización persistente al compartir bacterias entre mascota y dueño.
"A veces las bacterias pueden no compartirse, pero sus genes de resistencia, sí. Estos genes de resistencia se encuentran en fragmentos móviles de ADN, y esto significa que pueden transferirse entre diferentes poblaciones bacterianas en animales y personas", explica Menezes. Además, en dos de los hogares, los microbios de las mascotas coincidieron con cepas de Escherichia coli encontradas en las muestras de heces de sus dueños, pero en los otros dos, no había pruebas de que las bacterias estuvieran siendo compartidas.
Resistencias en el futuro
Los autores de la investigación matizan que se trata de un estudio observacional y que, por tanto, no puede demostrar que el contacto estrecho con mascotas provoque la colonización de bacterias resistentes a los antibióticos. De todas formas, sí que sugiere que la posibilidad de este efecto es real. Las principales limitaciones que tuvo esta investigación fueron, en primer lugar, el bajo número de hogares que participó en él y, en segundo lugar, la limitación a la hora de realizar un seguimiento longitudinal.
Menezes destaca que las bacterias resistentes a los antibióticos ya eran una de las grandes amenazas para la salud pública antes de la pandemias de la Covid-19 por sus terribles efectos: neumonías, sepsis e infecciones intratables en heridas o el tracto urinario. "Aunque el nivel de intercambio de estas bacterias en los hogares con mascotas que hemos estudiado es bajo, los portadores sanos pueden estar dando cobijo a estos microorganismos durante meses en su ambiente".
Bajo esta condición, estos portadores pueden ser una fuente de infección para otras personas más vulnerables, como los ancianos y las mujeres embarazadas. "Nuestros hallazgos refuerzan la necesidad de que las personas realicen buenas prácticas de higiene con respecto a sus mascotas y, además, que reduzcan el uso innecesario de antibióticos en los animales de compañía y en las personas".
En este sentido, múltiples instituciones de salud, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), han pedido a la población que utilice estos medicamentos con cuidado: sólo tomarlos cuando los recete un profesional sanitario y nunca compartirlos con otras personas. Esta es una de las principales medidas para evitar la proliferación de estas bacterias.