Los dos años de pandemia -aún no concluida- han hecho mucho daño a la imagen de la sanidad pública española. Como suele ocurrir en situaciones de crisis, los ojos se han centrado en las carencias, magnificadas por una situación que nadie podía prever y que ha traído cola, como el aumento de las listas de espera en las distintas especialidades.
Sin embargo, a veces parecemos no ser conscientes de que nuestro sistema sanitario está muy bien valorado en los índices internacionales más reputados, algunos de los cuales, eso sí, no se han actualizado desde la fatídica entrada del coronavirus.
Pero los datos están ahí. Más allá de la esperanza de vida, que es la tercera más alta del mundo -sólo superada por Suiza y Japón-, el informe Bloomberg sobre sistemas sanitarios más eficientes situaba a nuestro país en el tercer puesto de 56. También el Índice Global de Seguridad en la Salud de la Universidad Johns Hopkins -éste sí actualizado a 2021- sitúa a España en un dignísimo puesto 17 de 195 países.
En definitiva, se puede seguir afirmando con certeza que la sanidad pública española es buena y lo es, además en comparación con la de otros países, en muchos de los cuales los ciudadanos tienen que pagar mucho más que sus impuestos para ser atendidos en los centros públicos.
Pero partiendo de esta base, lo que en ningún caso se puede afirmar es que todos los hospitales públicos son iguales. Y esta sensación, compartida por todos los expertos, no viene avalada por datos objetivos. La razón: valorar el funcionamiento de un sistema tan intrincado como el de un hospital público es una tarea extremadamente compleja.
Según explicaba a EL ESPAÑOL Enrique Bernal-Delgado, investigador del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud y coordinador del Proyecto Atlas de Variaciones en la Práctica Médica en el Sistema Nacional de Salud, "para medir la calidad de un centro sanitario tienes que tener un conjunto de 500 o 600 indicadores y aun así estás perdiendo parámetros que se valoran mucho en los cuidados, como la atención continua en enfermería".
Si bien existen algunos mecanismos públicos para acceder a esos datos, ninguno califica a los centros de mejor a peor. Entre ellos, destacan la Central de resultados del Observatorio del Sistema de Salud y Cataluña y el Observatorio de resultados del Sistema Madrileño de Salud.
A partir de algunos de estos parámetros objetivos se elaboran índices como el de Excelencia Hospitalaria que publica anualmente el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía en base a "los resultados y percepciones de los profesionales que trabajan en los centros o en su entorno".
Los centros de Madrid y Cataluña también dominan el Monitor de Reputación Sanitaria, que mide la reputación de los hospitales en encuestas a médicos, profesionales de la industria y periodistas sanitarios. Su última edición data de 2020 y se espera que se actualice antes de fin de año.
Otro ranking conocido es el Top 20 hospitales que, como señala Bernal-Delgado, es voluntario. "Se presenta el que quiere y, si lo haces, es porque no lo haces mal para los indicadores que se piden". Finalmente, se deben tener en cuenta los certificados de Centros, Servicios y Unidades de Referencia del Sistema Nacional de Salud (CSUR) que tiene cada uno y que indican que son especialmente buenos para la atención o realización de las patologías o procedimientos que se indican.
EL ESPAÑOL ha seleccionado 25 hospitales de titularidad pública -algunos de gestión privada- que han sido destacados en uno o varios de estos listados o que han destacado en algún parámetro en el Atlas de Variaciones en la Práctica Médica o los observatorios catalán y madrileño. Están representadas la mayoría de las comunidades autónomas y se ordenan según el tamaño de las ciudades donde están situados.