Nahia Alkorta, autora de 'Mi parto robado'.

Nahia Alkorta, autora de 'Mi parto robado'. Arpa

Salud Historias

La lucha de Nahia contra la violencia obstétrica que España niega: "Mi parto fue una película de terror"

La ONU ha reconocido que en el parto de esta mujer se cometieron distintas negligencias y pide que se subsane el daño.

12 noviembre, 2023 02:12

"Empiezo a sentir alguna contracción un poco más intensa. El cuerpo me pide moverme y me siento muy feliz, ilusionada y con ganas de conocer a mi hijo. Mientras mi marido lleva las cosas al coche, voy a la cafetería y compro unos bollitos de chocolate. La dueña me pregunta que de cuánto estoy y le digo que vamos camino al hospital. Me desea suerte. Suerte…"

Suerte fue lo que echó de menos Nahia ese 9 de julio de 2012. Después de nueve meses de un embarazo feliz y con un transcurso de lo más normal, acudió junto a su marido a un hospital de Donostia para dar a luz. Eran las ocho de la mañana. Durante su charla con EL ESPAÑOL habla de la ilusión que sentía, del brillo especial en los ojos de su pareja y de las ganas que tenían los dos de ver a su hijo. No sabían que lo que habían empezado con tanto entusiasmo acabaría tornándose en una pesadilla que terminó 10 años más tarde, el día en que la ONU confirmó que durante el parto fue víctima de violencia obstétrica.

A modo de liberación, Nahia recoge ahora su historia en Mi parto robado (Arpa), un testimonio escrito sobre todo lo que vivió en el proceso de dar a luz. Aunque ha pasado una década, lo tiene todo más que presente. Lo revive muchas noches en forma de pesadilla nocturna. "Es una película de terror", confiesa.

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Es complicado reunir en pocas líneas todo lo que aconteció desde que pisara el hospital a primera hora de la mañana. En el relato hay de todo, desde malas contestaciones hasta un trato que Nahia describe como "deshumanización". La sentencia de la ONU centra sus palabras en dos hechos que considera de especial relevancia. El primero: fue sometida a una inducción al parto fuera de protocolo. "Se establecía una espera de 24 horas antes de proceder y, sin embargo, ese mismo día a las 16:00 una ginecóloga le informó que le iban a inducir el parto porque, según sus palabras, 'nosotros no inducimos por la noche'", recoge el escrito.

"Me siento una muñeca"

El segundo radica en la cesárea que se le practica, a pesar de que madre e hijo estaban bien. Según aduce el documento, probablemente se le hizo con motivos docentes. "A pesar de que la normativa sanitaria española establece que ningún paciente puede ser utilizado en un proyecto docente sin su previa autorización, un médico fue guiando todos los pasos de quienes operaron a la autora, indicándoles cómo debían cortar y qué estaban cortando, detalles que la autora hubiera preferido no oír".

Para que el lector pueda hacerse una idea mejor, he aquí un pequeño extracto de aquellos momentos del puño y letra de Nahia: "Me siento una muñeca con la que se juega a operaciones. Veo entrar a mucha gente. No paran de entrar. La puerta está frente a mí, a la derecha, la veo abrirse y cerrarse todo el rato. Me rodea mucha gente. Oigo muchas voces, mucho ajetreo. Están todos detrás de la sábana. Oigo una voz de mujer: 'Soy tu matrona'. No la veo, no se acerca, no sé quién es. Tengo mucho frío. Tengo mucho miedo. Oigo esa voz preguntando dónde está el bote de la placenta. Le responden que no saben y la persona se va murmurando que siempre pasa igual. Ese bote le importaba más que yo, al parecer".

"Es la deshumanización lo que te crea el trauma", explica Nahia al otro lado de la pantalla. A pesar de que reconoce que, a día de hoy, todavía necesitaría ayuda para afrontar lo que pasó, habla de todo con mucha entereza. Sobre todo porque sabe las implicaciones que tiene su relato, envuelto en una disputa que divide a médicos y sociedad: la existencia o no de la violencia obstétrica.

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"Uno de los argumentos que más peso le dan las personas que niegan la existencia de esta violencia es que creen que nosotras querríamos parir con música, en el mar o lo que sea, y que no cumplimos las expectativas. Yo no tenía problemas con que fuera una cesárea y se reflejaba en mi plan de parto. Nunca he estado en contra de las intervenciones cuando son necesarias y consentidas. No es cuestión de expectativas, no es cuestión de intervenciones, es cuestión de deshumanización".

A pesar de que la violencia obstétrica no está regulada como tal en nuestro país, organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, llevan alertando sobre ella desde largo tiempo atrás. En 2014, emitió un comunicado en el que denunciaba que "en todo el mundo, muchas mujeres sufren un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud", declaración que llegó a su punto álgido en 2019, cuando la ONU reconoció el término como una de las formas de violencia contra la mujer.

Diagnóstico de estrés postraumático

En su informe Enfoque basado en los derechos humanos del maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, la ONU enumera ejemplos de prácticas que pueden ser consideradas como tal, desde la esterilización forzada hasta aspectos que pueden pasar como más banales, como el uso de personal médico sin experiencia para llevar a cabo los exámenes ginecológicos, el uso excesivo de la oxitocina sintética como agente utilizado para inducir las contracciones o la ausencia de consentimiento informado sobre las prácticas que se van a llevar a cabo durante el proceso de dar a luz. Estos tres últimos puntos confluyen en la historia de Nahia.

Once meses después, su médico de atención primaria le instó a ir al psiquiatra. Se le diagnosticó inmediatamente un trastorno de estrés postraumático. "El diagnóstico es un jarro de agua fría, pero me da también tranquilidad, porque ya sabía que no estaba loca. Lo que me pasaba tenía nombre y se podía tratar". Por ejemplo, en ese tiempo atrás había tenido que ducharse con la luz apagada para no ver su cicatriz. También sentía verdadero pavor cuando escuchaba el sonido de una grapa. Ese mismo sonido que escuchó mientras cerraban su tripa en el quirófano.

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Iniciar el proceso de recuperación fue lo que le empujó a hablar con el servicio de salud vasco. "Creía que no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo y que si yo lo explicaba podrían comenzar a trabajar de otra manera". Su respuesta fue el silencio.

Ahí comenzó su batalla legal, acompañada de la abogada Francisca Fernández Guillén, especialista en negligencias médicas. "Me dijo que probablemente no ganaríamos, pero que tenía razón", recuerda. Eso le dio fuerzas, aunque más que un aliento, era una profecía. Agotaron todos los recursos españoles, no consiguieron nada.

Es así como el caso acabó en el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU (CEDAW), que reprobó la actuación española y recomendó una reparación adecuada para Nahia, incluida una indemnización financiera adecuada a los daños de salud física y psicológica sufridos.

España no cumple

También se propuso que se asegurasen los derechos de la mujer a una maternidad sin riesgo y el acceso de todas las mujeres a una atención obstétrica adecuada, proporcionar capacitación profesional adecuada a los trabajadores obstétricos y la realización de estudios sobre la violencia obstétrica en el Estado español.

"Si los médicos y las enfermeras hubieran seguido todos los estándares y protocolos aplicables, es probable que la víctima hubiera dado a luz de forma natural, sin tener que pasar todos estos procedimientos que la dejaron física y mentalmente traumatizada", sentenció Hiroko Akizuki, miembro del CEDAW

Sin embargo, las palabras del tribunal son de carácter preceptivo. España no tiene la obligación de acatarlas, que es lo que le ha pasado a Nahia. "Que el estado siga negando esta realidad y diciendo que no lo va a cumplir es bochornoso. A mí me da vergüenza ajena. El no cumplimiento de estos dictámenes deja en evidencia la indefensión en la que estamos las ciudadanas". La escritora no es la única en obtener una resolución así del CEDAW. Hay una previa y otra posterior. El resultado ha sido el mismo.

"Yo quería que el mensaje fuera positivo, eh", espeta durante la entrevista al ver cómo ha terminado su historia. No obstante, confía en que sea un 'final', así, entre comillas. Seguirá luchando para que se acate la resolución de la ONU y, mientras tanto, confía en que su historia pueda servir para otras mujeres: "A mí nadie me va a devolver mi parto. Esto es por otras, para todas las mujeres que se han sentido así, para que tengan una herramienta que las haga entender que no están locas".