Por qué desconfiamos de los avisos meteorológicos hasta que ocurre una tragedia: "Nadie se baña con una bandera roja"
- Nuestro cerebro no está preparado para la gestión de la incertidumbre si el resultado no es inmediato.
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El 3 de septiembre de 2023 un pitido en los móviles dio un susto morrocotudo a los madrileños. La comunidad avisaba de una DANA en las horas siguientes y recomendaba quedarse en casa. La lluvia alcanzó la capital pero con poca intensidad y muchos ciudadanos se sintieron 'estafados', clamaron contra la intromisión del Estado en sus vidas privadas y hasta hubo políticos que animaron a desactivar este tipo de avisos.
El problema es que esa DANA llegó. A pocos kilómetros de la Puerta del Sol hubo una descarga de agua que se llevó todo por delante, inundó garajes y dañó los pisos de muchas personas en El Álamo y otras localidades del suroeste madrileño.
En el corazón de la tragedia que asoló la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre está la confianza en las predicciones de la Agencia Meteorológica Española (Aemet), que venía avisando con avisos naranjas en los días anteriores y el rojo ese mismo martes.
La previsión del tiempo siempre ha arrastrado el —injusto— sambenito de fallar más que una escopeta de feria, incluso antes de que el negacionismo del cambio climático pusiera en riesgo miles de vidas.
"Nadie se baña en el mar con una bandera roja, lo tenemos asimilado", apunta resignado a EL ESPAÑOL el meteorólogo retirado Francisco Martín León.
"Aunque no haya nadie vigilando. Pero no tenemos cultura del riesgo, no ha entrado en la mentalidad del ser humano que un aviso rojo suponga un verdadero peligro para su integridad vital y la propiedad privada".
Y pone un ejemplo. "Yo avisé a un familiar que vivía en Málaga y me dijo '¡pero si ahora no llueve!' Hay algo psicológico que nos lleva a no creer la que se nos viene encima".
Efectivamente, lo hay. "Se trata de un pensamiento ingenuo pero ese sesgo se ve en mucha gente; de algún modo, estamos predispuestos para eso", explica el psicólogo Carlos Sanz Andrea.
Pone el ejemplo de un seguro para el teléfono móvil o una garantía extendida que podemos contratar cuando adquirimos uno. "Si el móvil no se rompe al cabo de un año, tenemos la sensación de que nuestro dinero se ha echado a perder".
Sanz Andrea explica que el funcionamiento de nuestra mente, dirigida siempre hacia lo inmediato, considera la previsión como un gasto, "nunca como una inversión, que es como se ve a la reconstrucción".
De igual manera nos cuesta atender a las advertencias sobre el cambio climático. El escritor y activista ambiental británico George Marshall hablaba en su libro Don't ever think about it con el psicólogo israelí Daniel Kahneman, ganador del Nobel de Economía por sus investigaciones sobre los sesgos que nos hacen creer que tomamos decisiones racionales cuando no lo son.
Como cuenta Marta Peirano en Contra el futuro, Kahneman explicaba a Marshall por qué se mostraba pesimista a la hora de frenar el cambio climático. Fundamentalmente, por tres cuestiones: el problema no tiene una forma definida, requiere asumir sacrificios para evitar pérdidas futuras pero no inmediatas, y sus detalles parecen confusos y, por tanto, rebatibles.
Entre otras cosas, Kahneman cuantificó cómo somos más sensibles a las pérdidas o los sacrificios que hay que hacer que a las ganancias que obtenemos, más si son futuras. El "uy, si ahora no llueve" que cuenta Martín León forma parte del circuito integrado de nuestra mente.
Desconfianza no es negacionismo
Carlos Sanz puntualiza que la desconfianza en la incertidumbre de las predicciones meteorológicas es un fenómeno distinto al negacionismo del cambio climático y sus consecuencias.
"Ahí se tiene en cuenta la sobre-generalización, a veces con tintes propios de un delirio paranoide", especifica, dada muchas veces por "un periodo de vulnerabilidad real o percibida en el que las creencias de sospecha o descrédito sirven a la autoestima del sujeto para pensar que conoce una 'información especial' o que está más allá de diagnósticos oficiales".
Por eso el negacionista "no hace más que reforzarse cuanta más evidencia [científica] le sueltas".
El problema con las predicciones meteorológicas es que, pese a lo que han avanzado en las últimas décadas, tienen que lidiar con mayor o menor incertidumbre.
"La DANA de 1982 se pudo predecir con dos o tres días de antelación", comenta Francisco Martín León. "Con la actual hablamos de entre cinco y siete días, algo impensable hace 30 años".
Hay personas que siguen desconfiando de la predicción meteorológica por una falta de precisión en el lugar exacto donde va a descargar la DANA. Como pasó en septiembre del año pasado, ¿por qué no dijeron que atacaría el suroeste madrileño y pasaría de largo por Madrid capital?
"El problema está en la incertidumbre de la posición final del sistema. Una borrasca tiene patrones de movimiento más o menos previsibles, en la DANA hay más incertidumbre", señala el meteorólogo.
Entre otras cosas, porque la DANA en sí —es decir, una depresión en los niveles altos de la atmósfera— no es la responsable final de la lluvia torrencial sino "como un director de orquesta que coge a unos músicos para crear una sinfonía: son las tormentas las que generan los fenómenos en superficie".
Así, los modelos actuales todavía conllevan cierta incertidumbre en "fenómenos de pequeña escala, de 10 o 20 kilómetros de resolución", como fueron los trenes convectivos de la DANA del 29 de octubre.
Había modelos meteorológicos que advertían de los hasta 600 litros por metro cuadrado que cayeron en ciertos puntos de Valencia, una cantidad muy por encima de los 200 que establecía la Aemet.
Martín León defiende que "200 litros ya es una aproximación a tener muy en cuenta", recuerda que hay decenas modelos de predicción meteorológica y, si se utilizaran los más extremos, "estaríamos dando avisos rojos todos los días".
Es la pescadilla que se muerde la cola. Cuantos más avisos de emergencia, más probabilidad de 'fallar' y menos confianza en el sistema de predicción. "Saciación del estímulo", apunta el psicólogo Carlos Sanz. "Por eso las campañas de la DGT son solo durante los grandes puentes vacacionales". La gente tiene accidentes todo el año "pero el efecto previsor de la campaña se extingue a los tres meses".