Radiografía del VIH en España: más de 300 personas siguen muriendo cada año y la mitad de los casos se detecta tarde
- Nuestro país ha alcanzado ya uno de los tres objetivos propuestos por la ONU para 2030.
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La historia del VIH en España desde los primeros 2000 es una historia de éxitos, tanto que vive en una paradoja: por un lado no se ha librado del estigma y, por otro, ha comenzado a banalizarse.
A pesar de que cada año disminuyen los nuevos casos y que la práctica totalidad de los pacientes están tratados, casi la mitad de los diagnósticos se producen en fases tardías y en 2023 murieron 303 personas por la enfermedad, según el último informe de vigilancia epidemiológica de la infección.
El año pasado hubo 3.196 nuevos diagnósticos de VIH, la cifra más baja desde el inicio de la epidemia si descontamos los años de la Covid, que afectó a la detección de casos.
La incidencia se situó en 6,65 nuevos casos por cada 100.000 habitantes. Ha ido disminuyendo desde el año 2008 pero todavía está por encima de la media de la Unión Europea, que es de 5,3.
El 55% de los casos se da en hombres que tienen sexo con otros hombres, pero una cuarta parte del total (25,7%) se atribuye a prácticas heterosexuales y un 1,7% por el uso de drogas inyectadas (en el resto de casos se desconoce la vía de transmisión).
La media de edad al diagnóstico es de 35 años para los hombres –que son mayoría: el 86,1%– y de 42 años para las mujeres.
El número total de casos se reparte de forma casi exacta entre españoles y nacidos en otros países, la mayoría de ellos de origen latinoamericano.
La principal preocupación para Rosario Palacios, presidente de Gesida (el grupo de estudio de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica –SEIMC– para investigar el VIH), es la detección tardía del virus: un 48,7% de los nuevos diagnósticos entra en esta categoría, con algo más de la mitad de ellos (27,2% del total) estando ya la enfermedad avanzada.
"Se hacen pocas pruebas cuando la gente está sin síntomas", explica a EL ESPAÑOL. "Sobre todo en personas mayores y en heterosexuales, dos grupos que no tienen conciencia, no tienen esa sensación de haber estado en riesgo".
De hecho, mientras que solo el 42,1% de los hombres que tienen sexo con hombres fueron diagnosticados tardíamente, supuso más de la mitad de las transmisiones por vía heterosexual tanto en hombres (57,8%) como en mujeres (53,5%).
"Por lo menos una vez en la vida habría que hacerse la prueba del VIH", sostiene Palacios, "porque mucha gente no tiene conciencia de haber estado en riesgo y llegan cuando empiezan a tener síntomas".
Esa invisibilidad también afecta a los médicos no especialistas, advierte María Velasco, secretaria de Gesida y portavoz de la SEIMC. "No piensan que su paciente pueda tener una infección y, por tanto, no solicitan la prueba".
A pesar de este diagnóstico tardío, más del 90% de las personas tratadas tiene la infección indetectable y, por tanto, no son susceptibles de transmitirla. Ahora mismo, el VIH "es una infección como otra cualquiera y tenemos que desproveerla de todo el contenido estigmatizante y peyorativo".
Morir 'por VIH' o 'con VIH'
Pese a las buenas noticias, todavía siguen muriendo personas por VIH en España. En 2022, último año con datos, fueron 303: 240 hombres y 63 mujeres. La edad media de los fallecidos fue de 55 años, aunque 24 fallecidos no habían cumplido aún los 40.
La cifra está muy lejos de las 5.857 muertes que se registraron en 1995, peor año de la epidemia. El número ha ido descendiendo lentamente desde finales de los años 90 y 2011 fue el primer año en que murieron menos de mil personas por la enfermedad. Desde 2016 son menos de quinientas.
Velasco diferencia lo que es morir 'por VIH' de hacerlo 'con VIH'. En este segundo caso, la infección es un factor de riesgo para cánceres o enfermedades cardiovasculares, como lo es el tabaquismo o la vida sedentaria.
En el primer caso, se trata sobre todo de infecciones oportunistas, como neumonías por Pneumocystis jirovecii o tuberculosis.
"Hay que tener en cuenta que casi la mitad de los pacientes tienen ya más de 50 años", recuerda. "Los supervivientes de aquella época se han hecho mayores y aparecen las enfermedades. En unos años es probable que mueran bastantes pero no por VIH sino porque ya han alcanzado los 70 y 80 años".
Rosario Palacios, presidenta de Gesida, apunta que la mortalidad actual por VIH va ligada a los diagnósticos tardíos, "suelen ser muertes precoces de gente que se diagnostica tarde por un evento grave".
A lo largo del tiempo, las causas de muerte por VIH han ido variando. En los años 80 y 90 se debían a la propia enfermedad e infecciones oportunistas, pero la aparición de medicamentos antirretrovirales eficaces logró contenerla.
A partir de los años 2000, el protagonista fue la hepatitis C: con el VIH controlado, eran las cirrosis o complicaciones generadas por el propio virus de la hepatitis las causantes de la mayoría de fallecimientos.
En la última década, la llegada de fármacos extraordinariamente eficaces frente a la hepatitis C han controlado esta vía, por lo que, en la actualidad, las muertes han disminuido y "las causas se han diversificado", en palabras de María Velasco.
Sin embargo, todavía queda camino por recorrer antes de llegar a los objetivos marcados por las Naciones Unidas para 2030: tener al 95% de los casos detectados, que el 95% de estos casos estén en tratamiento y que el 95% de los tratados tengan su carga viral indetectable. Es decir, que la enfermedad esté completamente controlada.
En la actualidad, España solo ha logrado el segundo de los objetivos: el 96,6% de los diagnosticados recibe tratamiento antirretroviral. Se estima que el 92,5% de los infectados ha sido diagnosticado y que el 90,4% de los tratados tienen la carga viral suprimida.
"Quizá esta última cifra esa mayor, porque lo es en las cohortes de pacientes que se siguen desde los hospitales", apunta Velasco. Al igual que Palacios, a ella también le preocupa más la detección temprana.
Con la llegada de la PrEP, se ha mejorado la vigilancia en una parte de la población de riesgo, pues los adscritos al programa deben realizarse pruebas periódicas. Sin embargo, hay bolsas de población que siguen invisibilizadas.
"El acceso está muy disminuido en mujeres", apunta. "Es un colectivo al que se dirigen menos mensajes, muchas tienen cargas familiares y están una situación social complicada, además hay una transmisión vertical de madre a hijo… Hay que darles más voz y visibilidad".