Dr. Ramírez, el hijo de maestros que entra en la élite de la cirugía mundial: "La profesión tiene que ser lo primero en tu vida"
- "El culto al valor del trabajo se da cada menos en nuestra sociedad" / "Mi trabajo me ha enseñado que la muerte está más cerca de lo que parece" / Es curioso que España tenga unos índices de obesidad prohibitivos siendo cuna de la dieta mediterránea".
- Más información: Doctor Provencio, el sabio del cáncer de pulmón: "Hay fumadores que piensan 'me lo he ganado'"
A César Ramírez (Málaga, 1970) muchas personas le dicen lo de "hay que ver lo que trabaja este hombre". No es que quienes le hagan este comentario sean unos exagerados, sino que tienen toda la razón del mundo. Este cirujano no entiende de fines de semana ni festivos. Los sábados y los domingos aparece por la puerta del Hospital Quirónsalud Málaga, donde es el jefe del Servicio de Cirugía General y Digestiva, para visitar a sus pacientes. Por si no ha quedado claro aún, su trabajo no le permite desconectar. Aunque tampoco es que él lo persiga: "Soy feliz con la vida que tengo".
Lo que le entristece, dice, es que en España al que intenta trabajar más se le mira mal. Por ello no comprende cómo las nuevas generaciones en su profesión estén priorizando una especialidad que "les dé dinero", cuando el médico "tiene que serlo las 24 horas del día".
Es consciente, eso sí, de que las condiciones en el ámbito público son más que mejorables. Él lo sabe bien. Estuvo 15 años trabajando en Málaga, en el hospital en el que se formó. Cuando obtuvo la plaza, le obligaron a marcharse a Sevilla. Por "compromiso con la sanidad pública", estuvo yendo y viniendo a la capital andaluza durante siete años. Hasta que un día comprendió que no tenía sentido seguir por ese camino de obstáculos.
Pese a ello, y con "esfuerzo, tesón y dedicación" consiguió convertirse en el único cirujano a nivel europeo que se ha acreditado en seis especialidades por la European Board Surgery Qualification (EBSQ). También acaba de ser admitido en el Colegio Estadounidense de Cirujanos, considerado la élite mundial de este campo, motivo por el cual atiende a EL ESPAÑOL en un breve instante de su ajetreada —pero "feliz"— vida.
¿Cuántas veces puede llegar a entrar en el quirófano en una semana?
Depende. En una semana opero de media entre 20 y 25 pacientes de cirugía general, y unos cuatro o cinco de cirugía oncológica mayor. Ese es mi ritmo. Yo trabajo todos los días, por la mañana y por la tarde.
¿No descansa ni los fines de semana?
Sábados y domingos voy siempre al hospital para visitar a los pacientes. Son mi responsabilidad y también ellos quieren que tú estés pendiente. Intento no tener actividad programada los fines de semana. Aunque cada cinco o seis sí que tengo que montar un quirófano por la mañana porque no me da tiempo a hacerlo durante la semana.
¿No desconecta nunca entonces?
No, es imposible. Siempre hay algún paciente que te está dando quebraderos de cabeza porque tiene algún problema. Cuando haces cirugías complejas te encuentras con pacientes que están más expuestos a tener complicaciones. A veces son jodidas y te exigen un esfuerzo mental y un sacrificio distinto al resto. Al final, siempre le estoy dando vueltas a la cabeza. Ya sea por los pacientes, la próxima campaña en África o por estar programando los quirófanos de la semana que viene (como jefe del Servicio de Cirugía General y Digestiva del Hospital Quirónsalud Málaga).
Es un trabajo que, a mí por lo menos, no me permite desconectar. Pero tampoco lo persigo. Estoy acostumbrado a vivir así, soy feliz con la vida que tengo. Mucha gente dice "hay que ver lo que trabaja este hombre". Pero es que yo tengo la vida que he elegido y soy feliz con ella. Me encanta atender a la gente, ayudarles y es mi pasión.
Hace algún tiempo entrevistamos al cirujano Diego González Rivas y nos dijo que él había tenido que sacrificar relaciones con amigos o incluso formar una familia. ¿En su caso también ha sido así?
La familia, afortunadamente, no. Aunque es evidente que con mis hijos me he perdido muchísimas cosas de su vida. Muchas tardes en las que otros padres pueden estar con sus hijos, y yo las he sacrificado por el trabajo. Aun así, eso me ha enseñado también a poder intentar disfrutar muchísimo más del poco tiempo que estoy con ellos.
¿Tiene alguna afición que vaya más allá de la bata, el bisturí y un quirófano?
Sí, en mi casa tengo una colección de construcciones LEGO que muy poca gente tiene. Es de las pocas cosas que me entretiene y me relajan. También soy muy futbolero, soy socio del Málaga CF desde que nací. Ya dejé de jugarlo por una cuestión de horarios, y ahora me he dedicado mucho al running. He corrido un montón de maratones. Y por supuesto, pasar tiempo con mi familia, a quienes intento dedicarle todo el tiempo que puedo y que saco del trabajo. Me encanta tumbarme un ratito con mis niños y con mi mujer a ver una película.
¿Su familia entiende que le sea imposible desconectar del trabajo?
Sí y no. Es decir, mi mujer es endocrinóloga y desde que nos conocimos (cuando yo acababa de terminar la especialidad) entendió que mi trabajo lo entiendo así. El estar pendiente lo veo como una forma de respeto al paciente. Y ella lo ve así.
Mis hijos es más difícil que lo entiendan porque son pequeños y no comprenden por qué su padre pasa tanto tiempo yendo y viniendo al hospital. Pero lo han interiorizado. Y lo que hago los fines de semana es estar sobre las siete y media de la mañana en el hospital para luego poder desayunar con ellos y echar el resto del día.
¿En España está mal visto trabajar sin estar pendiente del horario?
Absolutamente, absolutamente. Pero es por la envidia española. Es decir, a la gente no le molesta que tú trabajes más, sino que ellos tengan que trabajar más para ser como tú. Y por eso está mal visto, sobre todo en una sociedad como la nuestra en la que el culto y el respeto al valor del trabajo cada vez, por desgracia, se está dando menos.
En el caso de la medicina, se está corriendo el riesgo de que se convierta en una profesión funcionarial. Sería dramático si digo que está en peligro de extinción, pero sí que creo que la vocación ahora mismo está en riesgo. Y urge recuperar los valores del humanismo, de dedicación al paciente por encima de todo, como dice el juramento hipocrático.
Se trata de entender la profesión, de nuevo, como algo que tiene que ser lo primero en tu vida. Y no un trabajo más. El trabajo del médico es un trabajo distinto al de los demás. Tienes que ser médico las 24 horas del día. Y en ese sentido, yo no he mirado el reloj siempre y cuando tenga a pacientes para poder atender y operar.
¿Hay una crisis de la cultura del esfuerzo en España?
Absolutamente. 100%. No me cabe ninguna duda. Venimos de la cultura del estado de bienestar, que ha hecho que creciera una generación que tenía acceso a todo con poco esfuerzo. Y buena parte de la sociedad se ha acostumbrado a eso. A ello se le suma que a nivel político los valores que se propugnan buscan la regresión a la media.
No es que tú no quieras ser tan bueno como el de enfrente. Lo que quieres es, para no tener que esforzarte, que el de al lado no destaque tanto porque al final te fastidia a ti. Ahora mismo, hay una cultura de castigo al esfuerzo. En España, al que se esfuerza, intenta trabajar más, producir más si es empresario o echar más horas de la cuenta, se le mira mal, se le ve como un verso suelto. Y eso está muy mal visto.
¿Qué piensa de que las nuevas generaciones prioricen la calidad de vida a tener éxito profesional?
Hace poco leí una entrevista al número uno del MIR. Dijo que había escogido Dermatología en Ibiza porque quería una especialidad que diese dinero y en un sitio donde se viviese bien. Puede ser un reflejo de las nuevas generaciones: quieren calidad de vida y que todo redunde en ganar muchísimo dinero.
Es cierto que ahora mismo el trato por parte de las administraciones públicas a los médicos (yo he trabajado 22 años en el sistema público, y mi mujer lo sigue haciendo) es absolutamente lamentable. Los salarios son ridículos. Pero eso no nos puede llevar a enfocar la medicina como una profesión en la que uno es médico porque ha sacado las mejores notas. Esto es lo que está pasando ahora mismo. Y no me creo que los que obtengan las mejores notas sean, al mismo tiempo, los que tienen más vocación de ser médicos.
Curiosamente, ¿quién está salvando a los que se quedan fuera con una media de 12,8 y con vocación? Las universidades privadas, fíjate qué paradoja. Son las que están permitiendo que muchos estudiantes con vocación se formen como médicos. Las administraciones tendrán que adecuar el acceso a las facultades de Medicina para que, en un futuro en el que se van a jubilar más del 50% de los médicos, haya jóvenes con vocación real que no se queden sin poder estudiar.
¿Usted pudo acceder por nota o tuvieron que hacer un esfuerzo en su casa?
Yo procedía de una familia de clase media. Mis padres fueron maestros de primaria en un pueblo de Málaga. En mi caso, pude acceder porque en el Bachillerato saqué un 10 y luego en Selectividad, un 9,4. Hoy en día, podría haber estudiado Medicina con esa nota. Pero conozco a jefes de servicio de hospitales públicos en Málaga, que son muy buenos especialistas, que entraron en septiembre con una nota de un 5,5.
¿Un hijo de maestros de pueblo se imaginó algún día entrando en la élite de la cirugía mundial?
Yo estoy muy orgulloso de los logros que he conseguido. Soy una persona muy constante y muy perseverante. También he sido siempre muy inconformista. Además de haber podido acceder a la American College of Surgeons, soy el único cirujano a nivel europeo que se ha acreditado en seis especialidades distintas de la cirugía.
Esto ha superado mucho lo que pensaba que podía lograr como profesional. Pero, al mismo tiempo, es un ejemplo de que en nuestro país una persona con esfuerzo, tesón y dedicación puede llegar a lo más alto de su profesión. Aunque siempre tienes que saber que te puedes encontrar obstáculos en el camino, como le ocurrió a Diego González Rivas. A mí me pasó lo mismo, y por eso tuve que dejar la sanidad pública.
¿Con qué obstáculos se encontró en la sanidad pública?
Yo estuve trabajando 15 años en Málaga, en el hospital donde me formé. Aprobé las oposiciones, y la plaza la saqué en el Hospital Virgen del Rocío. A todos los cirujanos que estaban trabajando en una provincia concreta, se les concedía un permiso para seguir trabajando allí. Pero conmigo no fue así, me obligaron a irme a Sevilla.
Estuve siete años, por compromiso con la sanidad pública, yendo y viniendo todos los días a Sevilla. Pero cuando ya vi que era una cuestión de obstáculo personal, me pedí una excedencia y comencé a trabajar en el ámbito privado. Es una historia parecida a la de Diego González Rivas. Al final, somos personas que nos hemos esforzado y hubiéramos estado dispuesto a seguir ayudando en lo público. Pero no lo hacemos por culpa del cainismo que el sistema público tiene hacia la gente brillante, trabajadora y que echa más horas de la cuenta.
¿Un cirujano con 30 años de experiencia le teme a la muerte?
Por supuesto. El trabajo me ha enseñado a darme cuenta de que estamos muchísimo más cerca de la muerte de lo que nos parece, que es parte de la vida. Pero no por eso he dejado de tenerle miedo, sobre todo por mi familia. Con 54 años, he atendido a muchísimos pacientes oncológicos más jóvenes que yo (a muchos los he sacado adelante, y muchos otros, no).
¿Cuál cree que es el mayor problema de salud que tiene España ahora mismo?
Hay dos grandes enfermedades del siglo XXI. La primera es el cáncer. Aunque se está luchando mucho. Cuando yo empecé, hace ahora 30 años, solamente curábamos el 35% de los casos. Hoy en día, la supervivencia global del cáncer está por encima del 50%. Es un logro enorme.
Y el otro problema de salud global que nos afecta ahora mismo es la obesidad, sin ninguna duda. En Estados Unidos, ya es la indicación más frecuente de trasplante hepático. Y en España, casi un 40% de la población vive en el rango de sobrepeso. Es muy curioso que en un país que es la cuna de la dieta mediterránea nos encontramos con unos índices de obesidad absolutamente prohibitivos.
¿La llegada de los 'fármacos milagro' contra la obesidad ha provocado que se reduzcan las cirugías bariátricas?
Es cierto que hemos notado un pequeño descenso. Pero creo que, en este sentido, va a haber un gran rebrote por dos motivos. Primero, porque se está produciendo un auténtico abuso del consumo de este tipo de fármacos. Estos 'famosos pinchazos' se están utilizando de forma indiscriminada. Como se ha visto que hace que las personas pierdan peso, ya se está utilizando para todo el que quiera perder peso.
La mayoría de las personas con sobrepeso y obesidad tienen un problema de base que hay que corregir. Y eso no lo van a hacer los pinchazos. No tengo ninguna duda de que este 'boom' va a revertir de forma negativa en el futuro, con un rebrote de las tasas de obesidad.
En algunas imágenes le he visto con un auricular en quirófano. ¿Le gusta escuchar música mientras opera?
No, no soy un gran partidario de los ambientes musicales en el quirófano porque creo que es un espacio sacro, en el que hay que estar muy concentrado. No debemos perder la percepción de que para cada persona que operamos es un evento trascendental en su vida. Todo el mundo se acuerda de qué se ha operado. El pinganillo en la oreja sólo me lo pongo en situaciones en las que sé que mi mujer o mis hijos me pueden llamar porque necesiten algo importante.
En 2018, creó la Fundación Bisturí Solidario, con la que ya ha realizado 17 campañas en África. ¿Qué es lo que más le ha impactado de estos viajes?
La bondad de la gente. Me han enseñado a poder ser feliz con poco. Ellos son felices siempre con lo poco que tienen, te reciben con una sonrisa, son tremendamente agradecidos y desde su humildad te enseñan que tú si no eres feliz en el mundo en el que vivimos, que tenemos salud, tenemos a nuestra familia cerca, pues a lo mejor tenemos que repensarnos las cosas. Y eso es algo que desde la pobreza que ellos tienen, desde la humildad, de lo que es no tener nada te da una auténtica lección de vida.