Una operaria toma una muestra de agua.

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Salud

Un polémico estudio alerta de que la alta exposición al flúor se vincula con menor cociente intelectual en niños

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Una revisión de 74 estudios realizados en varios países del mundo asocia niveles altos de flúor con una disminución de la función cognitiva en niños. El trabajo aparece en medio de la polémica por la fluoración del agua de consumo humano, una práctica que el próximo ministro de Sanidad de Estados Unidos quiere eliminar y que en España ha acabado abandonándose.

El análisis ha sido publicado en la revista JAMA Pediatrics, perteneciente a la centenaria Asociación Médica Americana. Dada su polémica conclusión, viene acompañado de dos editoriales que contextualizan sus resultados y defienden posturas opuestas sobre esta práctica.

La fluoración del agua ha sido protagonista de conspiraciones varias. Se trata de una medida de salud pública que ha reducido notablemente las caries allí donde se ha implantado, pero ya desde un principio se ligaba a conspiraciones comunistas. Ciertamente, la idea de añadir algo al suministro de agua parece de súpervillano.

La conspiración del flúor ha sido rescatada por Robert F. Kennedy Jr., sobrino del expresidente de EEUU asesinado en 1993 y activista antivacunas. Su acercamiento, en verano del año pasado, a Donald Trump (renunció en 2023 al partido demócrata) ha sido recompensado con su designación como director del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU.

Kennedy señala que la fluoración del agua es culpable de artritis, fracturas óseas, cáncer de huesos, enfermedades de la tiroides, trastornos del neurodesarrollo y bajo cociente intelectual.

Como en toda conspiración, hay algo de verdad que se tergiversa. Una concentración alta de flúor en el cuerpo humano es tóxica, pero los programas de salud pública procuran atenerse a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (1,5 miligramos por litro) o a umbrales más bajos.

El problema es que el agua no es la única fuente de flúor a la que estamos expuestos. Pasta de dientes y enjuagues dentales, té negro, café, algunas comidas y medicamentos, etc. contienen concentraciones más o menos apreciables. Además, en algunos países, las aguas contienen de forma natural altos niveles del elemento.

El trabajo publicado en JAMA Pediatrics analiza 74 estudios, la mayoría (45) procedentes de China, aunque también están representados India, Canadá, Irán, Dinamarca, México o (con un solo estudio) España.

Los autores, del Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental del país norteamericano, concluyen que hay una relación inversamente proporcional entre los niveles de flúor (medidos en el agua o en la orina de las personas) y una reducción del cociente intelectual.

Dentro de los niveles seguros

Por cada miligramo de flúor en cada litro, el cociente intelectual disminuye en 1,63 puntos. Esto se mantiene incluso cuando la concentración es menor de 1,5 miligramos por litro en la orina, pero no en el caso del flúor en el agua.

Esto implicaría que la fluoración del agua, establecida en la actualidad en 0,7 miligramos por litro, estaría dentro de los niveles seguros.

El trabajo reconoce que buena parte de los estudios tienen un riesgo alto de estar sesgados, ya que se trata de investigaciones observacionales en las que no se pueden eliminar previamente los factores que pueden inducir a confusión.

Si se tienen en cuenta solo los estudios con riesgo bajo de sesgo, la reducción del cociente intelectual sería de 1,14 puntos.

Kyla Taylor, de la División de Toxicología Traslacional del Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental y autora principal del estudio, ha señalado a The New York Times que "existe la preocupación de que las mujeres embarazadas y los niños estén tomando flúor de muchas fuentes y que la exposición total sea demasiado alta, pudiendo afectar al neurodesarrollo fetal y del niño".

En el primero de los editoriales que acompañan al artículo, Steven M. Levy, odontólogo de la Universidad de Iowa, señala que los trabajos incluidos tienen baja calidad y el trabajo no debe influir en las políticas de salud pública del país.

En cambio, en el segundo editorial, firmado por tres expertos (Bruce Lanphear, de la Universidad Simon Fraser de Canadá; Pamela Den Besten, de la Universidad de California en San Francisco, y Christine Till, de la Universidad de York, en Canadá), llaman a reevaluar esta práctica para que sea segura.

La fluoración del agua no es universal. Países como Reino Unido, Irlanda, Polonia y Serbia la mantienen, mientras que Suecia, Finlandia, Países Bajos o Suiza la han revocado.

En España se ha introducido de manera desigual y las últimas comunidades en mantenerlo han sido Murcia, Andalucía, Extremadura y País Vasco. Esta fue la última en dar fin al programa, en 2021.

El motivo para finalizarlo, sin embargo, no son los presuntos efectos tóxicos. La expansión y popularización de hábitos de salud bucodental han convertido en irrelevante esta práctica. Además, podría favorecer la aparición de fluorosis, consistente en una maduración insuficiente del esmalte dental.

Con todo, algunos expertos creen que hay espacio para el debate. Por ejemplo, un análisis de las aguas de consumo humano en 110 ciudades españolas realizado en 2012 reveló que la concentración de flúor en aguas de consumo era menor de 0,3 miligramos por litro, por lo que sugería administrar suplementos de flúor en menores con riesgo de caries.

El 95% de las aguas de las localidades analizadas tenía una concentración menor de 0,7 miligramos, y solo cinco la tenían superior: dos de ellas eran Vitoria y San Sebastián, por fluoración artificial, pero las restantes (San Cristóbal de la Laguna, Ibiza y León) lo eran por fluoración natural.