Hace cinco años, Steve Jobs, cofundador de Apple y rostro visible de sus grandes éxitos, falleció como consecuencia de un cáncer de páncreas. Seis semanas antes ya había dejado la empresa en manos de Tim Cook, máximo responsable desde entonces. Tras su muerte, todas las miradas se dirigieron al nuevo capitán, encargado de manejar el futuro de los de Cupertino.
En este lustro, y siempre bajo la sobra de lo que consiguió Jobs, Tim Cook ha marcado un rumbo diferente y ha intentado darle un perfil más social y responsable a la compañía. Los números respaldan, al menos en cierta manera, su trabajo: con él Apple alcanzó su máximo histórico en bolsa, llegó a la cifra de 1.000 millones de iPhones vendidos en todo el mundo y continuó, al menos hasta abril de 2016, batiendo récords históricos de beneficios y ventas.
¿Su estrategia? Ampliar el mercado en potencias emergentes como China e India y lanzar nuevas versiones en distintos tamaños de sus productos estrella, con el iPhone siempre como buque insignia. Además, se ha centrado en mejorar los sistemas operativos y ha estrenado otros productos, más o menos cuestionables, como el Apple Watch, el Apple Pen o los auriculares AirPods.
Sin embargo, más allá de los números, los expertos han acusado a la empresa de innovar menos: sus beneficios se sustentan principalmente en la venta de sus teléfonos móviles y, aunque su inversión en I+D ha aumentado, sus lanzamientos son simples reformulaciones de productos ya inventados en la era Jobs. Además, acumulan problemas funcionales y fallos de software que empiezan a alarmar a los usuarios.
Cook sigue el consejo que le dio Steve Jobs e intenta no plantearse qué haría el fallecido fundador, sino marcar su propia línea
A pesar de estas críticas, Cook sigue el consejo que le dio Steve Jobs e intenta no plantearse qué haría el fallecido fundador, sino marcar su propia línea. Defiende que Apple fabrica productos centrados en el usuario y aspira a que la empresa esté presente durante los próximos mil años. Sin embargo, reconoce que tal vez no vuelvan a protagonizar otro lanzamiento que suponga una innovación tan grande como lo fue en su momento el iPhone. Aunque eso no quiere decir, según el líder de la manzana mordida, que no vayan a tener otro producto que alcance el mismo éxito.
Como una especie de nota discordante, la compañía, que parece querer superar la visión de su propio fundador, se mueve a un ritmo diferente que el resto de gigantes. A pesar de las críticas –la última por la desaparición del jack de audio del iPhone 7–, los números cuentan una historia de éxito. Cinco años después de la muerte de Jobs, las cifras de Apple respaldan el trabajo de su sucesor.