Si pensabas que los robots del futuro se parecerían al metálico C-3PO, el androide de protocolo más famoso de la galaxia, has de saber que un buen número de investigadores están trabajando para que se asemejen más a Baymax, el tierno robot enfermero que conocimos en la película Big Hero 6.
Ahora bien, por el momento los robots blandos son más pequeños y menos adorables que el blanco autómata del film de Disney. Soft robotics es el nuevo campo de la robótica que pretende desarrollar autómatas de materiales ligeros inspirándose en diseños biológicos, desde insectos a cefalópodos.
Un robot con boca amante del agua contaminada
Row-Bot, un autómata de 30 centímetros inspirado en el insecto barquero de agua, y otro aún más pequeño capaz de propulsarse a sí mismo con una suerte de cola, son dos de los autómatas que nadan en el laboratorio de robótica de la Universidad de Bristol.
Ambos son autosuficientes: beben con su mecánica boca agua rica en nutrientes (algas o animales microscópicos) y su estómago (una celda de combustible microbiana) los transforma en energía eléctrica. El material de desecho se expulsa por su parte trasera y el autómata puede seguir deambulando tranquilamente en busca de otro trago.
"En última instancia, queremos hacer que los robots puedan comer contaminantes y a continuación degradarlos a la nada. Podrías lanzar miles para atacar un brote de floración de algas, por ejemplo, y no dejarían rastro alguno", asegura Jonathan Rossiter, profesor de robótica de la Universidad de Bristol. Según estos investigadores, dentro de cinco años, el higiénico Row-Bot, que por el momento es solo un prototipo, podría utilizarse en las operaciones de limpieza ante un vertido de petróleo o la proliferación de algas dañinas. Por el momento, su siguiente objetivo es hacer que estos autómatas acuáticos sean más inteligentes para mejorar sus dotes para la exploración.
Los de la universidad británica no son los únicos robots de inspiración biológica. Este verano, investigadores de la Universidad de Harvard presentaron Octobot. Este robot blando, similar a un pulpo y fabricado con materiales impresos en 3D, es completamente autónomo: no necesita ni batería ni cables para sobrevivir durante unos minutos. Investigadores del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets ya habían presentado con anterioridad un pez robótico capaz de cambiar de dirección tan velozmente como uno real.
Además de las aplicaciones medioambientales, los expertos creen que estos autómatas inspirados en movimientos animales podrán ser muy útiles en campos como la biomedicina. Al igual que el entrañable Baymax, los robots blandos echarán una mano (o un tentáculo, quién sabe) a los humanos.