Los restaurantes deberán informar de la presencia de alérgenos en sus platos
En estos tiempos que corren en los que las alergias e intolerancias alimentarias están a la orden del día es bastante habitual que casi todos tengamos en nuestro círculo de familiares/amigos a alguien que no puede tomar cierto tipo de alimentos. Eso hace que, muchas veces, el salir a comer fuera resulte más complicado de lo que sería de desear.
Personalmente, como intolerante a la lactosa que soy, me he encontrado en muchas ocasiones en la situación de no saber a ciencia cierta si la comida que me estaban sirviendo contenía o no dicha sustancia, pues aunque se tratase de un plato que no incluyese lácteos entre sus ingredientes, la lactosa se utiliza como conservante en otros alimentos como embutidos o fiambres. Por suerte, en el peor de los casos, para mí el ingerir lactosa solo supone pasar una muy mala tarde, pero para alguien que sufra una alergia severa a algún alimento, la ingestión accidental del mismo puede tener consecuencias muy graves.
Pero afortunadamente esta situación va a dejar de producirse muy pronto, exactamente el próximo 13 de diciembre, fecha en la que entrará en vigor un nuevo reglamento de la Unión Europea (el 1169/2011, aprobado el 25 de octubre de 2011) sobre la información alimentaria facilitada a los consumidores y que obligará a los restaurantes a informar a los clientes de la presencia de posibles alérgenos en los platos que sirven. De no hacerlo, se estarían arriesgando a sanciones económicas y penales.
Para facilitar el cumplimiento de este nuevo reglamento, los profesionales del sector hostelero contarán con la ayuda de Restalergia, una aplicación web que les proporcionará toda la información necesaria sobre alérgenos que deben transmitir al consumidor final.
Sin duda, una buenísima noticia para todos los que tenemos alguna alergia o intolerancia alimentaria que, a partir del 13 de diciembre, saldremos a comer fuera con mucha más tranquilidad y sin miedo a comer accidentalmente algo que no nos sienta bien.
Fuente | La Vanguardia