Durante la época de cambio de estación, con la reciente llegada del otoño y en apenas unos meses el frío invernal, no son pocos los que intentan por múltiples medios prevenir el resfriado común. Y eso también se vislumbra en las búsquedas y peticiones al Dr. Google, muchas de las cuales incluyen resultados bien posicionados que siguen arrastrando los mitos de siempre: prevenir el resfriado común a base de vitamina C, vitamina A, zinc, o multivitamínicos en general.
La realidad es que para prevenir el resfriado común no hace falta tomar suplementación artificial, siempre y cuando se lleve a cabo una dieta adecuada (algo complejo hoy en día con la multitud de alimentos procesados que invaden los supermercados). Lo que suele suceder es que echamos mano de suplementación farmacológica porque comemos mal, y buscamos en dicha suplementación un “parche” para evitar enfermedades. Hoy repasaremos por qué no valen la pena los suplementos, ni comer alimentos ricos en X o Y micronutriente (al menos no de forma excesiva a modo de prevención), siempre según la ciencia.
La vitamina C para prevenir el resfriado común
La vitamina C, un micronutriente que se encuentra en grandes cantidades en frutas como naranjas, fresas, kiwis, ajos, brócoli, perejil, cebolla, manzanas, peras, zanahorias, plátanos, aguacates, ciruelas, moras, hígado de res o pimientos picantes, entre muchos otros, es famoso por haber ascendido al punto de panacea nutricional para prevenir el resfriado común. La falta de vitamina C puede dar lugar a una enfermedad llamada escorbuto, pero es muy complicado sufrir un déficit de esta vitamina en el mundo occidental. Aunque sí es más común en otras zonas del planeta como el continente africano y el sudeste de Asia.
En cuanto al resfriado común se refiere, la vitamina C no ha demostrado jamás ni poder prevenir el resfriado común ni acelerar su curación. El origen del mito se debe al doble premio Nobel Linus Pauling (descubridor de la naturaleza de los enlaces químicos y de la anemia de células falciformes) y a un individuo autodenominado “Dr. Stone“, el cual ni fue médico ni tenía conocimientos en tal materia.
La realidad es que todas las sociedades científicas de la época rechazaron los hallazgos de Stone, pero sus libros se vendieron como churros. Aún así, sabemos que Pauling y Stone se equivocaron: la vitamina C no ayuda a prevenir el resfriado común ni es capaz de curar ninguna dolencia en general. Si bien algunos estudios en su día afirmaban que la vitamina C podía acortar el tiempo de un resfriado, la suplementación con dicha vitamina no sirve para nada.
Por otro lado, algunos estudios recientes sí han demostrado que la vitamina C puede mejorar otras enfermedades respiratorias graves como el asma o la tuberculosis, aunque la evidencia al respecto aún es débil y debe seguir investigándose.
La vitamina A, D y E para prevenir el resfriado común
Por otro lado, aunque en este caso se trata de un micronutriente menos nombrado, la vitamina A también se anuncia como ayuda para poder prevenir el resfriado común. Este micronutriente se encuentra en alimentos como hígado y derivados, zanahoria, grelos, espinacas, boniato, tomate, mantequilla, nata, queso curado, angula, congrio, almejas, chirlas y berberechos.
En este caso hay un pequeño lio de conceptos: la falta de vitamina A sí aumenta el riesgo de sufrir infecciones respiratorias, pero su suplementación no ha demostrado ayudar a la prevención de las mismas.
Lo que sucede es que la falta de vitamina A, y la malnutrición en general, aumenta el riesgo de infecciones de todo tipo, sobre todo infecciones respiratorias e intestinales. Por otro lado, los estudios científicos al respecto se han centrado en zonas del mundo muy específicas, como la India (donde se ha demostrado que una mejor alimentación disminuye las infecciones), China, Indonesia o Sudáfrica.
Por ejemplo, según un estudio con más de 600 infantes a cargo de investigadores chinos, la falta de vitamina A y E ha demostrado aumentar el riesgo de infecciones respiratorias y diarreas en niños de menos de 12 años. Asimismo, otro estudio centrado en el norte de China llegó a una conclusión similar: la falta de vitamina A, D y E aumenta el riesgo de infecciones respiratorias recurrentes.
Sin embargo, en cuanto a suplementación de vitamina A se refiere, un análisis de Brasil que contempló resultados de cinco estudios diferentes en 8.000 hogares del país sudamericano durante 20 años llegó a la conclusión de que la suplementación de vitamina A tendría poco beneficio. Sin embargo, por otro lado, otro estudio centrado en China afirmó que la suplementación de vitamina A junto a hierro en niños en edad preescolar sí tendría beneficios para prevenir infecciones, siempre y cuando se haga una suplementación conjunta y no de cada micronutriente aislado.
Por su parte, otro estudio procedente de Indonesia afirmó que la suplementación combinada de zinc y vitamina A sí reduce la cantidad de días de infección respiratoria, pero solo en niños en condiciones marginales y desnutrición. Ahora bien, otro estudio procedente de África del Sur llegó precisamente a una conclusión contraria, asegurando que la suplementación de vitamina A junto a zinc no reducía la diarrea ni las infecciones respiratorias en niños de una población rural.
Conclusión
Como podemos observar, las suplementaciones con múltiples vitaminas tan solo demuestran beneficios en casos muy específicos. De hecho, se trata de casos de poblaciones que se sabe que hay riesgo de déficit o malnutrición importante (poblaciones de Asia, África y Sudamérica). Sin embargo, incluso en estos casos que se encuentran en riesgo de malnutrición, hay estudios que han llegado a afirmar que ni siquiera dicha suplementación tendría el beneficio deseado.
Así pues, si extrapolamos estas evidencias a nuestro territorio (España y los países occidentales en general), la suplementación no solo sería inútil a nivel de salud, sino una pérdida de dinero. Aunque nuestra alimentación está saturada con alimentos ultraprocesados, los déficits de vitaminas son muy raros, y suplementar nuestra alimentación con más vitaminas o intentar comer más a modo de prevención no tendría beneficio alguno. De hecho, excederse en la suplementación, en determinados casos, incluso puede ser dañino.
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