Acceder a productos agroecológicos no siempre es fácil, pero en el Esperanza, el mayor buque de Greenpeace, lo hacen hasta en una pequeña isla en medio del Atlántico, para demostrar que se puede contribuir a salvar el planeta incluso desde la cocina de un barco.
En sus travesías, el navío tiene que proveerse para alimentar a las hasta 36 personas para las que tiene capacidad, a veces durante varias semanas, con una dieta casi en su totalidad de origen vegetal y procedente de la agricultura ecológica.
"En todos los lugares en los que he estado hay por lo menos una pequeña porción de producción ecológica, por lo menos un inicio. Hay lugares que son muy remotos y es difícil que lleguen estos productos, sobre todo porque no existe la demanda. Pero siempre hay", explica a EFE el cocinero del Esperanza, un mexicano llamado Daniel.
Menos fertilizantes igual a menos contaminación
La agricultura ecológica apuesta por combinar diferentes cultivos, no emplear insumos químicos y controlar las plagas de forma natural, para evitar que los fertilizantes puedan contaminar territorios o fuentes de agua, reducir las emisiones de CO2 y mitigar los efectos del cambio climático.
Apostar por esta agricultura en los barcos de Greenpeace es, ante todo, una filosofía de vida.
"Para mí, como chef, no existe otra alternativa más directa que tenemos nosotros como seres humanos de fluir en el medio ambiente y en la sociedad que con nuestra manera de consumir alimentos, con lo que nos llevamos a la boca todos los días", asegura Daniel.
El cocinero del Esperanza se encarga cada día de diseñar y preparar un menú que agrade a más de una treintena de personas con los ingredientes almacenados en el barco, adquiridos en el último puerto en el que pararon.
Por eso, suele ser él mismo quien contacta con los productores locales de los destinos a los que van a llegar para buscar los ingredientes que necesitan a bordo: "Hoy he estado contactando productores en las Azores para que en el poco tiempo que vamos a estar en el muelle ellos nos puedan abastecer", relata.
En Europa es más fácil
En continentes como Europa suele ser más fácil encontrar producción agroecológica, reconoce Daniel, especialmente en países como Holanda, Alemania, Inglaterra o Noruega.
Según los datos más recientes del Eurostat, 12,6 millones de hectáreas en la Unión Europea se dedicaban en 2017 a la agricultura orgánica, en torno al 7 % del total y más de 600 hectáreas más que un año antes.
El número de productores orgánicos en el continente europeo, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ya supera los 300.000.
"Sí existe, pero hay que buscarla y hay que interesarse. Hay que apoyarla sobre todo", defiende el cocinero del Esperanza.
En otras zonas del mundo es más complicado, pero también lo consiguen.
"Me tocó en San Eustaquio, una isla en el Caribe holandés. Ahí tenían un círculo de productores orgánicos. Contacté con una productora e hicimos una cadena. Al final todos los productos que teníamos en el barco eran de ellos. Es una isla muy pequeña, con poca producción", recuerda.
Además, en los mercados locales de países como Indonesia o Filipinas se pueden encontrar productos orgánicos aunque no se anuncien como tal, según ha testimoniado Daniel, porque en producciones familiares a pequeña escala generalmente no pueden costear los químicos y fertilizantes.
"Los productores empiezan a darse cuenta cada vez más de que es más barato producir de manera agroecológica porque tú produces tus propios insumos y no necesitas depender de insumos externos como fertilizantes o químicos. Al ser autosuficiente, tus costes bajan y tus ingresos pueden aumentar", sentencia.