El confinamiento nos ha enseñado a beber vino en España. No necesariamente a beber más, pero sí a beber mejor. Pasar más tiempo en casa nos ha animado a descubrir nuevas referencias y nos ha motivado a ponernos una copa a media tarde, por el mero gusto de disfrutarla, a solas o en compañía.
Nos hemos hecho más sibaritas, más hedonistas y también más modernos en lo que a consumo de vino se refiere. Y es que por fin hemos descubierto lo que ya sabían desde hace tiempo en otros países: que el vino es un instrumento de placer, un buen amigo (también) para esos momentos de introspección que no implican socializar, con o sin comida de por medio.
"La nueva normalidad pasa por beber vino sin comida”, asegura la consultora Wine Intelligence. “La tendencia de tomar vino, dentro y fuera de casa, y no necesariamente comiendo o maridando, está creciendo en muchos países”.
Evolución durante la pandemia
Los últimos datos de su proyecto de seguimiento Covid-19 sugieren que el gusto de los consumidores a la hora de beber vino ha evolucionado y ganado impulso fuera de las comidas. Un crecimiento, que si bien ya había empezado antes de la pandemia, se ha hecho más evidente en la era del coronavirus.
“Al reflexionar sobre los acontecimientos extraordinarios de los últimos seis meses, comenzamos a ver algunos patrones de comportamiento que podrían ayudar a nuestra industria a comprender cómo ha cambiado su base de consumidores global”, expone el estudio de Wine Intelligence.
Lo primero que destaca la consultora es que el comportamiento general del consumidor de vino no ha cambiado muchísimo. Los principales mercados mundiales han demostrado una tenacidad notable para mantener hábitos placenteros como el alcohol y la socialización, incluso cuando el confinamiento restringía el curso normal de estas actividades. ¿Que los bares están cerrados? Pues nos tomamos una copa y quedamos con nuestros amigos por Zoom. ¿Que hay cola infinita fuera en el súper? Pues pedimos vino por Internet.
Sin embargo, la revisión de estos datos muestra patrones fascinantes. Uno de ellos es la naturaleza cambiante de las dos ocasiones clave para beber vino: es la bebida elegida para acabar el día y también la primera para acompañar una comida informal en casa. Ambas ocasiones pueden funcionar juntas sin problema, pero empieza a subir puestos la copa de vino por la noche, después de cenar, y la copa del almuerzo, antes de comer.
"El confinamiento ha sido una oportunidad para el vino porque nos ha cambiado las rutinas en casa y muchos, yo incluida, hemos querido disfrutar de una copa de vino en cualquier momento del día, no sólo acompañando las comidas”, opina María José Huertas, sumiller de La Terraza del Casino en Madrid.
“Nos hemos vuelto un poco más americanos. El Viejo Mundo bebe vino a la hora de comer, en compañía, con familia, por una ocasión especial, y el Nuevo Mundo, es más de llegar a casa a las seis de la tarde, después de haber cumplido con sus obligaciones, y ponerse una copa de vino y disfrutarla", reflexiona esta profesional del sector. "En este sentido, creo que estos meses hemos tenido tiempo para pensar, para comer relajados, para disfrutar de momentos de tranquilidad en casa como puede ser tomar un vino viendo una película o durante una videollamada con amigos”.
En el punto álgido del confinamiento, entre marzo y abril, prácticamente todos los mercados del estudio de Wine Intelligence experimentaron un aumento en la opción de beber vino en casa sin comida. “De manera similar, en todos ellos se aprecia una caída en el consumo de vino con la comida”, destaca la consultora.
“Nuestra interpretación en ese momento fue que, como la mayoría de las personas estaban en casa durante el día, la rutina habitual de tomar una copa sólo durante la cena probablemente se estaba interrumpiendo. Esto también explicaría por qué los volúmenes generales de ventas de vino se mantuvieron en su mayoría estables en estos países y, en algunos casos, incluso aumentaron”.
Pero si avanzamos hasta julio, la imagen cambia. “El declive del vino con comida se ha moderado y, al mismo tiempo, el consumo de alcohol en casa sin comer sigue aumentando”, observan. “Puede haber algún efecto estacional en este cambio con el verano en el hemisferio norte y al haber más ocasiones al aire libre, sin comida, pero la tendencia también parece estar presente en mitad del invierno australiano”.
De una manera o de otra, los datos de Wine Intelligence muestran un cambio de hábitos que augura un buen momento para el sector. Las cifras sugieren una oportunidad creciente para el vino como bebida más elegida en ocasiones no relacionadas con la comida, y adelantan que éste podría estar tomando cada vez más presencia en otros mercados.
“Me gustaría que en España cambiara realmente la forma de beber vino, que no sea sólo durante la comida o eligiendo una botella para el maridaje, porque me parece mucho más interesante probar vinos por copas, en casa o en el restaurante. Y no obligatoriamente durante las comidas o las cenas”, concluye María José Huertas.
Curiosidad fuera de casa
“A la tienda viene mucha gente que se pide una copa de vino y conversa con ella tranquilamente. Y eso que siempre hay picos a su lado por si quisiera o porque le interese cambiar de sabor”, indica Pilar de Haya, de Lavinia.
“Antes del coronavirus venían mucho a las máquinas que tenemos en la primera planta, donde se pueden catar diferentes vinos. Es más la curiosidad de saber a qué sabe un vino u otro, de conocer zonas y uvas diferentes, elaboraciones... Una opción muy divertida con amigos. Luego tenemos quien nos pide catar a ciegas para entrenar el olfato”.
El vino es más que nunca el principal protagonista, incluso cuando salimos de casa y no necesariamente comiendo. Lo confirman desde esta importante tienda de vinos madrileña: “A las personas interesadas de verdad en el vino, les sacia más un sorbo que a los que quieren tomarse un vino sin más, y por eso suelen elegir vinos complejos, llenos de matices. Es como cuando estás con alguien súper interesante, atractivo, carismático y con una gran conversación, que te llena. Y sin querer eso te lleva a la moderación. Ya sabes, calidad y no cantidad”.
Luis Palma, Brand Ambassador de Bodegas Balbás, aporta otra nota interesante para explicar este cambio de paradigma. “Cada vez se ve a más gente bebiendo vino en bares y restaurantes fuera de las comidas, y creo que en esta evolución ha sido fundamental el cambio en la forma de elaborar vino. Los vinos actuales son accesibles, fáciles de beber, amables… Las elaboraciones de hoy en día no tienen nada que ver con las de ayer, y esto ayuda a que el consumo del vino por copas o por botellas sea mayor y deje de ser necesaria una comida de por medio”.
No obstante, en verano, con el calor, seguimos optando más por una cerveza que por un vino, porque no deja de ser más refrescante. Pero a la mejora de las elaboraciones que cita Luis Palma se suma la tendencia de hacer vinos blancos y rosados más frescos, más elegantes y más bebibles, cuyo fin es ser tomados en barra, con o sin picoteo. “Son vinos que se pueden beber en cualquier momento; para las comidas se eligen otros con más cuerpo y estructura”. Es el lenguaje de la cerveza llevado al mundo del vino.
A todo esto hay que unir el factor cultural (cada vez nos interesa y sabemos más de vino), el económico (la cerveza se consume más en Lavapiés y el vino en Retiro por citar a Madrid, esto es así), las modas (que también existen en el mundo del vino, no hay más que ver los rosados provenzales), la globalización de las redes sociales y la facilidad de acceder a la información en cualquier momento a través de Internet. “El resultado es un cóctel muy positivo para el mundo del vino y para sus nuevas formas de consumo”, afirma Palma.
Si estamos asistiendo realmente a un cambio de hábitos marcado por la pandemia con respecto al consumo de vino, tanto de puertas hacia dentro como a pie de barra, solo el tiempo lo dirá.