"La casa que se edificó con el miedo", así opinaba la sádica cronista Hedda Hopper sobre su propia y fastuosa mansión construida en mitad de Beverly Hills, entre las fincas de las estrellas de Hollywood a las que machacaba en su columna diaria. Hopper llegó a tratar como amigos a Charlie Chaplin, Katharine Hepburn y Spencer Tracy a los que si le fallaban juzgaba con comentarios amenazantes. Consiguió presentar un programa de televisión en la NBC donde entrevistó a Walt Disney, Liza Minnelli y a James Stewart, entre otros muchos. "Sus columnas eran lo primero que mirábamos cada mañana para saber qué estaba pasando", comentó Bob Hope.
Spencer Tracy llegó a golpearla cuando Hedda habló sobre sus escarceos amorosos con Katharine Hepburn y Joan Bennet, Amy March en Mujercitas, le envió una mofeta por San Valentín.
Si hacemos justicia a la historia, la primera cronista de sociedad fue Louella Parsons con la que Hedda compartía exactamente las mismas aficiones. Les horrorizaba la discreción y se enfundaban en trajes imposibles a los que coronaban con estrafalarios tocados. Ambas mostraban con orgullo collar de perlas, flores en la cabeza y entre sus círculo de amistades con la alta sociedad destacaban Frank Sinatra, Marilyn Monroe y Cary Grant.
Sus afiladas plumas podían destruir o levantar un personaje con uno solo de sus envenenados comentarios: "Si vuelves a escribir algo falso sobre mí te daré una patada en el culo", le espetó un cabreado Joseph Cotten mientras le retiraba la silla, para que se cayera, en un atestado restaurante de Los Ángeles. Tal y como reveló años más tarde las memorias de Orson Wells los cuernos de la mujer de Joseph, a la que había sido infiel con otra actriz y que había descrito Hooper con todo lujo de detalles en su columna, eran simplemente ciertos.
Actriz frustrada, la carrera como intérprete de la periodista que escribía sobre cotilleos no prosperó y sus excesivos vestidos tuvieron algo de culpa, en los que se llegó a gastar su primer sueldo de 5000 euros. Sus complejos outfits se comieron a la actriz en la época dorada de Broadway. Los directores sólo querían contar con la actriz "que había lucido ese estupendo vestuario" en la década de los años 30 en la que los actores se compraban su propio atrezo. "Yo no veía nada, pero todo el mundo me observaba y comentaba mi espectacular pamela", le llegó a escribir una obsesionada Hedda a su sombrerero.
Su personaje da tanto juego que este febrero se presentarán dos películas basadas en su delirante y polémica vida: Trumbo en la que Ellen Mirren interpretará a la mordaz periodista que alentaba con sus textos a la persecución de comunistas y Ave, Cesar, de los hermanos Cohen, en la que cumplirá su papel otra actriz británica, Tilda Swinton y que se estrenará en el Festival de Cine de Berlín el 16 de febrero.
Parsons y Hedda eran conocidas por su asombrosa habilidad para sacar antes que sus competidores las más jugosas exclusivas y conocer muchos de los secretos de las celebridades. La fama de Parsons fue tal que cuenta con dos estrellas en el Bulevar de la Fama: una cinematográfica y otra como locutora de radio.
Parsons había sido muy benévola con el anterior trabajo como nefasta actriz de su competidora Hopper a la que solía nombrar con aduladoras frases en Los Ángeles Examiner. Su columna llegó a aparecer en más de seiscientos periódicos de todo el mundo con más de veinte millones de lectores.
Parson se convirtió gradualmente en una de las voces más poderosas en la industria del cine con su asignación diaria de chismes de la mano del magnate de la comunicación William Randolph Hearst. El éxito no es para los condescendientes y Hopper superó en fama y sueldo a su precursora e inventora de la profesión, aunque esta última, sólo contó con una estrella en el Bulevar de la Fama.
Hooper supo cazar la oportunidad al vuelo y fue más mordaz que su competidora. Llegó a cobrar 200.000 euros de la época. Quizá a la actriz frustrada le ayudó la apertura en la prensa escrita a comentarios voraces sobre las estrellas que en años precedentes sólo mostraban la vida más glamurosa y espectacular del star system.
Las llamadas 'Reinas de Hollywood' eran profundamente religiosas, Hooper como católica conversa y Parsons en el judaísmo. El personaje de Anna Wintotur en El diablo se viste de Prada se queda corto con las periodistas que mezclaron por primera vez las críticas de películas con la vida sentimental de sus personajes.