Me rio yo de Concha Velasco (76) y compañía. La verdadera chica de la Cruz Roja soy yo y puedo demostrarlo. Poco más de tres horas de espera y un bocadillo de jamón dan fe de ello.
08:45 a.m. Tras despertarme con el corazón en un puño por haberme sido asignada la misión más 'real' de toda mi carrera, me dispongo a elegir vestuario. A ver, a ver… ni rastro de vestidos de Dolce&Gabbana, ni zapatos Louboutin. Vaya, estarán en el cesto de la ropa sucia. Sin perder tiempo, me doy una ducha rápida (que hay que ahorrar amigos) y me pongo unos vaqueros claritos elásticos y un top negro de manga corta. Ambos de Zara. Yo es que soy muy como Letizia y apuesto por la moda española. Con los nervios, ni café ni nada, y sí, oigo a mi madre diciéndome "no salgas de casa sin desayunar". Tarde, ya he cerrado la puerta con llave.
09:30 a.m. Llego a la sede central de Cruz Roja ubicada en la Avenida Reina Victoria 26 de Madrid. Excepto por un furgón, dos policías municipales y cinco nacionales, nada hace presagiar que en una hora la Reina de España visitará este centro. Cual avispada periodista (y creyéndome un poco la James Bond femenina española), inspecciono la zona para ver por dónde entrará el coche oficial de Letizia. No tiene pérdida porque solo hay una entrada. Genial, misión cumplida. Impaciente, me siento en un banco a esperar, justo enfrente de donde está situada la mesa de la banderita.
09:43 a.m. En los 13 minutos que han pasado, cinco mujeres se han encargado de que la mesa esté en perfecto estado de revista. Huchas para las monedas, vitrinas para los billetes y cheques, botellas de agua, pegatinas con el símbolo de la Cruz Roja, que si quítate la chaqueta que hace frío, que si no te la quites que viene la Reina, que si hazme un selfie que se la envíe a mi marido… Además, dos perros policía han olisqueado a conciencia la mesa y han dado su visto bueno. Genial, no vaya a ser que explotemos de solidaridad.
10:00 a.m. Se abre la puerta que conduce a la mesa de la banderita y sigo siendo yo la única persona delante de ella. Bajona total. Yo que esperaba que esto fuese como cuando abren las puertas del El Corte Inglés en rebajas. Y claro, como la policía no es tonta, uno de los agentes me mira fijamente con cara de pocos amigos. "Hola, buenos días. ¿A qué está esperando señorita?, me dice seriamente. Servidora intenta poner su mejor cara de gato con botas de Shrek y contesta: "Esperando que salga la Reina Letizia para dar mi donativo. Es que soy muy fan". ¿Es que soy muy fan? Pero qué soy, ¿una adolescente? El policía esboza una sonrisa y me dice que ya falta poco.
10:29 a.m. Cinco coches oficiales y dos motos entran en la sede central de la Cruz Roja. Desde mi posición alcanzo a ver cómo sale del coche. La verdad que parece una de esas celebrities antiguas que no andaban, levitaban. Va vestida con un pantalón rojo de Uterqüe (100 euros), salones rojos de la misma firma (89 euros), blusa blanca de Hugo Boss y una cartera azul que está por confirmar que sea de Carolina Herrera. Buen guiño a los colores de la institución benéfica. Así entra en el edificio para asistir primero a una conferencia.
11:00 a.m. Tras media hora en la que no puedo evitar comprarme un bocadillo de jamón y una coca-cola zero, y conectarme un par de veces a Tinder (nunca se sabe), por fin llega otro Letizier -si Justin Bieber tiene a sus Beliebers, ¿Por qué no llamar a los fans de Letizia, Letiziers?-. Es un chico alto y joven que me pregunta si estoy haciendo cola para lo de la reina. Le contesto que sí y que estamos solo él y yo. "Pues menuda suerte hemos tenido", me replica entusiasmado. Me cuenta que se llama Herin, que es venezolano y que tras 20 años viviendo en nuestro país le encanta la monarquía: "Casi todos mis amigos españoles pasan de la familia real, pero a mí me maravillan". También me confiesa que el año pasado se hizo la foto con Letizia en este mismo evento pero que fue más complicado: "Las medidas de seguridad eran mucho mayores, tal vez porque se celebraba en el Congreso de los Diputados”. Quizá, pero me da a mí que Letizia no tiene mucho tirón.
11:25 a.m. Por fortuna, son ya algunas más las personas que se han acercado hasta la sede para ver a Letizia. Ya no estamos Herin y yo solos. En su mayoría son ejecutivos que, seamos sinceros, quieren hacerse la foto para incluirla en los informes de responsabilidad social corporativa de sus empresas. También hay un grupo de señoras mayores que se han enterado por casualidad cuando pasaban por allí. "Fíjate hija mía, siendo socia de la Cruz Roja, nadie me ha avisado de que Letizia iba a venir. Pero sí que me llamaron para que aumentase la cuota que estoy pagando ahora mismo", me cuenta una de ellas, cogiéndome de la mano como si fuera un secreto. Razón no le falta.
11:40 a.m. A estas horas somos como 25 las personas que esperamos para poder estrechar la mano de Letizia. Casi todas vienen en representación de otras asociaciones o empresas. Y cuál es mi sorpresa cuando delante de mí aparece una chica monísima y arregladísima preguntando por la señora de prensa de Cruz Roja. Tras dar con ella, le dice que es de la Clínica Menorca y que le diga cuando tiene que pasar por la mesa. ¿Tráfico de influencias? Puede. Lo que me queda claro es que algunos de los que van a saludar a Letizia ya lo tienen hablado con el departamento de prensa. Pillines. Eso sí, espero que la representante de la Clínica no le ofreciera más intervenciones quirúrgicas.
11:50 a.m. Cuento treinta personas en la cola cuando aparece una radiante Letizia. Todos en la mesa la saludan y ella esboza su mejor sonrisa. La verdad es que nunca la había visto tan de cerca y he de decir que impresiona. La seguridad que desprende es innegable. Es como si hubiese nacido para ser el centro de atención.
11:55 a.m. La persona responsable de prensa de Cruz Roja nos dice que ya podemos ir pasando y yo voy en segundo lugar. ¡Qué nervios! El primero es mi nuevo amigo Herin que la saluda como si la conociera de toda la vida. Yo trago saliva y espero no echarme a llorar y decirle que no soy una fan sino una periodista encubierta y que asumiré la sentencia a cadena perpetua.
12:00 a.m. Con paso firme me acerco a la mesa y una sonriente Letizia me ofrece su mano a la vez que me dice: "Buenos días y muchas gracias por tu colaboración". Un apretón de manos firme y seguro, propio de quien maneja la situación. Ni un titubeo ni nada que me haga pensar que está nerviosa. ¡Ay madre que me ha hablado Letizia! Tranquilidad. "Buenos días, encantada. Está usted muy guapa". Toma ya, la tengo el bote. Error. Tras un segundo incómodo, me doy cuenta de que le estoy sosteniendo la mano, posando para la foto, pero que no he dado el donativo. ¡Tierra trágame! "¡Qué despiste! Es que con los nervios…!”, me excusó. “Nada tranquila, te pongo la banderita mientras tanto", me dice riéndose. Como si se hubiese pasado toda la mañana practicando, Letizia despega con agilidad la etiqueta adhesiva con la banderita y la pega con suavidad cerca de mi clavícula izquierda. Lo ha hecho con tanta rapidez y suavidad que ni lo he notado. Aunque menos mal que no era de alfiler, por si las moscas. Tras meter mi contribución en la hucha, me voy con la misma dignidad que cuando a Ana Obregón (61) la pillaron con Micky Molina (52) en su coche.
12:01 a.m. Me aparto de la mesa y me dirijo hacia la salida porque la seguridad no nos deja quedarnos observando. Herin, mi nuevo mejor amigo durante el evento, me dice que qué me ha parecido Letizia. "Encantadora", le digo. Es cierto, aunque también creo que en el fondo le cuesta esa cercanía con nosotros, la plebe. La observo mientras atiende a las diferentes personas. Está calmada, acepta selfies, fotos con bebés, incluso sale de la mesa para hacerse fotos con unas chicas jóvenes, pero se nota que lo tiene todo controlado e incluso da alguna que otra instrucción a la organización del evento.
12:15 a.m. Mientras espero fuera, escucho a un trabajador de la Casa Real (los reconozco porque van de traje y llevan un pin con el escudo) como pide a unas señoras que pasen de nuevo porque no hay mucha gente. "Esta es la mía", pienso yo. Me acerco y le pregunto amablemente si yo también puedo repetir. “Claro guapa, si seguro que ya se le ha olvidado tu cara", me dice. Ni que estuviera hablando de un ligue de turno. Así que ni corta ni perezosa, vuelvo a entrar por la puerta. "Oye, perdona, tú ya es la segunda vez que pasas", me dice de malas maneras un miembro de la seguridad de Casa Real de dos metros de altura y calvo cual Kiko Matamoros (59). Me quedo pálida, pero contesto: "Me ha dicho tu compañero que puedo pasar porque no hay mucha gente”. Él, con cara de no creérselo, me dice: "¿Pero vas a dar un donativo? Abro mi mano y le enseño el dinero. "De acuerdo, pero que sepas que es la segunda vez", replica exasperado.
12:20 a.m. Tras la bronca del 'puerta', me acerco de nuevo a la mesa y, antes de que pueda decir nada, Letizia me habla: "¿A qué con los nervios a ti también se te ha olvidado la fotografía? ¡Se acuerda! Yo le sonrío y le digo que, además, quería dar otro donativo. "Perfecto", replica. Segunda banderita impuesta y segundo apretón de manos. De la misma manera que en nuestra primera vez, Letizia es la que inicia la conversación, la que posa su mano con la banderita adhesiva en el mismo lugar que antes (yo me había quitado la otra) y la que me toca un brazo mientras nos hacemos la foto. Vaya, que no deja que nada escape a su control. Eres un muñeco es sus manos, pero se agradece.
12:40 a.m. Tras cincuenta minutos presidiendo la mesa de la banderita, Letizia parte a otros menesteres. ¿Cuándo volveré a verla? No lo sé, pero a partir de ahora podré decir que somos amiguis. Aunque ella no lo sepa.
¡Ah! Y decir que Herin consiguió fotografiarse después junto a la Reina Sofía en la mesa de la banderita de Sol. Dos reinas en un día, ¡qué locura!