Hace unas semanas, contaba Inés Muiños, esposa de Josep Cusí, que el rey Juan Carlos les había regalado un perrito. "Es muy pequeño, y nos reíamos con él, tenías que habernos regalado uno más grande, Juan Carlos, le decíamos". Y más risas. La anécdota, escuchada en un barecito de Alp, refleja bien la actual situación del rey emérito. Vive volcado en sus amigos, más libre que nunca, más relajado y tranquilo de lo que jamás hubiera imaginado. Ya parece haber superado su relación con la princesa alemana Corinna... tras romper con ella después de una larga amistad que duró varios años. "Está en plena forma", dicen. Y eso que está a un paso de los 80 (este jueves cumple 79).
Pocos se sorprenden ya al ver al monarca haciéndose selfies en restaurantes, al encontrárselo en locales de moda en cualquier punta del mundo, al ver su perfil sentado a una mesa gourmet conversando animado. Desde que en 2014 decidiera abdicar, Juan Carlos ha dejado ver que aquel apelativo de campechano que tanto se usaba para definirlo durante su reinado era algo real.
Hace poco más de un mes se repetía el momento. El rey emérito comía en el madrileño Casa Lucio, como suele ser habitual en él (es uno de sus restaurantes favoritos) con algunos amigos, como la diseñadora Carolina Herrera y su marido, y una mujer desconocida. Se supo del ágape porque allí se los encontró el tarotista Rappel, que ni corto ni perezoso se hizo una foto con el monarca.
Lo contó el vidente a EL ESPAÑOL, contento de haber podido hablar con el monarca. "Va con un bastón pero camina muy bien", decía Rappel a este periódico. Y es así como lo ven quienes se lo encuentran y quienes lo conocen. Lejos quedan los duros días en los que el monarca tenía una movilidad tan reducida que casi no podía moverse por sí solo y hasta le costaba hablar con claridad. Hace ya tres años de aquella fatídica y decisiva Pascua Militar en la que ante sus balbuceos, muchos pensaron que había llegado el momento de rendirse (como sucedió).
Desde que cediera el trono a su hijo, el rey Felipe VI, sus apariciones han estado más relacionadas con la gastronomía que con la corona. En 2015 celebró su 77 cumpleaños en Beverly Hills en privado y en la intimidad cumplió también los 78. Desde Casa Real advierten de que son momentos íntimos de los que no pueden informar (no suelen saber lo que hará el rey emérito, por otro lado).
Lo que sí está claro es que se ausentará (es ya el tercer año consecutivo que lo hace) de la celebración de la Pascua Militar, este 6 de enero, dejando a los actuales monarcas todo el protagonismo. Esta ausencia le permite, además, organizar su agenda de la manera en la que vive actualmente: con total libertad.
Porque los actos oficiales a los que acude Juan Carlos I son cada vez más escasos. Ha estado en la ceremonia de investidura de varios presidentes latinoamericanos (en 2015 estuvo en Buenos Aires para acompañar a Maucirio Macri y en Uruguay para la investidura de Tabaré Vázquez, y en 2014 hizo lo propio con el colombiano Juan Manuel Santos). Este año ha viajado, de manera oficial, a Cuba para representar a España en los funerales de Fidel Castro. Y poco más. Algún acto empresarial con su hijo, y varios entierros de familiares (como el de su primo Carlos de Borbón-Dos Sicilias).
En Casa Real son muy claros: "La agenda se organiza semanalmente así que no podemos saber qué actos contarán con la presencia de Juan Carlos I este año", comentan a EL ESPAÑOL. Si la filosofía sigue siendo la habitual, el rey emérito irá a los actos a los que le apetezca. Por fin, en su agenda manda él y sus aficiones, que no son pocas. Aunque su estado físico ya no le permite ir a cazar, a navegar o a esquiar, sigue visitando algunos lugares especiales para él: Extremadura, Mallorca, Barcelona, Baqueira… Y medio mundo.
Hace un par de semanas se le vio en Viella, en el Valle de Arán, comiendo en Casa Irene, otro clásico en su ruta gastro. Lo habíamos dicho, ¿no? Ahora falta que alguna editorial avispada publique la guía gastronómica del rey Juan Carlos I. Seguro que vende.
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