Al rey Juan Carlos (79 años) no le ha importado que un fantasma blanco vagara por algunas de las estancias del castillo de Killua, en el Condado de Westmeath. Ni que su silueta se perciba, con una expresión terrorífica, en las paredes de la fortaleza. Tampoco que, hace años, algunos de los habitantes de la imponente mansión abandonaran de manera súbita el castillo aterrados por los extraños ruidos que allí sucedían durante la noche. Movimientos dignos de investigación por parte de Iker Jiménez (44) que al monarca emérito no le han preocupado en absoluto. Quizá es un aficionado a la parapsicología o bien no cree en estos fenómenos que, sin embargo, pueblan de leyendas el lugar en el que se alojó hace unos días con la empresaria mallorquina Marta Gayá durante su estancia en Irlanda.
El castillo en cuestión recibió al rey y a su acompañante en las mismas fechas en las que se produjo el famoso encuentro entre ambos, durante la inauguración de la remodelación de la iglesia de San Juan Bautista de Clonmellon. Propiedad de su amigo, el directivo mexicano Allen de Jesús Sanginés-Krause, la fortaleza de Killua es una visita obligada si uno realiza la ruta de los castillos por Irlanda. Conocido por pertenecer en su día a la familia de Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), fue reformado hace ahora cuatro años, pues su estado era prácticamente ruinoso.
La propiedad, construida en 1780, se proyectó como una casa y no como un castillo. Fue Benjamin Champan, primer barón de Killua, el encargado de edificar una mansión en la que supuestamente habitaría el fantasma de su administrador, tal y como cuenta la leyenda. Su sucesor, el Thomas Chapman, convirtió la vivienda en una fortaleza gótica, la misma en la que residió su descendiente, conocido como Lawrence de Arabia.
Torres, pasajes secretos que dan a los jardines y hasta un cementerio con las tumbas de la familia Chapman son algunas de las señas de identidad del castillo. que cuenta hasta con un obelisco en los terrenos. El encanto de la mansión cautivó sin duda al rey Juan Carlos, que lo eligió para pasar la noche con su amiga Marta Gayá.
Pillados muy a su pesar
El encuentro entre el rey Juan Carlos y Marta Gayá intentó mantenerse en el más absoluto de los secretos. De hecho, la mallorquina se cuidó mucho de no aparecer en ninguna fotografía de las que se tomaron en el interior de la iglesia-galería de arte a la que acudieron ambos. Únicamente existen varios segundos de un vídeo en el que puede apreciarse a una prudente y elegante Gayá que, en cuanto se percata de que puede estar apareciendo al lado del emérito, se retira discretamente.
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