"Nunca nos habla de su vida privada, ni nosotros nos atrevemos a preguntarle, aunque conozcamos algunas cosas. Es un buen profesor, se nota que siente devoción por lo que hace y se puede decir que ama las palabras", asegura a este medio un alumno del instituto de Secundaria Beatriz Galindo sobre uno de sus profesores, Alonso Guerrero Pérez (55 años). "Un hombre serio, formal", apostilla este joven. En el citado centro el que se convirtió en marido de una concienzuda Letizia Ortiz (45) imparte la asignatura de Lengua y Literatura a bachillerato, principalmente, y a algunos suertudos de ESO.
Los alumnos lo aprecian, tardaron en hacerse con su particular modo de enseñar, sí, pero ahora siempre lo seleccionan como uno de sus docentes predilectos. Allí solo atesoran buenas anécdotas y ejemplos de compañerismo que, imploran a este medio, prefieren que no vean la luz. "A Alonso nunca le gustó que se hablara de él", subraya a JALEOS alguien que lo frecuenta diariamente. Mantienen que tras el anuncio de El amor de Penny Robinson Guerrero continúa con su vida corriente, nada ha cambiado.
En esa línea de profesor anónimo, persona leal y silente, se ha mantenido en estos trece años en los que Letizia Ortiz pasó a ser reina, relegando su apellido y su profesión de periodista. "Nunca la nombra, la verdad es que tan solo hace referencias a algún libro suyo", aclara una fuente a este medio. Cuánto ha vivido Alonso y cuán valioso es su silencio.
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2003, el año en que Alonso perdió el anonimato
Aquel noviembre de 2003, cuando se hizo público el anuncio de compromiso de Felipe VI (50) y Letizia, los ojos de medio mundo cayeron brutalmente sobre él. Aquel escritor extremeño, novelista y, sobre todo, contador de historias, veía arrasado involuntariamente su terreno más íntimo. Atropellaron su privacidad simplemente por haber sido novio y marido de la que estaba llamada a convertirse en la reina de España.
"Un profesor de Literatura y escritor de Almendralejo al que Letizia había conocido cuando le daba clases en el Instituto Ramiro de Maeztu", perfilaban miles de medios. La noticia sorprendió a Guerrero con su vida ya recosida, enamorado de una profesora con la que residía en un modesto piso de Guadalajara. Él había pasado página, reseteado aquella historia que más que determinante fue efímera. Eso sí, en sentimientos, que no en reverberación, para su desgracia. Desde aquellos convulsos días su empeño no ha sido otro que volver a las sombras del anonimato.
Él, profesor; ella, una alumna aventajada que un día sintió un pellizco de amor por su 'profe'. Poco a poco, la relación fluyó y Letizia y Alonso se convirtieron en pareja. Su mayor punto de unión, la cultura; su diferencia de edad, una nimiedad. Pasaron siete años hasta que en 1998 sellaron su amor pasando por la vicaría. Se casaron en Almendralejo y venían de una convivencia larga en la que Alonso insufló su pasión por la literatura a la joven Letizia. Como prueba, la edición especial del libro El Doncel de don Enrique el Doliente, de Larra, que la reina le regaló a Felipe en aquella célebre pedida de mano. Aquel volumen se convirtió en best seller y el gesto en una huella encriptada de su pasado con Guerrero. Bueno, no solo eso: de aquel amor perduró el amor de Letizia por el gazpacho y el jamón extremeño.
El casorio tuvo lugar en el salón de actos del Ayuntamiento de Almendralejo. La pareja quería que Manuel Jesús Morán, entonces alcalde del PP, íntimo amigo del novio, oficiara la ceremonia. Letizia lució un espectacular vestido de Victorio y Lucchino y un bello ramo de novia de la floristería Lady. No obstante, el destino quiso que el amor se terminara y, apenas un año después, el matrimonio se disolvió.
Felipe, el 'culpable' de la exposición de Guerrero
El tiempo cicatrizó y Alonso quedó prendado de una extremeña, María del Carmen Astero, profesora de matemáticas en un instituto de Alcalá de Henares, discreta, hacendosa. Una horma para su zapato. El 'problema' vino con Letizia, que fijó sus ojos en los del por entonces Príncipe de Asturias. Lo que vino después todos lo conocen. Todos menos Alonso, que desde aquel 'amor real' solo vía algún telediario. Eso, cuando encendía la tele. Guerrero sufrió los 'daños colaterales' de la nueva ilusión de su exmujer; receló aun más su vida, pero por primera vez no la manejaba él. Con fotógrafos en la puerta de su casa, Alonso tuvo que echarle arrestos a la situación y, tal como recogió La Otra Crónica de El Mundo, llamó a sus padres para ponerles sobre aviso y para, de paso, pedirles que quemaran todo su pasado con esa mujer vestida de blanco que, rodeada de fotógrafos, mandaba callar a su futuro marido. Quizás ese fue el único gesto 'enrabietado' que se permitió Guerrero, en la intimidad. Públicamente, silencio.
Pero su hermetismo no era capaz de taponar el ruido. Los programas de televisión no tardaron en echarle el guante y tentarlo para que contara su historia de amor con la prometida Letizia. Sin embargo, nunca hubo dinero suficiente para que el escritor narrara aquello. "Más que suculentas, siempre han sido frecuentes", ha asegurado en más de una ocasión Alonso acerca de las tentativas que le ofrecían.
Una vida labrada en el esfuerzo
Su éxito debía estar alejado de todo ventajismo. No se podía permitir desvirtuarse de una carrera profesional labrada con esfuerzo y parabienes en el ámbito de la literatura. Porque él, por encima de su historia con la reina Letizia, lucha por verse destacado como escritor, y sus libros publicados lo avalan. En 1982 ganó el premio Felipe Trigo de narraciones cortas con Tricotomía, y en 1987 el Navarra de novela con Los años imaginarios. Muestras de sus incursiones en el cuento son El hombre abreviado (1998), Fin del milenio en Madrid (1999) y De la indigencia a la literatura (2004). La novela también le llevó a experimentos como Los ladrones de libros (1991), El durmiente (1998), El edén de los autómatas (2004), Doce semanas del siglo XX (2007), o la narración futurista Un palco sobre la nada (2012). Además de una reflexión sobre el oficio de escribir ha resultado la guía La muerte y su antídoto (2004). Sus últimos libros han sido una novela sobre los atentados del 11-M en Madrid, Un día sin comienzo (2014), y la narración El mundo sumergido.
Todas ellas, creaciones alejadas de cualquier posible vinculación con su vida personal o mera alusión a la silente historia que vivió con Letizia. Pese a ello, siempre ha sobrevolado la duda de que en algunas publicaciones se hubiera permitido plasmar pasajes de aquellos años, como en El hombre abreviado. Sin embargo, ningún rumor fue tan escandaloso como el que está circulando estos días con la próxima publicación del libro El amor de Penny Robinson. En dicho trabajo Alonso narra la "transformación de un hombre con una vida sin sobresaltos en un personaje mediático a quien, por el hecho de haber estado casado con la que iba a convertirse en reina de España".
Hay quien piensa que Alonso se ha desprendido de esa coraza que, lejos de hacerlo libre, lo aprisionaba. A la espera de sus palabras y de la publicación del libro -el próximo 9 de marzo-, lo que parece innegable es que Alonso Guerrero vuelve a las librerías y a la primera fila del mundo editorial con más fuerza y determinación que nunca. ¿Se leerá doña Letizia el trabajo de su exmarido?
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