Majestad, no quería caldo, pues ahí tiene dos tazas. Ha sido el Kharma… Aquella mirada fría como el hielo que dirigió la reina Sofía (79) a Eva Sannum (42) en la boda de Haakon Magnus le está pasando factura. A pesar del copazo de coñac y el escotazo sin copas de aquella famosa foto, mejor le hubiera ido a Sofía con una sucesora vikinga.
Una persona de muchísimo postín me susurra que la noruega es trending topic en las conversaciones entre algunos royals y semiroyals. "Eva era la mujer perfecta, dócil, manejable, equilibrada, inteligente... No es el caso de Isabel Sartorius (52), beatificada en España. Sartorius tenía un temperamento muy nervioso e impulsivo y Sofía no se equivocaba… Un día se enfadó con Felipe (50) y se bajó del coche en plena carretera para subirse al del escolta. Una reina tiene que controlar sus nervios y Eva Sannum sí sabía hacerlo".
Me consta. Los periodistas que seguían sus pasos por Oslo en aquella bicicleta que se caía ya a cachos de tanto pedalear pueden atestiguarlo. Me sé aquel camino de memoria. Nadie le puso escoltas. Nunca rentabilizó su relación con Felipe VI y tras la ruptura se le ofrecieron cifras astronómicas para hablar en las televisiones y en una importante revista.
Tras el polémico vídeo se viralizó un meme en el que se ve a Felipe mirando el móvil y diciendo: "Juraría que aún guardo el teléfono de Eva Sannum". Lo que sí es cierto es que todos los españoles nos hemos acordado de ella. La exmodelo está felizmente casada, tiene un importante puesto en el ámbito de la publicidad y es madre de dos hijos.
¿Qué pasó por la cabeza de la reina cuando se encontró cara a cara con la novia de su hijo? La infanta Cristina (52) la conoció. Estuvieron juntas en Klosters, esquiando, con sus respectivas parejas, Iñaki Urdangarin (50) y Felipe VI. También ella la estará añorando, aunque bien pensado, Letizia le ha hecho un favor impagable. Con la guerra de manotazos con la reina querida, Sofía, y el pellizquito de monja en la oreja de Leonor (12) ha conseguido que nos olvidemos del caso Nóos y de su marido por completo.
He hablado con Pilar Urbano (77), autora de La Pieza 25, operación Salvar a la Infanta Cristina. La instrucción del caso Nóos y por lo tanto, el libro, tienen mucho que ver con lo ocurrido. Si Letizia no hubiera estado tan obsesionada con proteger a su hija nos habríamos ahorrado el numerito. Y es que nuestra reina vigente considera que la emérita, su suegra "se ha contaminado prestando apoyo a la infanta, yendo a verla sin esconderse, y siendo antes madre que reina".
La pregunta para la biógrafa de la reina Sofía está clara, y aunque ella es más de datos que de futuribles e hipótesis, se ha brindado a darme esta respuesta: "Lo único que te puedo decir es que yo hablé con Fernando Almansa, ex jefe de la Casa del Rey, en su momento, y le pregunté por las posibilidades de que se casaran y me dijo: 'No sería lo más apropiado que una modelo de lencería íntima fuera reina de España…' También me dijo otras cosas que me reservo”. Tras insistir, un poco a regañadientes, esta periodista con cara de niña pilla, pese a ser cosecha del cuarenta, dice: "Aquello fue una relación de sábanas". No cree que hubiera sido una buena reina.
No es de la misma opinión alguien que recuerda el rostro nostálgico del rey cuando hablaba del viaje que hizo a Nepal con Eva Sannum cuando aún no había aparecido en escena Letizia. "Siempre la recordará con mucho cariño". Se han visto después de la ruptura alguna vez. Se dijo que a la noruega, protestante, le llegaron a dar clases de catequesis, pero al contrario que a los Rocasolano, nadie la asesoró con la vestimenta cuando acudió a la famosa boda. Parecía el vestido de baile de graduación, la célebre prom, de una jovencita de Wisconsin.
La cenicienta noruega no tuvo un hada madrina que la vistiera, ni una carroza… Es más, le pusieron chinitas en el camino. Las televisiones, quizás alentadas por la ingeniería de Zarzuela, llegaron a aburrir con las imágenes de su madre, Victoria Jounnum, en Vespa abrazada a su padrastro, un humilde compatriota de la reina Sofía llamado Franciscos Kouloubris, del que dijeron que era camarero. El buen señor, en una educada y deliciosa entrevista en la que se atrevió a criticar que llevara dos años con la casa rodeada de periodistas, reivindicó su condición de dependiente hotelero. Los tertulianos exquisitos, en un alarde de clasismo tremendo, se cebaron con los estilismos de la madre, los bigotes del señor Kouloubris , el casco de Roper, las compras en el mercadillo y los pantalones de pirata de la señora entradita en carnes que iba a ser consuegra de la familia de toda una reina de España.
Pero hubo jugadas mucho más sucias. Cuentan que había un dossier, informe o vaya usted a saber qué en el que se contaba que había tenido un lío con un paparazzi, y el supuesto affaire, y puedo jurarlo, era una mentira podrida. Ni con un palo… Eva Sannum, pese a haber posado en lencería, era mucho más virginal y también mucho más inteligente de lo que parecía. Pero lo más importante era que el rey, como cantaba el extremeño Luis Pastor: "La quería, rubia como la cerveza… nunca pensó que la vida iba a negarle su abrazo". Le mandaron a Aznar para que se lo dejara muy clarito, y este lo hizo con muy malos modos. Disfrutó con la misión encomendada. Felipe le odiará toda la vida. Le obligaron a renunciar al que era entonces el amor de su vida.
Ahora la reina Sofía, que metió en Zarzuela a Letizia ya de novia para enseñarle todo lo que sabía, y que alababa lo lista, guapa, educada, honrada e inteligente que era ante los atentos oídos de Pilar Urbano, tal vez se arrepienta de no haber echado un cable a aquella mujer nacida en un país muy frío con el corazón probablemente mucho más cálido de lo que nadie pudo imaginar.