Durante algunos días, la caseta del Real Aeroclub de Andalucía reunió por metro cuadro a algunas de las mayores fortunas del mundo para agasajar a Guillermo (52 años) y Máxima de los Países Bajos (47) y a sus tres hijas, las princesas Catalina Amalia (15), Alejandra (13) y Ariadna (12). Tras varios años insistiendo para que vinieran, finalmente, los monarcas holandeses aceptaron la invitación porque hace justamente dos décadas que se conocieron en este sancta sanctorum de la jet set internacional fundado en 1928 cuyo presidente de honor fue el rey Alfonso XIII (54).
Entre sus socios se encuentran también su biznieto, el rey Felipe VI (51), el archiduque Karl de Habsburgo (58) y apellidos andaluces con solera como los Ybarra, los Solís y los Benjumea. Pasar por su puerta es entrar en el club de los elegidos. A lo largo de su historia han pasado personajes tan dispares como Jackie Kennedy, Salvador Dalí, Isabel Preysler (68), Mario Vargas Llosa (83), Juan Carlos I (81), la reina Sofía (80) y Grace Kelly (52) junto a Raniero III de Mónaco.
En esta edición de la feria, una de las protagonistas indiscutibles fue Amalia de Orange, una joven tan dulce y amable como su progenitora. Ávida por unirse al jolgorio, quiso conocer en primera persona parte de la cultura andaluza gracias a la ayuda de José Antonio Ruiz-Berdejo, cónsul de Bélgica en la ciudad hispalense convertido en un personaje de la jet set internacional tras sus matrimonios con las herederas Oetker y Marzotto y con su actual noviazgo con Pia Miller (52), primogénita del multimillonario Robert Miller (85), hermana de Marie-Chantal de Grecia (50) y ex esposa de Christopher Getty, descendiente de la dinastía americana.
En el interior de la caseta del AERO, el apuesto cónsul se lanzó a la piscina y le ofreció unas mini clases magistrales de flamenco a la princesa Amalia que quedó entusiasmada por cómo se tenían que mover las manos y los pies. La heredera al trono holandés empezó a imitar sus movimientos ante la atenta y divertida mirada de su familia y de varios amigos de su madre, como Miriam Ungría (55)–viuda de Kardam de Bulgaria (52), príncipe de Tírnovo- y Simoneta Gómez Acebo (50), prima hermana de Felipe VI. Todos se quedaron prendados por esta joven avispada, dicharachera y con una personalidad tan arrolladora como su madre.
Tras repetir los movimientos con José Antonio, la princesa Amalia no dudó en mostrar su arte recién aprendido causando las delicias de todos los presentes. Daba gusto cómo bailaba la primogénita de los reyes holandeses porque en pocos minutos había memorizado lo más importante. La joven irradiaba tanta felicidad que, tras el almuerzo, se paseó por el Real de la Feria en carroza con su familia mientras tarareaba algunas de las canciones que sonaban en las casetas junto a sus hermanas y su madre. La actitud de los Orange-Nassau fue tan simple y normal que una señora no dudó en comentar que "comprendo que el pueblo de Holanda esté contento con Máxima porque se lleva la palma". Además, en todo momento, el equipo de seguridad holandés y español facilitó el trabajo de la prensa con un gran respeto y profesionalidad.
Durante los cuatro días de estancia, Máxima de Holanda se ganó el corazón de los sevillanos. Atenta, cariñosa y siempre sonriente, la soberana demostró con sus gestos que siente la vida más allá del trono. A la salida de AERO, se paseó en coche de caballos formando una bonita estampa familiar que varios fotógrafos quisieron inmortalizar. En ese instante, una de las profesionales cayó al suelo al no ver un escalón y, en un acto reflejo, Máxima giró su cabeza y con un gesto de preocupación le transmitió a la fotógrafa si se encontraba bien. "Todo perfecto, majestad", le contestó mientras intentaba levantarse para recoger el flash, la cámara, los objetivos y la bolsa desperdigados. "Vamos, igualita que Letizia", se oía decir por lo bajini a algunos de los testigos. La espontaneidad de la reina ha dejado una huella imperecedera como en la que su momento protagonizaron Jackie O y Grace Kelly.
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