Era el cuento de hadas perfecto. La historia de amor que todos sueñan y que ven en las películas. Carlos de Inglaterra (71 años) y Diana Spencer parecían hechos el uno para el otro. Jóvenes, carismáticos, ricos y herederos de la monarquía más antigua del mundo. Pero debajo de la máscara, cuando se apagaban los focos, la realidad era completamente diferente.
Cuando nadie miraba no había ni una pizca de ese amor que vendieron las revistas. Carlos nunca quiso a Lady Di. Y, aunque más tarde se separaron, su relación fue tormentosa. Un suplicio para una joven que siendo apenas una adolescente sacrificó toda su vida para ser reina… y que acabó siendo machacada por toda la Familia Real.
Lo que siempre ha sido vox pópuli, carne de cotilleos y rumores, Diana lo fue contando en diferentes libros y entrevistas. Su carisma y sus declaraciones fueron el mayor ataque a la Familia Real en toda su historia. Ahora, todo eso lo veremos a partir del próximo 15 de noviembre en la cuarta temporada de The Crown, la maravillosa serie de Netflix, que centra sus nuevos episodios en la relación entre ambos y en cómo Carlos rompió a Diana como si fuera una pequeña rama. Quebró su confianza, la hundió y provocó un estado de nervios que la empujaron a la bulimia y a una tristeza infinita que siempre mostraba en el fondo de esos ojos azules que enamoraron al mundo.
No parece que esta temporada de The Crown vaya a gustar en Buckingham. Si en la anterior tanda de capítulos se presentaba a Carlos como un verso libre dentro de la familia, una persona lleno de ideales con ganas de renovar la institución, aquí se muestra a una persona despreciable y egoísta. Esa es la impersión de este periodista al ver la temporada entera, y especialmente los episodios Cuento de hadas, Tierra de nadie, Avalancha y Guerra. No sólo no quiso a su mujer, sino que le fue infiel desde el primer momento. Le daba igual que lo supiera todo el mundo e incluso se reía de su mujer. "Es patética. Tan débil y frágil", le dice a Camila (72) en uno de los momentos más inclementes de la temporada.
El episodio en el que vemos cómo su relación está maldita desde el principio se llama, precisamente, Cuento de hadas. Una joya de 50 minutos en la que vemos el principio de la bulimia de Diana y cómo desde el primer minuto se sintió sola, sin nadie que la ayudara.
También se ven los primeros desplantes de Carlos, antes incluso de la boda. En la primera rueda de prensa que dieron juntos, cuando un periodista les preguntó si estaban muy enamorados, ella dijo sin dudar que 'por supuesto'. Él, sin nada de felicidad en su cara añadió: "Lo que sea que eso signifique".
La Familia Real tampoco sale muy bien parada. La primera visita de Diana a Buckingham deja claro que nunca la vieron como una más. Una escena en la que ella va haciendo reverencias a todos los miembros mientras se ríen porque las hace mal y en el orden incorrecto. Es la princesa Margarita la única que se da cuenta de que ese enlace es una maldición, una condena para ambos, pero la Reina Madre e Isabel II (94) no opinan igual y les empujan a una boda de lujo. La boda que todos los británicos soñaban y el comienzo del final.
Pero antes del enlace Carlos ya tiene otros momentos en los que se ve su cara más despreciable. Le dice a Diana que si se siente sola llame a Camila, a pesar de que todos sabían que habían sido pareja. Una cena en un restaurante cuyo nombre lo dice todo, 'Ménage à Trois', y en la que Diana se da cuenta de que la relación no ha terminado. "Así es cómo Carlos llama al palacio", "¿no sabías eso?"… No para de minar la confianza de la prometida hasta que estalla diciendo, "Obviamente él te cuenta todo". Camila confirma las peores sospechas: "Bueno… Hablamos casi todos los días".
Días antes del bodorrio, Diana encuentra un diseño de un brazalete con las palabras Fred y Gladys grabadas, los nombres con los que se llaman Carlos y Camila en la intimidad en un extraño juego de roles. Las fotos de su amante en su diario, las cartas de amor que se habían escrito en su escritorio, los gemelos con sus iniciales 'C&C' que llegó a vestir en su luna de miel… todo son pruebas de una relación que nunca terminó y que siguió tras contraer matrimonio con Lady Di.
El desprecio del príncipe Carlos se desboca en la gira por Australia, en la que ella se confirma como la princesa del pueblo. Todos la aman. Es fresca, divertida, moderna… Cuando él va sólo nadie presta interés. Se vuelve celoso, como un niño pequeño. Se queja, se hace la víctima y le dice a su esposa que es que no muestra interés por él e incluso que "gracias a ti se ríen en mi cara". Esta cuarta temporada está llena de desprecios de Carlos hacia Diana. Como cuando ella baila para él junto a Billy Joel y le espera en el coche oficial que "esa exhibición grotesca y mortificante no tenía que ver conmigo ni con mi felicidad".
Él está dispuesto a romper el matrimonio, y la reina Isabel sabe que la unión está a punto de acabar, por eso les reúne y es Lady Di la que acepta volver a intentarlo, incluso reconoce su relación extramatrimonial con el oficial de caballería James Hewitt. Pero él no quiere intentarlo de nuevo e incluso pone espías a su mujer para que si vuelve a cometer un desliz se enteren y tener argumentos para pedir la separación.
Mientras, sigue viendo a Camila en Highgrove, su picadero. Carlos estableció allí su residencia para poder estar junto a su amante, y en una de las escenas que más enfurecerá a la Familia Real, se ve cómo el servicio cambia las fotos de Camila por las de Diana cuando esta va a visitarle, e incluso cómo recogen la ropa de dormir de la primera de debajo de la almohada.
Porque nunca quiso a Diana, pero siempre amó a Camila, y lo deja claro en otro de los diálogos más contundentes de esta temporada: "Mi matrimonio, toda esta farsa es una locura, sólo quiero estar contigo. Todo lo demás es una horrible mentira". Una relación cuyo final conocemos, pero que en la serie se verá en la próxima temporada, aunque es difícil que Carlos siga viendo la ficción que mostró su cara más oscura.
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